viernes, 29 de julio de 2016

Visita al Poblado Minero de Bustiello (Mieres)

Visita 100% recomendable. María Fernanda es una guía excelente y el poblado, una maravilla. La entrada son 5 euros por persona pero si sois más de 4 personas, la entrada son 4.50. En caso de no tener coche, podéis ir en tren hasta Mieres-Puente y después coger un autobús urbano (línea 3: Mieres-Valdefarrucos). Más información sobre los horarios aquí. Os dejo un texto de "El viajero" de El País sobre esta visita:

Bajo el frondoso verde oscuro, en los intricados valles de las cuencas mineras asturianas, duerme el negro del carbón. Durante generaciones, empresas de diferente índole han horadado la tierra para arrancarlo de la roca y extraer su energía. Es una tierra cuya superficie parece haber sido rizada por la injusticia, la explotación y la lucha. Los abuelos de los actuales mineros, que protestan por la posible desaparición del sector si no se hacen efectivas las ayudas acordadas, lucharon en la Revolución de 1934 y en la Guerra Civil, y sus padres en las inopinadas huelgas de 1962, La Huelgona, con el franquismo enfrente. Ahora es su turno. Las cuencas han sido tradicionalmente un polvorín, fuente de fuerte conflicto social. Pero hubo alguna ocasión en la que alguna empresa quiso crear una utopía para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores… ¿o para lavarles el cerebro?

En la ribera del río Aller, al borde del concejo de Mieres, en la Montaña Central asturiana, está el poblado minero de Bustiello. Visto desde fuera llama la atención el orden estricto en el que están construidas las casas uniformes, la iglesia neorrománica, el antiguo Casino, la escuela o las antiguas residencias de los ingenieros; un orden que no se aprecia en el destartalado caos de los pueblos cercanos.

Y es que Bustiello, este pueblecito de aspecto apacible, sobre todo en esos días en los que la sempiterna nube asturiana deja pasar los rayos del sol, fue construido bajo estricta planificación para cumplir los alucinógenos sueños de don Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas y, a la sazón, dueño de la empresa Sociedad Hullera Española en los comienzos del siglo XX. Su padre, Antonio López y López fue un joven cántabro de baja extracción social que hizo fortuna, primero como indiano, y luego con un holding de empresas navieras y de ferrocarril, entre otras. El primer marqués necesitaba una fuente de energía para alimentar a sus barcos de la Compañía Trasatlántica y sus trenes de Ferrocarriles del Norte (embrión de Renfe), así que compró la empresa minera, una de las primeras explotaciones de la cuenca asturiana y después… falleció.

El segundo marqués, que estaba más preocupado por una vida religiosa y espiritual, tras la muerte del primogénito de la familia, se vio en el trance de manejar lo negocios familiares. Debió decirse algo como: si yo no puedo ir solo hacia Dios, lo haré con mis empresas. Bustiello fue ese pueblo donde la rectitud cristiana imperaría, donde el obrero sería bien tratado y daría ejemplo, en una época en las que las condiciones de trabajo de los mineros eran lamentables, con extenuantes jornadas laborales, sueldos de miseria y seguridad nula.

Así, Bustiello se construyó entre 1890 y 1925 en unos terrenos comprados por el marqués. La orografía del lugar fue modificada para representar las jerarquías que se establecían: se formaron colinas para que la Iglesia y los edificios públicos estuvieran en el nivel más alto, dominando el pueblo; en un segundo nivel se edificaron las casas de los ingenieros, y abajo del todo las viviendas de los trabajadores, viviendas adosadas de dos en dos, para dos familias con jardines independientes. Desde la casa que ocupó el ingeniero don Isidro, hoy día transformada en Centro de Interpretación, se tiene una buena visión panóptica de las casas de las 40 familias seleccionadas que vivían en aquella utopía cristiana. “Además”, explica Fernández, “era un pueblo cuya única salida al exterior era el puente que pasa sobre el río, con un guarda constantemente controlando el paso. Es un pueblo aislado del mundo alrededor que, literalmente, se podía cerrar”.“El marqués en realidad quería formar un concejo minero con los territorios por donde se extendía su empresa, pero ante la imposibilidad política de hacerlo (pertenecían a otros concejos como Mieres, Lena o Aller) construyó en el centro su capital: Bustiello. Era como un faro moral en el corazón de la cuenca, quería mostrar como serían las cosas sí se hacían como él quería”, explica la historiadora y guía turística del Centro de Interpretación del Poblado Minero de Bustiello María Fernanda Fernández. Aquí viviría una elite minera que sería ejemplo para los demás y estaría alejada de los sindicatos subversivos y “peligrosos”.

Eran los tiempos de la encíclica De Rerum Novarum del papá León XXIII que instaba a las mejoras en la condiciones de vida de los trabajadores dentro del capitalismo más salvaje y, claro está, lejos del movimiento obrero revolucionario, y la iniciativa del marqués de Comillas fue muy aplaudida. Aparte del mero interés cristiano podía haber otros factores que animasen al marqués en la construcción de su sociedad perfecta: el control de los obreros, alejándolos de los sindicatos socialistas como SOMA (Sindicato de Obreros Mineros de Asturias) de Manuel Llaneza, y amparándolos en su propio sindicato, el SOC (Sindicato Obrero Cristiano) y también el llamado “pietismo burgués”: los burgueses sin raigambre de la época querían equipararse al prestigio de la nobleza y la aristocracia practicando la filantropía, según explica María Fernanda Fernández.

En Bustiello se podía beber, pero no alcohol, se podía leer, pero solo el periódico que publicaba el Marqués, y, en el piso de arriba de la taberna, estaban los guardas por si había que bajar a amedrentar a algún díscolo. Sin taberna, o con una antitaberna en aquellas condiciones, el espinazo social estaba roto. Por supuesto, en la escuela se adoctrinaba para criar obreros dóciles. Hoy en día la taberna y una de las casas de los ingenieros se ocupan por residencias de la tercera edad. Por su parte, la antigua escuela es un albergue de juventud, bastante útil para los esquiadores ya que el Poblado está de camino al concejo de Aller, donde se encuentran todas las pistas de esquí asturianas. ¿Entonces, se vivía bien en Bustiello? “Cada cual valora unas cosas y en Bustiello se perdía mucha libertad. Pero lo cierto es que el bienestar era muchísimo mayor que en el resto de los pueblos mineros, donde las condiciones eran realmente duras”, cuenta la historiadora.“Bustiello era una jaula de oro que desde fuera unos miraban con envidia y otros con recelo”, explica. Los mineros que vivían aquí, seleccionados entres miles de trabajadores, mayormente capataces, vigilantes, barreneros y picadores (estos últimos piezas esenciales sin cuyo concurso podría pararse la producción fácilmente), tenían que pagarle el alquiler y los productos del economato a la empresa, y disponían de un terreno delante de casa para que no tuvieran que volver a su pueblo a coger manzanas o plantar lechugas, y así el desarraigo fuera total. El Casino funcionaba como una antitaberna: en las tabernas al uso los mineros pasaban su tiempo de ocio bebiendo sidra, y muchas veces conspirando entre soflamas revolucionarias.

El Poblado es una mezcla entre los company towns británicos de la época en lo socioeconómico (es decir un pueblo de la empresa) y una ciudad jardín francesa en su urbanismo, en el que se mezclan elementos de la arquitectura modernista catalana y elementos tradicionales asturianos. Bustiello, y el experimento social que cobijó en su seno, es un ejemplo paradigmático de lo que se ha llamado paternalismo industrial, ese movimiento en el que las caritativas empresas se ocupaban de sus empleados como de hijos que nunca crecían. En 1970 las casas en arriendo fueron vendidas a sus inquilinos, algunos vendieron posteriormente su propiedad, otras familias mineras, así que ya no es un pueblo netamente minero.

Los conflictos mineros continúan, como el recuerdo de Bustiello: una estatua del Marqués de Comillas, con un obrero tendiéndole un ramo de flores en señal de agradecimiento, recibe al visitante. Alguien ha pintado una bandera republicana sobre la estatua. “Este lugar sigue vivo en el corazón y la memoria de los lugareños”, dice Fernández, “todavía hay alguien que, en mitad de la noche, se molesta en venir hasta aquí para pintar una bandera republicana sobre el Marqués”.En el Centro de Interpretación se puede concertar también una visita al poblado con guía. Un buen complemento a la visita a Bustiello es la visita al Pozu Espinos, un ejemplo de explotación minera, tanto de montaña (horadando galerías en las laderas), como vertical (horadando el suelo en profundidad), que se encuentra en el cercano valle de Turón, tal vez el de mayor tradición minera, donde se puede conocer el funcionamiento de la mina y las duras condiciones en que trabajan los que bajan a por carbón.

El caso del complot imposible

Las personas arrestadas en las Cuencas en 1933, tras el robo de los archivos de la Unión de Amigos de la Unión Soviética en Madrid
Serían las once de la mañana del día 14 de julio de 1933, cuando tres pistoleros penetraron en la flamante sede que la Unión de Amigos de la Unión Soviética tenía abierta en avenida de Eduardo Dato de Madrid, y tras encañonar al catedrático Wenceslao Roces y a su ayudante, que se encontraban trabajando en la oficina, procedieron a destruir sus archivos llevándose los ficheros de las organizaciones provinciales y locales de la organización, que había sido legalizada dos meses antes. Luego, tras atar a los dos hombres, los asaltantes colocaron en la pared una circular firmada por las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista y se fueron.
Poco después, entre el 19 y el 22 de julio, se produjeron en toda España más de 3.000 arrestos bajo la acusación de estar implicados en un complot para acabar con la República.
Hay quien vio esta actuación policial como un medio expeditivo para conocer hasta dónde llegaba la implantación del fascismo que se extendía rápidamente por toda España y la verdad es que puede ser la única explicación a la gran redada, que se cuenta como uno de los patinazos inexplicables del Gobierno en aquellos años difíciles, pero el argumento se complica cuando sabemos que entre los arrestados había derechistas de toda idea y condición, incluyendo falangistas, monárquicos y carlistas, y junto a ellos conocidos militantes del anarcosindicalismo.
Así, como lo están leyendo. Un complot en el participaban en comandita los dos extremos, que por razones muy diferentes se oponían a que el régimen republicano pudiese echar raíces sólidas en el país.
Lo cierto es que este hecho histórico tuvo una secuela en la Montaña Central y por eso lo recordamos en esta página donde poco a poco tratamos de reconstruir ese pasado que todavía guarda muchos secretos, porque aquí, el día 25 de julio, fueron detenidos en la cuenca del Nalón una veintena de hombres entre los que se encontraban los dos corresponsales en Sama y La Felguera del diario "Región", preferido por los lectores conservadores, y a su lado varios obreros significados por su afiliación a la Confederación Nacional del Trabajo.
Tres días más tarde, la mayor parte ya fueron puestos en libertad sin cargos y como "Región" atribuyó en un principio la acción policial a un comentario que se había publicado sobre lo que estaba sucediendo con el complot, la noticia fue recogida con detalle y ahora podemos conocer la mitad de estos nombres -los de derechas-, aunque no los de los libertarios que los acompañaron. Veamos la reseña que se publicó en portada aquel viernes 28 de julio:
"Seis de los detenidos de Sama y La Felguera en libertad. Continúan sin conocer el motivo de la detención. A las once de la noche de ayer fueron puestos en libertad seis de los detenidos en Sama y La Felguera. Son los siguientes: don Luis Miravalles, don Sebastián Sánchez, don Eladio Rodríguez Morilla, don José Manuel Llaneza, don José Antonio López García y don Alfredo Junquera, los cuales se hallaban muy agradecidos por las muchas atenciones que han recibido en la Cárcel Modelo, habiendo sido muy visitados por crecido número de personas. También fueron puestos en libertad seis sindicalistas.
De los detenidos en Sama aún continúan en la cárcel don Antonio Salazar, don José Álvarez Blanco, don Mariano Blanco Fernández, don Francisco Fernández González, don Ignacio Barros y don Juan Román Salinas. Ni a unos ni a otros se les ha tomado declaración y continúan sin saber a qué obedecen las detenciones".
Luego seguían dos breves párrafos en los que se anunciaba que la brigada social también acababa de retener al joven Avelino González Canga mientras se registraba su casa sin ningún resultado y que la Juventud Católica de Turón había enviado al gobernador un telegrama protestando enérgicamente por la detención de sus colegas felguerinos, firmado por César Gómez, Pablo Martínez, José Gómez y José Muñiz.
Álvarez Blanco, el corresponsal, volvió a su casa el día 30 y poco después fueron saliendo sus compañeros, pero nunca se supo de qué se les acusó ni qué se buscaba en los registros, ni nosotros lo sabemos ahora.
Esto sucedió en nuestra casa, pero en el resto del país todo sucedió más o menos igual y si comparamos las informaciones de distintas provincias no encontramos más que un cambalache absurdo en el que se mezclan las detenciones y los registros más dispares. En Sevilla se clausuró el semanario tradicionalista "El Observador" junto a tres ateneos libertarios y cinco centros afectos a la CNT mientras por toda Andalucía se sucedieron arrestos tan pintorescos como los del canónigo del Sacro Monte, el superior de los jesuitas de Cádiz, curas párrocos, abogados, militares, catedráticos derechistas, el director del "Diario de Jerez" y numerosos sindicalistas.
Incluso en Málaga un concejal comunista arremetió contra todo y contra todos considerando que las detenciones eran la evidencia de que había escuadras fascistas socavando las corporaciones, desconociendo que en Valencia habían sido detenidas treinta personas, entre las cuales iban codo con codo el marqués de Torrefranca, el barón de Cárcel, el hijo del jefe provincial de los tradicionalistas de la región, el marqués de Laconi y varios obreros que para complicar aún más la cosa se declararon no anarquistas, sino comunistas, como el mismo edil malagueño.
Al contrario, en Galicia, con más tino, la Federación local de Sindicatos Únicos de Vigo, se negó a convocar ninguna protesta para no caer en la trampa que evidente alguien estaba poniendo para "distraer la opinión ante el caos y la desorientación política, económica y social que domina en las alturas".
La lista fue tan disparatada y extensa que cuesta detenerse en alguna provincia. Por ejemplo, en Zaragoza se clausuraron al mismo tiempo la Agrupación al Servicio de España, el Círculo Tradicionalista, nueve centros sindicalistas y hasta el Sindicato Único de Calatorao; en Valladolid pasó a prisión, junto a un grupo de falangistas el anarquista Pedro Orobón, que entonces era miembro del secretariado de la Asociación Internacional del Trabajo (AIT) y al que se le ocupó una pistola y en Bilbao también fueron encarcelados a la vez carlistas y libertarios.
En fin, durante una semana se violaron impunemente los derechos más elementales de los ciudadanos, haciendo crecer la sensación de que se había impuesto el desgobierno y si algún dirigente se levantaba con el pie izquierdo podía ordenar impunemente cualquier tropelía. Lo más grave fue que quienes pensaban esto estaban en lo cierto, porque nunca se dieron explicaciones, ni se exigieron responsabilidades y el daño a las instituciones republicanas fue irreparable.
Cuando todo pasó, el ministro de Gobernación, el galleguista Santiago Casares Quiroga sufrió uno de los peores momentos de su vida política y tuvo que dar la cara en una tímida y vergonzosa intervención haciendo bailar unos demonios imposibles. Habló de reuniones sospechosas, de movimientos extremistas "en proyecto", mezcló el fascismo con el sindicalismo y concluyó quitando importancia a lo sucedido.
En Asturias, "Región" aprovechando el río revuelto se colgó la medalla de que la persecución que habían sufrido sus corresponsales era debida a la campaña que estos venían haciendo contra la "desastrosa gestión administrativa" del Ayuntamiento de Langreo mientras los demás detenidos formaban parte de una tapadera para encubrir lo que no había sido más que una venganza personal ordenada por su Alcalde. Fue lo que hubo y así se lo cuento.

Texto de Ernesto Burgos para El Comercio 

sábado, 23 de julio de 2016

Exposición: paisajes del carbón (Museo del Pueblo de Asturias)


En 1916 la Sociedad Hulleras de Turón, que en 1890 se había constituido en Bilbao para abastecer de carbón a la boyante siderurgia vasca, encargó a un fotógrafo nacido en Madrid, de origen francés y con estudios primero en Bilbao y después en Gijón y Oviedo, unas fotografías del valle mierense de Turón, donde se acometían en aquel momento las obras de profundizacón del pozo Santa Bárbara.
Eran buenos tiempos para la minería, tanto que mientras se arrancaba la hulla del subsuelo iban naciendo viviendas de obreros, hospital, lavadero, economato o una central termoeléctrica de la mano de la propia compañía, que ejercía ese paternalismo industrial que también se advierte en otros espacios como Bustiello. Se iba, en definitiva, transformando el paisaje rural para adaptarse a aquellos tiempos en los que, en plena I Guerra Mundial, el carbón asturiano abastecía a la desabastecida Europa.
Todo ese pasado se hace presente en la exposición que se inauguró ayer en el Museo del Pueblo de Asturias y que recoge catorce fotografías de Luis Vallet de Montano (Madrid, 1858-Oviedo, h. 1936), reveladoras por diferentes razones. En primer lugar, como se encargaba de destacar el director del museo gijonés, Juaco López, por la propia calidad de las imágenes, tanto desde el punto de vista fotográfico como en lo que a su conservación y tamaño se refiere. Pero es que además son un testimonio y retrato fiel de aquel ayer hoy prácticamente desaparecido, porque muy poco se conserva ya de lo que esas fotos recogen en sepia. Y en la propia exposición se advierte ese cambio, puesto que se presentan instantáneas actuales de esos mismos enclaves captadas por Roberto Álvarez Espinedo.
La muestra se complementa con un estudio realizado por María Fernanda Fernández sobre la Sociedad Hulleras de Turón y la minería en el valle de Turón y de Francisco Crabiffosse sobre el fotógrafo Luis Vallet de Montano, que en breve estará disponible en la web del museo. A la inauguración de la exposición asistió, además de la concejala de Cultura de Gijón, Montserrat López, el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez. Ambos escucharon los temas interpretados para la ocasión por el Coro Minero de Turón.
Precio de entrada
- Tarjeta ciudanana: gratuito
- General: 2.50
- Reducida: 1.40
Fuente: El Comercio

El incremento de la industria hullera: Carbones de Santa Ana / Hermanos Herrero

(C) Makio Terala
Favorables circunstancias vinieron a dar impulso a la industria hullera. Hasta el año 1849, la Jefatura de Minas de Asturias, estaba acoplada a la de Galicia, con residencia en Vega de Ribadeo, considerado como punto céntrico de las dos regiones. Pero, a partir de dicho año, quedo establecida en Asturias la Jefatura de Minas. En este mismo año, se puso en vigor la nueva Legislación minera. 
Toda esta serie de circunstancias favorables, unidas a la perspectiva de la pronta explotación del ferrocarril de Langreo-Gijon, dieron origen a que se despertara la inclinación hacia las minas de carbón, descubriéndose y demarcándose unas 2.363 concesiones, pertenecientes en su mayoría a las Sociedades que a continuación se mencionan.

SOCIEDAD MINERO-CANTABRA

Esta sociedad, muy importante, fue propietaria de las minas de cobre y manganeso, en Cabrales y Peñamellera, y de las de carbón, en Langreo y San Martin del Rey Aurelio, tituladas Tras el Canto, Trechoro, San Blas, Lozana en Ciaño), Llamargon, Santa Ana en San Andrés de Linares, Vuelta, Sallosas, Carmelita, Generala, Mariscala, Florida, Alameda y Pontón en San Martin.
Como complemento a su industria del carbón, intento esta sociedad, en el año 1848, instalar una Fábrica de fundición en Ciaño (Casas de la Fábrica). Más tarde, en 1856, traspaso toda su propiedad minera, por aportación, a la Sociedad franco-belga, constituida en Paris en 1845, para la explotación de minas de carbón en el valle de Langreo, titulada "Hulleras de Santa Ana"

HULLERAS DE SANTA ANA

Esta nueva sociedad, se dedico exclusivamente al desarrollo de la explotación de carbones. A tal motivo, llevo a cabo grandes instalaciones para el aumento de sus grupos mineros, nombrados Tras el Canto en Ciaño, Santa Ana y Soton en San Martin del Rey Aurelio. Construyo un ferrocarril de vía de 0.65 metros de ancho, para enlazar dichos grupos, empleándose al principio la tracción animal, y más tarde la de vapor, para conducir sus carbones directamente a unos muelles-depósitos, instalados en las inmediaciones del ferrocarril de Langreo, o sea en el cargadero conocido con el nombre de Collantes, que existe actualmente próximo a la estación de Sama.

Pronto esta sociedad vio acrecentadas sus propiedades mineras a ambos lados del margen del rio Nalón, con nuevas concesiones, otorgadas por el Estado unas, y por la compra a particulares otras, formando extensos grupos, con las concesiones tituladas Lozana, La Granja, La Cabaña, Negra (Ciaño); Juliana, Prisionera, Máxima , San Alejandro, Teresa, Monje Bey, Aurelia, Llonga, Candanal, Fernando 1º, Cabañina (San Andrés); Piquera, Baraosa, Santa Rita, Marcelina, 2º Florida, Valentina (San Martin); Fea, Buena, Raposa, Julieta, 2º María Antonia, Paulina,  y Milana (Blimea); Paulina 2º, María Juana, Pliton, Apolon, Encina, Mesina (Santa Bárbara y Cerezal); Chernanga, Focara, Noviella y Faya los Llobos (Laviana)

Por razones de índole económica, se declaro en quiebra esta sociedad, en el año 1864, siendo adquirido en Paris por Gaspar Martínez Fernández, en 1866, constituyendo en 1870, con Ignacio Herrero Pui, la Sociedad Carbones de Santa Ana.

CARBONES DE SANTA ANA

En esta época la industria carbonera atravesó una de sus crisis, debido a las circunstancias excepcionales que atravesaba el país con sus disputas civiles. Además, dejabase sentir un espíritu poco industrial y trabajador, infiltrado en las costumbres de nuestros antepasados, difícil de vencer por su marcado antagonismo hacia todo aquello que significara progreso. Además, se carecía de medios rápidos de embarque, sin puertos en la costa, con trasportes caros, sin comunicaciones con el interior y con un reducido comercio y matricula de mar.
Todas estas desfavorables circunstancias fueron el estrelladero de la antigua Sociedad mencionada, viéndose obligados sus propietarios a reducir en extremo las extracciones carbones en sus grupos de explotación por la falta de salida, concentrándose solamente a la conservación de los más avanzados y limitando la extracción al carbón grueso.

Sin embargo, a pasar de la crisis carbonera de aquella época, esta sociedad amplio sus grupos mineros con nuevas concesiones otorgadas por el Estado en el concejo de Langreo, tituladas Embajadora, Reguerina y Guapa 3º. 

Acogiéndose a los beneficios emanados del Decreto-Ley de 1868, refundió varias de sus concesiones primitivas de los vales de Carrocera, San Andrés de Linares, Blimea (San Martin) y los de Corcia y Barredos (Laviana) con los nombres de San Andrés de Linares, Valle de Carrocera, La Espesura, Blimea (San Martin), La Corcia, Los Barredos y Buena (Laviana)

Por el Fallecimiento de Ignacio Herrero, se hizo cargo de todo su haber social la Casa Bancaria titulada Herrero Hermanos. 

HERRERO HERMANOS

Esta nueva sociedad extendió sus explotaciones a los grupos de minas conocidas con el nombre de Sallosas y Generalas, estableciendo la comunicación con la concesión obtenida de un ramal minero emplazado sobre la carretera del Estado, desde Sotón a Sotrondio, para la explotación de las minas de los grupos de Rimadero y Santa Bárbara. para comunicar con el ferrocarril a este ultimo vale, se construyo el túnel que hoy se conserva en las inmediaciones de Sotrondio.

Adquirió mas tarde, por compra y concesión del Estado, las minas llamadas Los Llerones, Dos Amigos, Alejandra, Romualda, Isabel, Manuela, La Desgraciada, Abandono (Turiellos), Modesta, Prezosa, Hallada, Descuido, Llamarga, Nombrada, Casualidad, Falsedad y Carmencita (Ciaño),pertenecientes a la antigua Sociedad conocida bajo la razón social de "Collantes, Bustamante y Compañía". Por aquella época, esta sociedad refundió sus pertenencias, situadas en la parroquia de Turiellos, en la concesión María Teresa, de 144 hectáreas, de las cuales fueron renunciadas en 1899, 120, demarcadas con posterioridad a favor de la Sociedad "Fabrica de Mieres", las minas nombradas "Escogida, Cuarta y Tercera,  y a favor de Mariano Ajuria las denominadas Disputada, Paz y Concordia. De las concesiones situadas en el valle de Ciaño, se refundieron con la concesión Guerra, las tituladas Modesta, Descuido, Casualidad, Falsedad y Carmencita. 

Así mismo, esta sociedad refundió los cotos mineros de La Esperanza y Blimea en San Martin y los de La Corcia, Los Barredos y Buena en Laviana, que formaban parte de la antigua sociedad Carbones de Santa Ana, con las minas nombradas Ocatava, Terca y 2º Vanguardia. Además registro y obtuvo títulos de propiedad de las minas tituladas Definitiva, Leonor, María Antonia, Alerta y Defensa en Langreo, Intercaladas en Laviana, Ninfa, San Vicente, Prudencia, Eudosia, Teresita, Inocencia, Triunfo, Matilde, Pilar, Africana, Alerta, Mercedes, Emboscada, Águila, Mamesina en San Martin, y las adquiridas a particulares, conocidas con los nombres Valle de Ciaño e Historia en Langreo y Nalona 2, La Sucia y Cazadora 2º en San Martin. 

Por aportación, esta sociedad traspaso todas sus propiedades mineras, instalaciones, ramales mineros, terrenos y edificios a la Sociedad Anónima Duro Felguera, formando parte de los grupos titulados Santa Ana, Carrocera y San Martin, nombres que conservan en la actualidad.



Texto de Julián G. Muñiz, autor de La Industria Hullera. 

lunes, 4 de julio de 2016

La Plazuela de San Miguel (Gijón)

(C) El cuaderno del geografo
 La Plazuela de San Miguel, toma el nombre de Evaristo San Miguel, militar liberal gijonés, que llegó a ser Capitán General de Aragón y Ministro durante la regencia de Espartero, y que hoy aparece homenajeado en un busto del centro del parque que fue instalado en 1922.
Para encontrar el origen de este pequeño pulmón hay que remontarse hasta 1868, año de su trazado sobre la punta de estrella más oriental de la fortificación que ciñó el perímetro de la ciudad con motivo de la guerra carlista. Desde 1909 se cerró a la circulación rodada en su andén central y apenas sufrió más modificaciones hasta 1946 cuando las obras de urbanización propiciaron el retiro de su arbolado original compuesto por olmos. Entonces se conservaron un par de palmeras y se plantaron
algunos Castaños de Indias. Para completar el resto de los huecos que dejaron los viejos árboles también se incluyeron tilos holandeses, que todavía están presentes en hileras paralelas, ciruelos rojos y drácenas. Así mismo, los jardines fueron sometidos a un vistoso diseño geométrico a base de setos podados por el jardinero Manuel Marco quien también abrió praderas y añadió notas florales. La renovación de la plaza se completó con la instalación de un kiosco de trazas racionalistas, protegido igualmente dentro del Catálogo Urbanístico.
 A la vista del gijonés que pasea a pie, el dibujo de la plaza parece inalterado desde su creación, algo que puede deberse a su estratégica situación a caballo entre la ciudad histórica y el ensanche, y al interesante legado arquitectónico que la envuelve y que ha convertido este lugar en una de las zonas más céntricas y valoradas de la ciudad.

La Quinta del Infanzón o Quinta de Duro (Gijón)

(C) La buena pitanza 
La Quinta del Infanzón o Quinta de Duro se encuentra en la parroquia de Cabueñes, Gijón.  Se trata de un típico conjunto de casa, jardín y campo de labor que en esta zona recibe el nombre de Quinta, realizado a finales del S. XVIII sobre una edificación principal más antigua (del S. XVII) y una finca de labor. En esa época las clases pudientes de la ciudad comenzaron a realizar en su entorno cercano conjuntos de Quintas formadas por jardines, tierras de labor, casas principales y de criados, con el fin de utilizar esos jardines y casas principales como lugares de esparcimiento y excursión de día. De esa época son los espléndidos ejemplares de coníferas. En la primera mitad del S. XIX, la finca fue adquirida por D. Pedro Duro, magnate de la industria siderúrgica asturiana que hacia 1.870 modernizó y amplió considerablemente el edificio principal dotándolo de una bonita columnata en su fachada sur, con vistas a su utilización de forma permanente durante los largos veraneos de las clases pudientes de la época. 

El edificio original fue transformado a mediados del siglo XIX en una quinta de recreo al gusto de la época. En épocas muy recientesha sido objeto de rehabilitación por parte de sus propietarios para permitir su uso terciario, manteniendo con acierto el encanto del edificio original.

El jardín, de influencia inglesa, está compuesto por ejemplares de nogal, secuoya, cedro del Líbano y del Himalaya, palmera, roble, magnolio chino, fresno, pino piñonero, tejo, castaño, falso ciprés de Lawson, avellano turco, pino de Servia, falsa acacia, bananero, pino de Monterrey, níspero, encina, alcornoque, higuera, arce noruego, laurel, ciruelo japonés, tilo, plátano de sombra, acebo, palmera de Fortune, circe o árbol del amor, peral, mimosa, manzano cerezo, gingko y castaño de Indias, la mayoría centenarias y con un porte excepcional. Otras especies son las hortensias, bambúes, bojes recortados, plantas de temporada y adornos florales. La estatuaria del jardín está compuesta por monumentales jarrones, una estatua alegórica de la Fe hecha artesanalmente en piedra, otra de un niño montado sobre un pez, originaria de Guadalajara y que es utilizada como adorno de la fuente principal, y otra en la trasera de la casa principal titulada “El Herrero” y hecha por el artista Mariano Benlliure (1862-1947). Desde Pedro Duro, ha sido una propiedad familiar y siempre ha estado habitada, utilizándose principalmente como casa de veraneo. Hoy, tras cinco generaciones familiares, Manuela y Carlos, junto con sus hijos Germán, Jesús y Pablo regentan un hotel con encanto conocido como Hotel Quinta de Duro.