sábado, 30 de abril de 2016

Iglesia de Santiago de Nembra (Aller)

(C) Amigos del Texu 
De Moreda arranca una carretera en dirección sur que, al poco, se bifurca en dos direcciones: una al oeste, hacia Villanueva y Boo y la otra, al este, que conduce a las parroquias de Nembra y Murias por el valle del río Negro. Es esta última la que debemos tomar. La iglesia parroquial de Nembra está muy cerca de dicha carretera.
En 1936 fue destruido el primitivo templo, probablemente de origen románico o gótico aunque  con las inevitables reformas posteriores. La antigua iglesia de Nembra desapareció durante la contienda entre hermanos que sufrió España durante los años 1936 y siguientes. Se constituyo la junta de vecinos que decidió reconstruirla junto con la casa rectoral. El presupuesto aproximado ascendió a 40.000 pesetas. A la nueva iglesia se le dio un giro con respecto a la anterior, de unos 30 grados, y tiene el eje sensiblemente perpendicular al de la carretera general.
Poco después de tan luctuoso hecho, en 1938, se empezó a construir uno nuevo en estilo neo románico y con sólidos materiales, templo que continua actualmente. Las mujeres transportaban piedras del cercano río Negro. Los hombres trabajaban en el levantamiento de las paredes. Los técnicos que dirigieron la obra lo hicieron también desinteresadamente  ya que de alguna manera había que intentar no gastarse las 40.000 pesetas. Durante la construcción de esta iglesia falleció un hombre. Maximiano el de La Carrera, accidentado cuando arrancaba las piedras en la cantera de Escrita.
 
El actual edificio de Santiago de Nembra, es como dije antes, de 1938 aunque es posible que se reaprovechará algún elemento solido de la primitiva construcción. La obra se empezó a construir en abril de 1938 y la tenían techada el 2 de noviembre de 1939.   En frente de la iglesia hay un tejo que se plantó sobre el año 2000. Tiene planta rectangular con una capilla adosada al muro izquierdo. En la portada, podemos ver puerta de medio punto flanqueda por dos jambas, con dintel y doble arquivolta. Sobre la puerta, tres vanos de medio punto separados por parteluz y sobre estos, un óculo. Coronando la iglesia, una espadaña con doble campana, rematada en un frontón ornamentado con una cruz.

Existe una leyenda que, de ser cierta, reflejaría la antigüedad del poblamiento de este lugar, retrotrayéndose nada menos que a los tiempos iniciales de la Reconquista. Se refiere a que en el Pico Moros (entre las parroquias de Nembra y Moreda), un magnate al servicio de Don Pelayo, Fruela, fue derrotado por los musulmanes a los que, no obstante, impreco con la famosa frase “Nembraros eis de mi a pesar de vos”. Se dice que “Nembra” viene de “Nembraros” y, de hecho, este lema figura en un escudo que existe en la casa de Doña Teresa Solís con un añadido “y a placer de mí”. En dicho escudo figuran armas de los Castañón, apellido genuinamente allerano. Por otra parte, tanto el lema como el motivo heráldico citados han sido incorporados al escudo del concejo de Aller.

Existe en Nembra una costumbre que dudamos que haya en otro lugar de Asturias relacionado con la Iglesia: la noche de final de año, y en dos potes diferentes, se depositaban papeles, conteniendo unos los nombres de los santos mas significativos y que más devoción suscitaban entre las gentes de la familia, y otros los nombres de santas. “Echar los santos” se llama a esta operación. Luego diciendo el nombre de la persona a la que se echaban los santos, se sacaba un papel de cada pote y se le entregaba al mencionado  una pareja, santo y santa, que le habían caído en suerte,  y a los que se encomendaba, rezaba e invocaba todo el año.

“a todos los santos y santas
Que nos tocaron en suerte
Nos favorezcan en vida

Y a la hora de la muete”


Fuentes consultadas: El románico y el gótico en Asturias; Ruta por los pueblos de Aller;Archivo histórico de Asturias. 

Palacio de Abajo (Cenera, Mieres)

En el centro de la localidad de Cenera, se halla este palacio del siglo XVIII conocido como el Palacio de Abajo. Perteneció a una rama de la familia Cachero, noble linaje que procedente del concejo de Riosa, se asienta en el valle de Cuna a mediados del siglo XVI.
Se trata de un bloque sobrio, más cercano a las pautas de la arquitectura tradicional que al ornamento barroco. Construido de mampostería de piedra concertada, que se presenta revocada, deja la sillería para las cadenas esquineras y los recercos de los vanos. Destaca el frente meridional, que se organiza bajo las pautas de la simetría, con el gran portón de entrada dintelado en el eje de la composición cuya clave se labra un mascaron sonriente y un motivo de acanto junto con la fecha de construcción, 1736. EN el piso primero se abren balcones enrasados con antepechos de madera tornados y vuelva un corredor de madera sobre ménsulas en el centro. La planta es rectangular, y  se desarrolla en dos pisos, con una estructura espacial muy modificada, al haberse dividido en cuatro viviendas en el año 1997, conservándose un zaguán del que arranca la escalera que conduce al piso alto, donde se conserva un espacioso salón.  Dentro del corredor y en su parte central se encuentra el escudo barroco ricamente decorado que recoge las armas de los Cachero de Riosa. Esta divido en cuatro cuadrantes y coronado con timbre de yelmo. Este palacio fue declarado BIC en 1995.


Fuente: Marta Llavona

Palacio de Arriba (Cenera, Mieres)

Palacio perteneciente a la familia Bernaldo de Miranda. Los orígenes del palacio pueden remontarse al siglo XVI, aunque sufrió una importante remodelación en el año 1755 según aparece en el dintel de un balcón situada en la fachada este que tiene labrada la siguiente inscripción “hizo esta obra Díaz de Riosa año 1755”. Sobra la puerta de entrada principal, dovelada en arco de medio punto, se conserva un reloj de sol fechado en 1808 en el que figura también una inscripción: “me hizo Antonio Fernández presbítero año de MDCCCVIII. Soy  de Francisco Fernández de Miranda y Tobar”. Responde al tipo de quintana tradicional asturiana al seguir un programa abierto que incluye la casa, las cuadras, una pequeña capilla dentro del recinto del palacio, un puente y un palomar cilíndrico de cubierta cónica. La estructura del edificio es de planta cuadrada, con espacios de trabajo (cuadra, caballerizas, bodegas, llagas y cocina) en la planta baja y las habitaciones y salas importantes en la primera planta. Exteriormente se manifiesta esta diferenciación con un piso bajo casi ciego, sin más huecos que los portones de entrada y una serie de saeteras abocinadas, mientras que en el piso superior se abren cinco balcones enrasados con la fachada y rodeados de sillar.
El edificio fue catalogado BIC en 1995 y hoy en día se le da uso como hotel.


Fuente: Marta Llavona

Palacio de Don Francisco Sánchez de Caso (Cerébanes, Peñamellera Baja)

La pequeña aldea de Cerébanes pasaría desapercibida si no fuera porque entre su caserio se encuentra  un edificio de singulares características, el Palacio de D. Francisco Sánchez de Caso. Se levanto entre 1733 y 1734, según la inscripción grabada sobre una de las puertas. Desgraciadamente fue incendiado durante las guerras carlistas y se encuentra en un lamentable estado de ruina, resistiendo el paso de los siglos gracias a su excelente factura.

La puerta principal adintelada se sitúa en el centro marcando el eje de simetría de la composición. Sobre ella t res balcones enrasados, el central con moldura de orejas, flanqueado por dos escudos protegidos por guardapolvo recto y muy deteriorados. En lo alto del muro se descubre una hornacina venerada con la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien Don Francisco, que había hecho fortuna en México, dedico una capilla en Cerebanes. Es de destacar en este palacio la singularidad que suponen las numerosas inscripciones que conserva, labradas en los dinteles de puertas y ventanas. Se trata de jaculatorias e inscripciones piadosas y conmemorativas, además de varias fechas señalando las etapas constructivas y el nombre del propietario.

Fuente: Marta Llavona 

viernes, 29 de abril de 2016

Palacio de Don Matías Faes de Miranda (Carabanzo, Lena)

En la localidad de Carabanzo en el concejo de Lena se encuentra el Palacio de Faes de Miranda, de estilo barroco. Fue levantado por don Matian Faes y Jovellanos, según consta en su diario, en el ultimo tercio del siglo XVII. El inmueble estaba destinado a ser la residencia de la familia de Lena. 

  Se encuentra en mal estado de conservación quedando únicamente en pie una hermosa torre situada en una esquina del conjunto. El resto de las edificaciones se encuentran en estado de ruina aunque se conservan algunas fotografías antiguas en las que se puede apreciar que se trataba de un cuerpo abierto en dos arcos situados junto a la torre.

La gran torre esta compuesta de tres plantas separadas por líneas de impostas. Tiene un balcón volcado y encuadrado por marco moldurado en su fachada principal que mira hacia el valle. Sobre este en el centro del hueco se encuentra el escudo de  pequeño tamaño con timbre de yelmo. Mientras, en el piso alto, entre dos ventanas, se encuentra el gran escudo principal con las armas de la familia Faes. Sustenta el escudo un hombrecillo flanqueado por dos leones sobre cuyas cabezas se asientan dos desafiantes soldados, armados y en pie. El conjunto esta construido con muros de mampostería de piedra reservando los sillares para las cadenas esquineras y cercados de huecos. 


Fuente: Marta Llavona

El Torreón (El Condado, Laviana)

(C) Antonio Alba
Entre la arquitectura civil del concejo de Laviana se conserva un notable caserío y un torreón medieval de especial interés, situados en la localidad de El Condado, en Laviana, que fue declarado Monumento Histórico Artístico.
Al torreón conocido también como “El Castillo”, se le atribuye un origen romano, como a otras torres, y una posterior reedificación en época de  Alfonso I el Católico con fines defensivos, pero  la obra es medieval, posiblemente del siglo XIV. La función defensiva de la torre queda manifestada por su posición elevada y dominante sobre un espolón de piedra  caliza que sobresale por encima del núcleo urbano y desde el que se podía controlar el paso del camino de Oviedo a Campo de Caso, paralelo a cauce del río Nalón.

De planta rectangular, presenta tres pisos: el inferior utilizado como calabozo, el segundo accesible por un arco de medio punto, y el tercero muy macizo son apenas huecos. De la construcción original se conservan los muros de mampostería de piedra y sillares en las esquinas, de la planta baja que contiene la caja de la escalera el hueco de acceso y tres pequeñas saeteras. En una esquina de la fachada oeste tiene el escudo de armas sobre un paramento de hormigón. La distribución interior ha sido totalmente remodelada. 

Fuente: Marta Llavona

El Palacio de Camposagrado (Langreo)

El Palacio de Camposagrado de Villa en Langreo, también conocido como Palacio Dorado esta declarado Monumento Artístico. Junto con el edificio del Palacio forman un singular conjunto la vieja torre, la capilla y sus dependencias.
La casa, que fue el antiguo solar de la familia Bernaldo Quirós, cuenta con una capilla anexa de estilo popular, muy remozada por obras posteriores, esta dedicada a San Cristóbal y en su cripta están enterrados los últimos marqueses.  Esta compuesta de dos alturas separadas por imposta de sillería y una planta bajo cubierta con amplio balcón. Las fachadas tienen diferente tratamiento: la principal e de piedra vista con dos plantas, la fachada visible desde la carretera, de mampostería de arenisca revocada, tiene tres plantas  con la sillería vista en los recercos de los balcones alargados enmarcados y las esquinales.

Al otro lado de la carretera, que parte la finca en dos, se encuentra un antiguo torreon de planta cuadrada conocido como “Torre de Villa”. Construida con mampostería de piedra tosca esta compuesta de tres pisos, de  estilo sobrio renacentista. El piso inferior se levanta sobre cuatro arcos escarzanos y tiene la cubierta abovedada. El piso siguiente ofrece huecos adintelados, con madera, y, el piso alto, separado por una línea de impostas, es un desván bajo cubierta a cuatro aguas y forma piramidal. 

domingo, 24 de abril de 2016

Mesón Ca Güilu (Aller)

El Meso Ca Güilu se encuentra en Moreda, Aller. Es un mesón de cocina tradicional y hecho en casa. Tienen una pequeña terraza para los días soleados y sirven menú diario. Los precios son populares, Su especialidad son los platos de cuchara. Suelen participar en menús para jornadas o eventos del concejo como por ejemplo las jornadas de los tortos, setas silvestres, certamen de la hamburguesa o el menú para la feria de Nevaria.
La atención al cliente es muy buena y las raciones son abundantes. Os dejo un ejemplo de menú y una foto de la tarta de turrón casera, ¡qué está buenísima!

Mesón Ca Güilu 
Avenida Tartiere nº 20 
Moreda (Aller) 
Teléfono: 985-48-24-95

miércoles, 20 de abril de 2016

La implantación de la enseñanza religiosa en las cuencas mineras de Asturias

“Lo primero que se advierte en los rostros de los obreros asturianos es la huella infame del alcohol…De la lujuria apenas queremos decir nada. Lo que dicen que es cierto es que el adulterio es sobradamente ordinario…Al lado de esta llaga inmunda está la del lujo en las jóvenes…Los mineros blasfeman a troche y moche. Su boca mana tan diabólica vena como una fuente en el agua…los niños aprenden tan impía costumbre en el hogar, en la calle, en el taller, por todas partes…”


Impresiones de un valle

Estas fueron las impresiones que recibió el padre Nazario González, cuando llegó al valle del Caudal y que acabó publicando en1950 en el nº 3 de la revista “Información Lasaliana”. Si damos por supuesto que su opinión reflejaba la de todos los hermanos de su orden, nos explicaremos por qué, cuando los frailes fueron llamados a encargarse de la enseñanza de aquellos pequeños pecadores, asumieron que estaban en un territorio de misiones similar a las colonias que ya conocían en otras partes del mundo.

Si les parece que exagero, déjenme recordar otro párrafo extraído de un artículo escrito para celebrar el aniversario de la fundación de su primera escuela en Mieres: “Hace veinticinco años la Hermandad de la Salle apareció en La Villa, la más insumisa de las kábilas mierenses. Sobre el negro uniforme de esta heroica milicia de Roma, los pecherines blancos proclamaban con su infantil aleteo, la pureza de sus corazones: dos páginas en blanco parecían haber sido elegidas como símbolo de su misión educadora.” 
Y al fin y al cabo, si nos situamos en la óptica del fraile recién llegado a la cuenca minera, veremos un territorio inhóspito, una kábila poblada por una masa inculta, maleducada y atea de trabajadores al servicio de unos empresarios llegados desde muy lejos, que hacían su vida al margen de aquella sociedad o apenas aparecían por aquí, como era el caso de don Claudio López Bru, el segundo marqués de Comillas; unos capitalistas que creaban empleo en esta tierra buscando, como es lógico, su propio benefico y que trataban a sus obreros con la misma generosidad que los emprendedores colonialistas en el África negra o en Indochina.

Aquella era definitivamente una tierra de misión y ningún sitio mejor para desarrollar esta labor que las escuelas, porque desde los inicios de la civilización y hasta el tiempo presente, la palabra de los maestros ha sido fundamental a la hora de transformar a los niños y niñas en buenos ciudadanos y la coyuntura que se vivía en la Montaña Central con el auge de la industrialización requería trabajadores sumisos, fieles a dios y al patrón.

La Ley Moyano

Desde el siglo XVII y hasta 1857, cuando un gobierno liberal promulgó la llamada Ley Moyano, las órdenes religiosas monopolizaron la enseñanza en las capitales de España, como sucedía también en toda Europa; pero la mayor parte del país y especialmente Asturias, era profundamente rural y con una población dispersa y mal comunicada, de manera que la única enseñanza que recibían la mayoría de los pequeños venía de los conocimientos tradicionales transmitidos de generación en generación dentro de cada familia.

Esta situación era la causa de la elevadísima tasa de analfabetismo de la región y traía la consecuencia de que solo se transmitía el aprendizaje de los conocimientos relacionados con las labores del campo y el ganado y a las habilidades necesarias para moverse y aprovechar el entorno más próximo, mientras se ignoraba todo lo que no estuviese directamente relacionado con la vida cotidiana.

La Ley Moyano dividió sus contenidos en cuatro secciones: la primera se ocupaba de los estudios; la segunda, de los establecimientos de enseñanza; la tercera, del profesorado público; y la cuarta, del gobierno y administración de la Instrucción pública. La enseñanza primaria era obligatoria desde los 6 hasta los 12 años y gratuita para los que no pudieran pagarla, pero en la práctica todo siguió dependiendo de la iniciativa de los municipios o de la iniciativa privada.

Hasta que a mediados del siglo XIX se crearon las Escuelas Normales, lo habitual fue que cada comunidad estableciese un contrato pactando las condiciones con maestros que solían compartir este trabajo con otros oficios que a veces estaban tan alejados de lo cultural como el de tabernero y cuyos conocimientos eran a veces tan escasos que apenas podían transmitir otra cosa que las cuatro reglas y las primeras letras. Su paga se fijaba tras un regateo y salía de los arbitrios municipales y de las Obras Pías o de Fundaciones, que abundaban en las zonas rurales y, con frecuencia, el texto básico que se empleaba para aprender a leer era el catecismo.

Del mismo modo, se determinaba la duración del curso, limitado a los meses de invierno, la época en que se precisaban menos los brazos infantiles para las tareas del campo, y también se especificaba el lugar que debía servir como escuela, casi siempre los atrios de las Iglesias, otras veces debajo de una panera y en ocasiones habilitando locales tan pintorescos como el palomar circular que aún se conserva en el Palacio de Arriba de Cenera.

Aunque en ocasiones, aún podía ser peor, si hacemos caso de esta descripción que se publicó en un informe sobre las escuelas asturianas a principios del siglo XX: “...cuadras convertidas en escuelas, locales con grietas enormes en las paredes por donde entra la nieve y el agua, locales a teja vana en donde el maderamen podrido cruje con la acometida del viento…escuelas en las bajeras de los hórreos rodeados de estercoleros, otras contiguas a las tapias del cementerio, por las que los días de lluvia se escurre un caldo espeso y nauseabundo”.

Las escuelas de primera enseñanza

La ordenanza de 1857 vino a poner un poco de orden disponiendo el mantenimiento de las escuelas de primera enseñanza y la retribución dineraria de los maestros, ayudando con dinero del Estado a aquellos pueblos que no pudiesen asumir este gasto con sus propios presupuestos; también señaló la necesidad de construir escuelas elementales fijando su tamaño en función de la cantidad de niños y niñas de cada lugar, así como la ubicación de las escuelas superiores, estableciendo que, al menos la tercera parte, debían ser escuelas públicas.

Una característica particular que alivió la situación del territorio asturiano fue la creación de cientos de escuelas con el dinero que enviaba la emigración americana. Por citar una zona, en el Alto Nalón son buenos ejemplos las escuelas de Tanes y Campo de Caso. La primera se abrió por la iniciativa del párroco de la Colegiata en la década de 1890 y se mantuvo por las aportaciones de los indianos y la segunda fue construida en las primeras décadas del siglo XX y financiada hasta su destrucción durante la Guerra Civil por la Sociedad Casina de La Habana. Otra más, la de Soto de Agues, se pudo construir asimismo en 1923 con el dinero de los emigrantes.

También hubo algunas iniciativas personales como la de don Gaspar de Las Traviesas, gracias al cual se pudo iniciar allá por 1880, la construcción de la escuela de Caleao; o la de don Pedro Suárez, desplazado a La Habana, que completó lo recaudado por sus vecinos para poder concluir los trabajos de la de Rioseco, en el concejo de Sobrescobio.
Pero la aplicación de la Ley Moyano era imposible en aquellas aldeas alejadas de todo y ajenas al proceso de modernización que ya era imparable en las capitales de los concejos mineros y en las zonas más próximas a las grandes explotaciones mineras y las fábricas. La industrialización atrajo a las Cuencas del Caudal y del Nalón un aluvión de familias atraídas por la demanda de trabajadores, que llegaron desde otras regiones multiplicando la población infantil. Pronto se vio pronto la necesidad de abordar la escolarización de estos centenares de niños y niñas cuyo destino no podía ser otro que el de heredar el trabajo de sus padres en las galerías y los hornos.


Enseñanza y orden social

Por otro lado, a finales del siglo XIX los capitalistas eran conscientes de que la mejor manera de defender su posición de privilegio pasaba por mantener el orden social y esto solo podía lograrse si los trabajadores aceptaban con normalidad el papel de sumisión que les correspondía por haber nacido en una clase social destinada a la producción de riqueza que ellos aprovechaban.

Para que asumiesen esta circunstancia, había que educarlos en esta idea desde niños, inculcando en sus conductas infantiles unas normas que ellos debían asumir con normalidad, sin cuestionarse nada, considerando que el hecho de que los obreros debían trabajar para enriquecer a sus patronos era algo tan inmutable como los nombres de los continentes o la tabla de multiplicar.

A nadie se le escapa que las escuelas han sido hasta la llegada de las nuevas tecnologías el medio más eficaz para divulgar los postulados de la ideología dominante, por eso, las instituciones y las familias apoyaron la autoridad de los enseñantes que no dudaban en emplear incluso los castigos físicos para reforzar este aprendizaje.

Los empresarios comprendieron enseguida que el eje de este sistema estaba en los propios maestros. En aquel momento, la orientación educativa dependía de la Universidad y más concretamente de la visión de sus rectores, entre los que había intelectuales tan alejados de este concepto de enseñanza autoritaria como Félix Aramburu o Fermín Canella, impulsor de la Extensión Universitaria, la Universidad Popular, las Escuelas Neutras y los Ateneos, siguiendo los postulados laicos de la Institución Libre de Enseñanza.

Estaba claro que esta situación era contraria a sus intereses y por eso se buscó una alternativa en las órdenes católicas y los patronos establecieron contacto con las congregaciones dedicadas a la enseñanza, que no dudaron en desplazar a sus efectivos humanos si se les proporcionaban las infraestructuras y la dotación económica necesaria.

La educación femenina

La enseñanza religiosa en las Cuencas tuvo su primer objetivo en la educación femenina, seguramente porque en aquel momento todavía se anteponía la necesidad de obreros infantiles a su educación y el número de niños obreros era superior al de niñas. En Sama de Langreo, el reglamento de de las escuelas de Duro y Cía ya establecía en 1869 la obligación de asistir a la misa dominical, el rezo obligatorio al término de las clases de la mañana y de la tarde, y el Rosario, semanal para los niños y diario para las niñas, anunciando esta diferencia entre sexos, pero hubo que esperar a 1897 para que la empresa, con ayuda del Ayuntamiento de la localidad, decidiese llamar a las Hermanas Dominicas de La Anunciata para que inauguraron aquí un colegio, el primero de los que le iban a seguir en la Montaña Central.

Unos meses más tarde, las monjas fueron llamadas por Enriqueta Guilhou para sustituir en Ablaña a las maestras laicas de Fábrica de Mieres. Allí fundaron una Casa Colegio con cuatro hermanas Dominicas a comienzos de 1898 con el objetivo de educar e instruir gratuitamente a las hijas de los obreros y empleados de la empresa, y se encargaron a la vez de abrir una Escuela del Hogar. Poco después se establecieron en el centro de Mieres y también en Ujo y Caborana, donde abrieron incluso Escuelas Dominicales para alejar a las niñas de las distracciones de la calle disminuyendo sus horas de ocio.

En Sotrondio y Bustiello la enseñanza femenina se cedió a otra orden francesa, encargada a la vez del hospital del poblado minero: las Hijas de La Caridad de San Vicente de Paúl. Una congregación que también era conocida en otros ámbitos más sórdidos, como el control de las reclusas en las cárceles francesas, labor que repitieron en España durante la posguerra, donde, a juzgar por los testimonios de las reclusas, no destacaron por su comportamiento piadoso y que ahora ha vuelto a la actualidad al estar implicada en el triste caso de los niños robados a sus madres en fechas mucho más cercanas.

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas

En cuanto a los niños, su educación se dejó casi exclusivamente en manos de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, otra orden francesa cuya implantación en Asturias vino motivada por la política de Émile Combes, ministro de Instrucción Pública y de Cultos en el gobierno de León Bourgeois y antiguo seminarista que –como suele suceder en muchos casos- cuando abandonó aquel recinto se convirtió en un activo militante anticlerical.

Casi todos los religiosos y religiosas que se encargaron de abrir sus escuelas en los valles mineros eran españoles, pero pertenecían, como vemos a congregaciones francesas e incluso algunos habían llegado desde el país vecino forzados por la Ley de Asociaciones que se aprobó allí el 1 de julio de 1901 bajo la inspiración de Combes.

Aquella norma supuso el cierre de miles de colegios católicos en Francia, aunque para la Iglesia lo más duro fue la aprobación en el Parlamento de otra Ley, el 7 de julio de 1904, que dio un plazo de 10 años para que ningún religioso pudiese enseñar o dirigir un colegio, basándose en que no se podía confiar la educación de los niños y de los jóvenes a quienes los formaban “únicamente para reaccionar contra los principios de la Revolución".

Para evitar desvincularse de las escuelas y poder seguir con su trabajo como maestros laicos, algunos religiosos se secularizaron, pero otros consideraron esta actitud como una "apostasía" y se trasladaron a España, un territorio ajeno a esta polémica y que ofrecía muchas posibilidades de crecimiento.

La llegada de los Hermanos de las Escuelas Cristianas al Nalón estuvo ligada a don Buenaventura Junquera, ferviente católico y director técnico en aquellos años de Duro-Felguera. Se establecieron primero en Ciaño, en una pequeña escuela atendida por los mismos frailes que se encargaban del culto y de la predicación por la zona y luego, el 1 de abril de 1902, pasaron a La Felguera, más poblada y que ofrecía más posibilidades. Allí trabajaron en un principio cuatro hermanos junto a otros maestros no religiosos, que impartían enseñanza primaria gratuita a los hijos de los obreros de la empresa y a otros niños de la localidad.

Este fue el primer centro que llevó, en España, el nombre de "San Juan Bautista de La Salle" y, tuvo tanto éxito que, apenas un año más tarde, tuvo que cambiar de lugar para atender a unos 500 niños y también a 300 adultos, lo que hizo necesaria la presencia de más frailes. Luego su crecimiento solo se detuvo con la crisis que en 1905 afectó a la empresa, obligando a limitar su matrícula a los hijos de sus trabajadores, lo que motivó protestas entre los vecinos que quedaron excluidos de las aulas. 

Los Guilhou y Fábrica de Mieres

En el Caudal la labor de protección corrió a cargo de la familia Guilhou, que había pasado en tres generaciones por el judaísmo, el calvinismo y al catolicismo que en aquel momento practicaban con fervor doña Enriqueta Guilhou, y susLos Guilhou.jpg hijas Jacqueline y Marta, que serían respectivamente la marquesa de Villaviciosa y la condesa de Mieres. Ellas sabían por la fluida relación que mantenían con el país vecino, de donde procedía su linaje, la desgracia que estaba afectando a los hermanos de La Salle y vieron claro que establecer una relación con ellos podía beneficiar a las dos partes.

La operación se hizo con la mediación del párroco de la villa, don Valeriano Miranda, seguramente el cura más popular de esta villa, que cuando falleció en 1927 después de haber pasado 42 años al frente de la parroquia de San Juan, fue reconocido como hijo adoptivo de Mieres. Don Valeriano era primo del capellán de los frailes de La Felguera, Eduardo Merediz, y le informó del interés que manifestaban los empresarios mierenses por repetir la experiencia que se estaba dando en el Valle del Nalón, construyendo aquí otro colegio regido por los mismos religiosos para asegurar la educación de sus futuros obreros.

El siguiente paso consistió en hablar con el Provincial de la congregación, quién no dudo en dar el beneplácito a este plan y el 24 de marzo de 1904 llegó desde Bujedo, en Burgos, donde se emplaza el centro administrativo lasaliano en la península Ibérica, el primer hermano, encargado de estudiar el terreno y de establecer los contactos con las autoridades de la villa, antes de recomendar el traslado de otros compañeros.

Igual que había sucedido en Ciaño, el colegio tardó en encontrar su ubicación definitiva. Los Guilhou, que contaron con el apoyo de la Junta Provincial de Beneficencia, ofrecieron primero el edificio que ocupaba el hospital de Fábrica de Mieres en Murias, cerca de donde se levanta el actual, pero fue rechazado porque parecía algo distante de la población; se recurrió entonces a unos talleres de la empresa, que se ignoraron por el mismo motivo y finalmente las aulas se pudieron habilitar en una casa de la adinerada familia Trelles en La Villa, que se aceptó “por ser punto estratégico y necesitado de Escuela”.

Pasadas pocas semanas desde la llegada de los frailes se abrió la matrícula limitada en un principio a los hijos de los obreros de la Fábrica, que se mostraron remisos a aceptar la invitación, de manera que las primeras plazas las ocuparon otros niños, pertenecientes a otras familias católicas y más pudientes de la población. Igual que sigue sucediendo hoy con determinados colegios concertados, esta circunstancia atrajo a los demás y hubo que habilitar un aula más y traer refuerzos desde Bujedo.

Como la demanda de matrícula siguió creciendo, se cambió una vez más de edificio mientras se iniciaba el 3 de noviembre de 1915 la construcción del definitivo: el Colegio Santiago Apóstol, que heredaba también los beneficios de la Obra pía creada por una herencia en 1624. Contaba con grandes patios para recreo, capilla, biblioteca y sala de juegos; fue inaugurado en 1918 y reconvertido en colegio público en 1971, tras la profunda crisis de vocaciones que unos años antes había diezmado a los Hermanos de la Doctrina Cristiana.

Con todo, en el primer tercio del siglo XX, estos frailes ya se habían extendido por Asturias, donde llegaron a abrir diez colegios, seis de ellos en las Cuencas mineras, financiados gracias a los convenios firmados por Hulleras de Turón, la Sociedad Hullera Española, Duro-Felguera, Coto-Musel y Fábrica de Mieres, cuyos directivos vieron en ellos un baluarte contra la extensión del sindicalismo y la militancia obrera. Luego, superando los altibajos que supuso la etapa republicana y la Guerra Civil, su impronta acabó marcando a varias generaciones de jóvenes que en uno u otro momento de sus vidas se educaron aquí bajo sus postulados.


Bustiello, la ciudad de Dios

Es bien sabido que el paradigma de la enseñanza religiosa estuvo en Bustiello, inspirado por el paternalismo que don Claudio López Bru, el segundo marqués de Comillas convirtió en la seña de identidad de su empresa, la Sociedad Hullera Española. Varias monografías publicadas en los últimos años sobre este lugar se extienden en los detalles de unas vidas marcadas por un acuerdo no escrito en el que las familias renunciaban a sus libertades, especialmente en lo concerniente al pensamiento y la expresión, a cambio de disfrutar de mejores condiciones de vida que las que padecían los trabajadores de las zonas limítrofes.

En el poblado nada era inocente. Las construcciones se escalonaron simbólicamente en tres niveles imitando una pequeña ciudad de Dios: la Iglesia y los religiosos en lo más alto; las lujosas viviendas de los directivos en un nivel intermedio y las viviendas de los trabajadores debajo. El único espacio abierto donde poder reunirse estaba frente al templo y no tardó en levantarse allí un monumento al piadoso aristócrata con una estética que recuerda demasiado a la imaginería mariana.

La obsesión religiosa del marqués culminó aquí con una completa conjunción entre los intereses empresariales y la religión católica, reflejada en el postulado de que no podía ser buen obrero quien no era buen católico, ni –a la inversa- buen católico quien no era buen trabajador.

El lugar más sagrado de la comunidad era -y sigue siendo- el altar de su iglesia, adornado con tallas que representaban los tres pilares económicos del marqués: La navegación, el ferrocarril y la propia minería, ante los que debían arrodillarse en cada ceremonia los habitantes de Bustiello.

El propio marqués presidió la firma del contrato fundacional para que el 4 de diciembre de 1906 la Escuela de la Inmaculada iniciase sus trabajos. Este centro, con comunidad de 9 hermanos iba a ser el punto de partida para la expansión de la congregación de la Salle en el territorio de la Sociedad Hullera. Desde allí salían cada día los frailes hacia Ujo y Caborana, donde ya había prendido la llama del marxismo y por ello era más difícil asentar su misión, de forma que hasta 1922 no se estimó conveniente construir en las dos localidades los nuevos colegios de San Claudio y de Santiago Apóstol.

Manuales y catecismo

El currículo de las escuelas regidas por la Sociedad Hullera Española se componía de Lectura, Escritura, Gramática, Aritmética, Geometría, Geografía, Historia de España y dos asignaturas confesionales: Historia Sagrada, que impartía un maestro y Doctrina Cristiana, a cargo del capellán de la empresa. También era obligatorio concurrir al catecismo y una vez al mes se reunía a todos los niños del coto minero para realizar un examen, de cuyos resultados se informaba a los patronos. Por supuesto, era injustificable la ausencia a la misa de los domingos y fiestas de guardar que se celebraba en la iglesia del poblado minero y hasta donde se desplazaban a pie las niñas de Ujo encabezadas por su maestra.

En la otra orilla, la enseñanza confesional tuvo en estos años un serio oponente en la actitud laicista del denominado “Grupo de Oviedo”, articulado en torno a la Universidad y que integraban intelectuales como Rafael Altamira; Leopoldo Alas “Clarín”, Adolfo Álvarez Buylla; Adolfo González Posada o el mierense Aniceto Sela. Ellos perseguían el doble objetivo propuesto por la Institución Libre de Enseñanza de formar a los obreros en el conocimiento de las materias prácticas e impedir el control ideológico de las escuelas católicas y por ello inspiraron la apertura de escuelas racionalistas y neutras con una pedagogía basada en compaginar la práctica diaria de las actividades en el aula y el trabajo de campo.

En estos centros se divulgaban las ciencias positivas como la física o la química, mientras las materias confesionales se sustituían por otras como la anatomía y la fisiología, que los frailes evitaban porque obligaba a los niños a pensar en cosas tan peligrosas como la dificultad de casar la narración bíblica del origen de Eva con la evidencia de que los hombres no tenemos una costilla menos que las mujeres.


Escuela neutra de Turón y laicismo

En 1911 se abrió la Escuela Neutra de Turón y en el curso siguiente la de Mieres, que dependía del Centro Obrero, y poco después ya eran muchos los pueblos que contaban con la suya, hasta que la dictadura de Primo de Rivera puso freno al librepensamiento y lo intentó reemplazar por nuevas escuelas que dependían de asociaciones confesionales como la Acción Católica en Langreo, el Sindicato Católico en Ujo o la Juventud Católica en Mieres. La Iglesia intentó combatir estas enseñanzas impulsando por su cuenta la educación popular de los adultos y consta que en lugares como Laviana, después de advertir desde el púlpito que el Infierno esperaba a quienes asistiesen a la Escuela Neutra, se logró la renuncia de los maestros que colaboraban con aquella empresa.

En realidad, los defensores del laicismo no buscaron nunca el combate directo contra la enseñanza religiosa, seguramente porque sabían que llevaban las de perder, dada la influencia que el clero ejercía sobre la mayor parte de la población. Un buen ejemplo está en lo que ocurrió el 29 de junio de 1901, cuando el marqués de Comillas organizó una peregrinación infantil religioso-patriótica a Covadonga con el fin de responder “a las tempestades que contra la Religión y contra la Patria se desatan en estos aciagos tiempos en nuestro país”. 19 coches de pasajeros se llenaron con las familias de los trabajadores de la Hullera Española y los niños desfilaron en Ujo, Mieres y Oviedo, acompañados de las autoridades. La prensa cuenta que en la capital se sumaron los niños del catecismo para dirigirse hasta la Catedral, donde iban a oír misa y que al pasar por delante de la Universidad se izó la bandera por orden del vicerrector Fermín Canella, que como dije antes era un conocido librepensador y miembro de la masonería.


Rosario Acuña

Otra mujer que nunca ocultó tampoco su vinculación a las logias fue Rosario Acuña. En un discurso que pronunció en 1911 sobre el asunto del ateismo en las Escuelas Neutras, vemos cual era la postura de sus impulsores que no negaba la existencia del Gran Arquitecto del Universo, sino la forma de interpretarlo que tenían los que ella llamaba mercenarios de la fe:


“...yo por mí, sé deciros que, cuando en los linderos de mi niñez, asomé mis ojos a un anteojo en el observatorio astronómico de París, y vi pasar ante mi vista el planeta Venus en su plenilunio, con sus polos brillantes y su ecuador ceñido de plateadas nubes, fue tal mi emoción de amor al creador de tan hermoso astro, que mis pupilas se anegaron en lágrimas y se grabó en mi mente la firme creencia en su existir y su poder…¡Este es el ateismo de la escuela neutra! Ella le dice al niño: “Mira, oye, observa, estudia y deduce”.

Con un planteamiento muy diferente, basado en la obediencia y la fe incuestionable en lo que no se puede ver, oír, observar, estudiar o deducir, los religiosos y religiosas que se establecieron en la Montaña Central alcanzaron en esos años un gran prestigio entre los vecinos, y en esta consideración tuvieron mucho que ver dos novedades que incluyeron en sus escuelas: la separación de los alumnos en diferentes aulas según su edad y la disciplina para controlar su asistencia, pero al mismo tiempo, los padres siempre fueron conscientes de que el éxito escolar en sus colegios dependía tanto del nivel social de sus familias como de su comportamiento religioso.

De frailes, monjas y empresarios

Por otro lado, tanto los frailes como las monjas asumieron conscientemente una relación de dependencia con los empresarios que financiaban los colegios y que se refleja precisamente en lo que ocurría con el registro de faltas, solicitado a menudo por los directivos interesados en saber no solo cual era la actitud de los padres ante la disciplina de sus hijos, sino también el estado de salud del que gozaban sus futuros trabajadores. Y estos datos también tenían sus consecuencias, cuando llegaba la sorpresa de que algunos antiguos alumnos eran rechazados en el momento de incorporarse a las minas porque en el momento del reconocimiento médico se hacían constar sus antecedentes de mala salud. Los colegios religiosos se identificaron además con la mentalidad clasista de los patronos, haciendo suyas sus ideas políticas y transmitiéndolas además a las asociaciones juveniles que fueron creando en paralelo a los colegios y que nunca ocultaron sus simpatías por determinadas opciones políticas, para desesperación de algún sacerdote crítico como Maximiliano Arboleya, que supo ver el riesgo que esto entrañaba.

El movimiento obrero consideró desde un principio a las ordenes católicas como una especie de policía ideológica que facilitaba a las empresas informes sobre el comportamiento público y privado de las familias, de los que dependía la posibilidad de una mejora en el puesto de trabajo. También era notorio que en ocasiones no dudaban en aconsejar los despidos de quienes planteaban dudas sobre su autoridad. Desgraciadamente, dos décadas más tarde estas consideraciones sirvieron de justificación a los sectores más extremistas que en la revolución de octubre de 1934 resolvieron el odio acumulado convirtiendo al clero en objetivo de su violencia.

Momentos agitados

Aunque, para llegar hasta estos hechos debemos detenernos también en los desacuerdos que se habían vivido en los meses previos, tras la proclamación de la Republica española. En 1931, el nuevo régimen permitió que los colegios siguiesen funcionando, con la excepción de aquellos que regían los jesuitas, que como es sabido, fueron expulsados del país, pero se prohibió que las órdenes religiosas ejerciesen la enseñanza y que los crucifijos presidiesen las aulas, una cuestión que hemos visto volver a agitarse en épocas no tan lejanas y que aún sigue suscitando la polémica en determinados ambientes de este país.

Esta situación era un caldo de cultivo excelente para quienes querían agitar el fantasma de la persecución a la Iglesia, apoyándose en los incendios de templos que se habían producido en otras partes del país. En la primavera de 1932, tras un periodo de clausura, se volvió a abrir el colegio de los Dominicos de Ciaño al cargo de maestros seglares; sin embargo, un grupo de padres católicos logró que la enseñanza siguiese encomendada a los mismos hermanos y como protesta se produjo una huelga de 10 días en las minas de la zona forzando la intervención del Gobernador Civil. Finalmente se supo que entre quienes habían reclamado la vuelta de los religiosos había personas que ni pertenecían a la empresa ni tenían hijos en la Escuela, que fueron acusados de instigar el conflicto y multados.

El territorio controlado por los herederos ideológicos del marqués de Comillas, vuelve de nuevo a llamarnos la atención en esta época por el empecinamiento de las autoridades de la Hullera Española en permanecer al margen de la autoridad política. En Bustiello se siguió obligando a los niños a acudir en formación a la misa dominical desfilando y se castigaba severamente a los que faltaban a la fila.


La Ley de  Sustitución y las Asociaciones de Padres de Familia

A pesar de que las autoridades advertían de su ilegalidad, En otros lugares sucedía lo mismo y por persistir en esta costumbre el domingo de Carnaval de 1933 fue detenido y conducido hasta Mieres el Director de la escuela de Turón, pero a pesar de todo, una vez puesto en libertad, siguió haciendo lo mismo. De nada sirvieron las protestas de los socialistas: el periódico Avance publicó alarmado que en las Escuelas del Ave María de Boo, dependientes de la misma empresa, los alumnos estaban obligados a guardar las fiestas religiosas en vez de las que marcaba el calendario escolar republicano. Cuando a finales de 1933 se aprobó la Ley de Sustitución que ordenaba el relevo definitivo de las órdenes religiosas por maestros laicos, volvieron todo tipo de dificultades y sobre todo las económicas que impidieron acometer el proyecto.

El caso del colegio Santiago Apóstol de Mieres, propiedad de la Fábrica, que había cerrado sus puertas negándose a alquilar el edificio al municipio, fue esgrimido por el diputado Ramón González Peña para exigir ante las Cortes la nacionalización de estos centros, pero la propuesta fracasó al obtener solo el apoyo de los socialistas.

La respuesta de la Iglesia fue la creación de Asociaciones de Padres de Familia que impulsaron el desarrollo de las Mutuas Escolares, con el objetivo de hacerse cargo de las escuelas y cambiar a los frailes por seglares católicos, y en medio de esta marejada, de nuevo la Hullera Española seguía demostrando su fuerza ante las autoridades. En 1934, es sus escuelas trabajaban 58 maestros, entre ellos había 47 frailes y monjas.

El asesinato de los Hermanos de La Salle en Turón no hizo otra cosa que dar argumentos a algunas capitanías en las que ya se empezaba a conspirar para imponer por las armas una dictadura que restaurase el poder de la Iglesia. Lo consiguieron en 1939. Entonces España se definió como un estado nacional-católico y todo el país quedó convertido en una enorme escuela confesional. Pero este ya es otro capítulo.

Texto de Ernesto Burgos 

martes, 19 de abril de 2016

El zurrón asturiano

El zurrón era el utensilio más común de los pastores y vaqueiros para transportar comida, leche y otros productos o utensilios cuando iban a cuidar el ganado o cuando subían a los puertos y brañas. Es un saco hecho con la piel enteriza de cabra, cordero, rebeco y xato generalmente.

Los zurrones los fabricaban los propios campesinos y podían tener o no tapa. En Asturias los primeros se usaban generalmente en los concejos de Teverga, Quirós, Ponga, Amieva o Cabrales, mientras que los que no tenían tapa solían corresponder a los concejos de Lena, Mieres, Caso y Aller, siendo estos últimos los más trabajados.


A mitad del siglo XX comenzaran a utilizarse también las llamadas “zorronas o caramañolas”, hechas de hojalata para bajar la leche de los puertos y brañas. Hoy en día se han sustituido por modernas mochilas de materiales sintéticos mucho más ligeras.

Texto e imagen del Museo del Pueblo de Asturias.

Marca de calidad: Mesas de Asturias (gastronomía)

Mesas de Asturias es la herramienta con la que desde el Principado se potencian aún más los establecimientos de restauración de Asturias, donde la calidad no solamente prima en la excelencia de los productos y elaboraciones gastronómicas sino que se aúnan diferentes características que hacen que una buena comida o cena en uno de estos establecimientos se convierta en una experiencia irrepetible, en un marco inigualable, con decoraciones cuidadas hasta el más mínimo detalle, un servicio y atención esmerados y atentos en todo momento, para que nos sintamos como si estuviésemos en nuestra propia casa. 
Todo esto es algo que no se consigue en cualquier establecimiento y que demuestra que aquellos que cuenten con la identificación de Mesas de Asturias cuentan con todo el apoyo del Principado, no solamente ya por su comida, local o servicio sino por su buen hacer durante el paso de los años, con un trabajo digno de reconocimiento que han conseguido distinguirse por una muchas características positivas, ofreciendo gastronomía de calidad, cocina de autor y defendiendo a capa y espada la cocina tradicional, lo que se ve reflejado en todo momento en uno de estos restaurante donde se potencian todos los valores gastronómicos y turísticos de la región y donde son toda una referencia y ejemplo a seguir por muchos otros establecimientos que salpican la geografía asturiana.
Si quieres disfrutar de una excelente restauración asturiana puedes consultar el catálog online de restaurantes que ostentan la marca de calidad de Mesas de Asturias a través de la sección de folletos de Turismo Asturias pinchando aquí.

Teatro Riera (Villaviciosa)

La parcela ocupa una posición dominante, que le convierte en un referente dentro del hoy casco antiguo de Villaviciosa.  El Teatro Riera se encuentra en la Plaza Obdulio Fernández en Villaviciosa.  El proyecto se aprobo en 1945 y se inauguro en 1945. Se atribuye a Fernando Cavanilles Batalla. 

En este sentido, su diseño va a buscar el diálogo con su entorno, inspirarse en él, puesto que eclecticismo y referencias históricas menudean en su entorno: el ábside de la iglesia románica de La Oliva o las escuelas graduadas que se abren a la plaza de Obdulio Fernández Pando. El proyecto resulta ambicioso tanto por las dimensiones en planta y altura del edificio, como por el lenguaje historicista empleado y, sobre todo, por la fórmula del teatro-cinematógrafo combinado con oficinas y viviendas. En cuanto a la composición de las fachadas, se basa en la diferenciación y mayor carga decorativa de la principal, abierta a la plaza, respecto a las laterales, algo más sobrias, y la trasera, poco cuidada. El frente se compone simétricamente con un cuerpo central de mayor anchura y altura, flanqueado por otros dos, más estrechos y con tejadillo independiente; el cuerpo central presenta una breve escalinata que precede en el bajo a una triple arcada de medio punto, moldurada y con la clave despiezada, que da acceso a un vestíbulo exterior abierto. Vuela ante el primer piso un balcón corrido, con mensulones, cerrado con balaustrada de fábrica, al que se abren tres puertas balconeras enfatizadas por una moldura con orejas y de nuevo clave despiezada. En el segundo se practican vanos prácticamente cuadrados, con similar moldura y orejas. Una breve cornisa remata este cuerpo en horizontal, continuando la línea del alero de los cuerpos laterales. Se define el tercero como un buhardillón con tres ventanas en las que se inscriben columnas de orden jónico sobre alféizar moldurado, definiendo una logia abierta o terraza inferior. Remata en un sencillo entablamento sobre el que vuela un alero notable por el trabajo de carpintería. Los cuerpos laterales están en perfecta sintonía con el central y conectan con las fachadas a las calles del Agua y del Sol, reiterando la existencia de balcón volado en el piso principal (con motivo semicircular en la clave de la puerta balconera) y ventana con orejas en el segundo.

La cabina de proyección se organizó con su propio acceso independiente mediante una estrecha escalera, teniendo segregado un cuartín (el cuarto de máquinas) donde estaban la bobinadora y el rectificador, así como el lavabo. Se dotó de un doble Super Ossa 42, con rectificador y amplificador, lámparas de xenio y sonido mono, un modelo característico de aquella época y de producción nacional . Dio servicio sin alteraciones hasta 1954, cuando se sustituye por un Westarc. En los 70 se instala un Westrex. Bajo proyecto de Pedro Quero y Edgar Robledo, ya como equipamiento municipal, el teatro fue completamente rehabilitado e inaugurado el 11 de septiembre de 2008.

La promoción, financiación, propiedad y explotación (sólo al principio) temporal del Teatro y cine Riera se debe al industrial Laureano Riera García, miembro de una conocida familia del concejo dedicada al negocio de la alimentación tanto en Villaviciosa como en Gijón. En lo relativo al aforo, contó con 410 localidades en el patio de butacas y otras 100 en general. Aunque el proyecto date de 1942, el inmueble no se inaugura hasta el 21 de noviembre de 1945 y cerrará sus puertas el martes 6 de mayo de 2002, para reinaugurarse en 2008. El salón simultaneó las proyecciones cinematográficas con la actividad teatral, así como con los acontecimientos culturales más destacados de la villa, en virtud de la cesión gratuita del mismo para albergar actos propios del consistorio, la mancomunidad u otras instituciones de la zona.

Texto de Roberto Álvarez Espinedo y María Fernández Gutiérrez.

domingo, 17 de abril de 2016

Cine de Piñeres (Aller)

Este cine parroquial se encuentra en Riocastiello de Piñeres. Su construcción data de 1959 y se cerró en 1972. Su contratista fue Adolfo Cordero. 
El edificio, levantado a dos alturas, se adosa al templo parroquial por su flanco meridional, sustituyendo al antiguo cabildo de factura tradicional. Consta de un cuerpo anterior, cubierto a tres aguas y con alero sobre mensulillas de madera, que cobija, en planta baja, el vestíbulo, con el ambigú y la taquilla en un cuerpo ubicado en su zona central, justo entre los dos accesos al patio de butacas. En la planta superior, a la que se subía mediante escalera exterior de patín, descubierta y en el flanco libre, se ubicaba la cabina de proyección y un anfiteatro que se dotó con el mobiliario (fundamentalmente las sillas) provenientes del salón parroquial. Su fachada se organiza mediante una marquesina volada y apoyada en dos breves pilares de perfil decreciente que separan tres grandes vanos acristalados (los de los extremos funcionan también como accesos) cuya carpintería es de madera. En el piso se abren también tres generosos ventanales ordenadamente dispuestos. Dicha fachada se carga y luce imitando despiece de sillares en la planta baja y las cadenas angulares. La sala de proyecciones se cubría a dos aguas, con el caballete paralelo al lado largo, y contaba con pasillos longitudinales por los laterales, aprovechando la disposición de los pilares que sustentaban la cubierta. Contaba con unas 230 butacas y un amplio escenario, cuyas medidas eran de 2,5 m. de altura por 3 m. de ancho y 11 m. de largo. Detrás del escenario se situaba la pantalla, fija, y un camerino. El cuerpo de la sala apenas conserva ya la cubierta. Sin embargo, el cuerpo anterior que cobija el vestíbulo, la taquilla, el ambigú, etc., parece estar en aceptables condiciones.
Desde 1952, D. Carlos, párroco de San Pedro de Piñeres, ya proyectaba películas en el bajo de la casa rectoral, con una capacidad aproximada para 60 personas. En 1959, un nuevo párroco, D. Bonifacio, que había continuado con la actividad, decide levantar un edificio ya dedicado a cinematógrafo, adosado a la iglesia y a consta del derribo del antiguo cabildo existente. Las sesiones eran, en un principio, en sábado y domingo. Más adelante se ampliarán a los lunes y viernes (viernes y sábados con película diferente). El horario era: lunes, viernes y sábado a las 20:00 horas en invierno y 21:00 horas en verano. Los domingos, tres sesiones, a las 12, 17 y 21 horas. El propio párroco era el administrador, encargándose de la economía y las relaciones con la Sociedad General de Autores. Cerró en 1972.
En 1959, con diez años de edad, empieza como ayudante de operador José Manuel Fernández Díaz, natural de Piñeres. Al año siguiente ocupará el puesto de operador hasta 1964. D.ª Piedad Fernández se ocupaba de la taquilla.


Fuente: Roberto Álvarez E. 

sábado, 16 de abril de 2016

Banco Herrero (Langreo)

(C) Bedri.es
El edificio del Banco Herrero pertenece al siglo XX, con un estilo arquitectonico que se mueve entre el eclectico y el modernista.
 Su uso actual son viviendas y oficinas de dicho banco. Es un edificio de cuatro  pisos, rematado en terraza, con una balaustrada en piedra que recorre todo el edificio. De la fachada destacan sobre todo las esquinas. 
Los elementos ornamentales eclecticos y modernistas se entremezclan, produciendo una sensación de calidad en el edificio. 
El arquitecto de esta obra fue el gran Enrique Rodríguez Bustelo. 

Los tortos asturianos y las jornadas del torto en Aller


Cuando el maíz llego de América allá por el siglo XVI, empezó a cultivarse poco después en Asturias y con él, llegaron platos tan conocidos como los tortos. Inicialmente fue un plato pobre, que comían los campesinos ya que para su elaboración, solo se necesitaba maíz, agua y sal, y permitía acompañarlo con cualquier cosa.  Los tortos 'típicos' son con picadillo y huevo o picadillo, huevo y cabrales, pero se pueden hacer con un montón de combinaciones distintas, ¡hasta dulces! Es cierto que, aunque se comen todo el año, cuando más "abunda" su consumo es en época de matanzaú

Lógicamente, a un plato tan famoso, tenemos que dedicarle sus propias jornadas gastronómicas. Están las jornadas gastronómicas de los tortos de Antromero (Gozón), Alto Sella, Llanes,.... En este caso os presento las jornadas del concejo de Aller que son este finde de semana. Podéis ir a disfrutar de este delicioso plato a Moreda, Nembra, Felechosa o La Raya. Aquí han adaptado los tortos. Tenemos desde los tradicionales tortos con picadillo, hasta unos más "light, como el de verduras y bacalao o algunos más innovadores como el de morcilla allerana, pera, pasas y piñones. Además a un precio popular, 2.50 euros.  Con la tarjeta "Alleradictos" (tarjeta gratuita) recibiréis descuentos para estas jornadas. 
¡Animaos! :)

viernes, 15 de abril de 2016

Edificio de viviendas de El Entrego (San Martín del Rey Aurelio)

Este edificio de viviendas de estilo modernista data de 1916. Se localiza en al avenida de la Constitución nº 53.
Tiene una planta rectangular y cubierta a doble vertiente. Su estructura en planta baja, piso y altillo. Su fabrica se muestra revestida de azulejo marrón, reservandose el enlucido, de color rosado, para el recercado de vanos. La fachada, en la parte izquierda del piso inferior, se encuentra notablemente alterada debido a su acondicionamiento como administración de lotería y discoteca; en el lado derecho se abren dos puertas: una en arco de medio punto que apoya en pilastras y la otra adintelada, con un sencillo enmarque de madera. El piso noble se presenta articulado con regularidad, abriéndose, a eje con las puertas, un balcón volado y una ventana rectangular, mientras que la mitad izquierda esta ocupara por tres balcones enredados, todos ellos con antepecho de rejería. En los dinteles se dispone una cenefa decorativa de formas circulares. En el altillo se abre un balcón enrasado con remate en arco muy rebajado, sobre el que se sitúa una peineta que culmina de forma escalonada y en la que aparece la inscripción "1916".
En la puerta hay una placa en la que consta: "constructor/B. Sopeña"

miércoles, 13 de abril de 2016

Antonio Cabezuelo Garrido: "la mina era dura, pero éramos felices y nos sentíamos algo importante"

Antonio Cabezuelo Garrido nació en 1930 en Alcaraz, Albacete. Hijo del campo, tras realizar el servicio militar, emigro a las minas de Asturias. Aquí conoció a su mujer, la cordobesa Antonia Palacios, se  casaron, tuvieron dos hijos y viven en Sotrondio. La entrevista fue realizada el 6 de diciembre de 1999 en Sotrondio.

Yo nací en un pueblecito que se llama Reolid, cerca de Alcaraz, el pueblo donde está enterrado el Pernales.
-          ¿Un torero?
No hombre, el Pernales era un famosísimo bandolero que trajo en jaque a toda la serranía durante años. Mi padre recordaba siempre el día en que la Guardia Civil lo había traído sobre un carro, muerto a tiros. Mi padre era de la quinta del 7 y había estado por África pero no sé si en tiempo de guerra. Qué cosas, 118 años tendría ahora si viviera
Un hermano mío, Rafael, había estado en el frente del Ebro, donde cayó prisionero y después de la Guerra dijo que ya no  volvía para el campo. Se vino para Asturias, igual que mi otro hermano Julián. Basculaba tierra en la escombrera del pozo Villar. Yo hice la mili en Valencia. Fue un servicio de 14 meses buenísimo porque se comía muy bien. En el cuartel que tenia granja propia, había cochinos, alubias, de todo. Cuando terminé la mili me llamo para que me viniese a las minas con él. Así que en 1953 me vine para aquí, con 50 duros que me había enviado para el viaje. El tren tardo dos días en llegar. El año pasado me fui a la tierra de mi señora, de la cuenca minera de Pueblonuevo del Terrible, el AVE nos llevo en una hora. ¡Que tiempos!

-          ¿Sabe usted, Antonio, que el  Terrible era un perro que allá por el siglo XVIII descubrió el primer carbón en la cuenca del Guadiato?
Pues mira, no lo sabía pero se lo he de preguntar a mi señora. Bueno, te decía que me vine para esta tierra y el primero que me dio modo fue el ingeniero jefe del pozo Sotón. Don Luis Sáenz de Santa María. El capataz era Aulalio y me echo de rampero a la Ernestina entre la 5º y 6º planta, con el vigilante Méndez. Mi primer picador fue Benito Santana que era de la Hueria de Carrocera y algo más joven que yo, había empezado a picar a los 18 años. Se porto conmigo maravillosamente, todavía cuando le veo me da una gran alegría. Más tarde me destinaron de vagonero a bascular tierra y a correr la tubería para ventilar los frentes, echaba algunas horillas todos los meses, en realidad una al día, así que si el mes tenía 24 jornales, pues 24 horas extra. La primera vez que baje al pozo me dio mucha impresión pero a los cuatro días ya era un coser y cantar. Yo venía del campo y desde muchachito sabia de la dureza del trabajo, pero abajo en la mina no hacía mucho frio ni mucho calor, tenias tu tarea y se trabajaba solo siete horas. Además me pagaron casi 500 pesetas, ¡como no me iba a quedar!

Al llegar solicite plaza para la colonia del Sotón pero tuve que esperar dos meses hasta que quedo una vacante. Allí vivíamos mineros de los pozos Sotón y María Luisa, también estaba la colonia de Villar pero era para Santa Barbará y Carrio. Y la del Fondón que no se qué pozos llevaba. Me descontaban 200 pesetas al mes pero era pensión completa, tres comidas y dormir. Cuando llegue todavía no había sabanas, solo mantas. Luego pusieron a las mujeres que andaban en otras tareas del pozo y ya tuvimos sabanas limpias cada quince días y había más limpieza.

-          ¿Les lavaban también la ropa?
No, no, cada minero tenía su lavandera. Yo por ejemplo le daba a mi cuñada 10 o 15 duros porque me gustaban las camisas bien planchadas, con el cuello duro, ¿sabe?. Me gustaba ir elegante.  Hasta me traje para trabajar el mono y las botas que me había dado Franco

-          ¿Conoció a Franco?
Bueno, es una expresión. La ropa me la había dado el Ejército pero a Franco le tuve delante de mí en Valencia. Yo estaba en el Regimiento nº  18, “España”, y en 1951 nos paso revista. Le conocí mientras pasaba delante del campo visual de un firme y disciplinado soldado español. Y los domingos me pegue con el muchas “farturas” como dicen por aquí: nos ponían paella y con los pimientos rojos escribían “¡Viva Franco, Arriba España!”

-           ¿Cree usted, Antonio, que alguno se comería con fruiccion el pimiento rojo con el nombre del Caudillo y dejaba que la digestión hiciera todo lo demás?
….Volvamos a la colonia. En la colonia estuve seis o siete años, hasta que me case  y nos mudamos a una casita de Tetuan pero las condiciones eran de miseria y cuando mi mujer cayo embarazada vinieron dos guardias municipales a verlo y mandaron un informe a su jefe, Caso, quien me dio vivienda en El Serrallo.

-          ¿Caso le dio casa?
Bueno, suena simpático pero aquello fue pasar a la gloria: tres habitaciones, cocina, baño, agua caliente. Fíjate que poco antes estaba aun en la colonia donde en una larga nave dormíamos 300 mineros, cada uno hijo de una madre y de un padre. Unos andaban al relevo de la noche, otros al día, muchos borrachos, pendencieros. Lo que más disputa creaba era la estufa: como la nave era tan larga y la estufa estaba en un extremo, a los de allí les asfixiaba el calor y a los del final no les llegaba, así que estos echaban más carbón y aquellos protestaban. El encargado era un cabo de guardas jurados, pero aquello era un jaleo muy grande, ¡no dormía ni Dios!. El jefe de los guardas era Grela y cada poco tenía que llamar a la Guardia Civil de El Entrego. Un día se pegaron dos picadores, Ramón Canga y Ferino: rompieron botellas y se pusieron como Jesucristo, todos rajados, pero nadie intervino. Aquella era muy expuesto. Además, lo peor era el juego. Había un vicio terrible y claro algunos no se controlaban y andaban siempre sin un duro pidiendo a los demás para un paquete de Celtas. Había uno de Jaén que tenía la mala suerte de perder siempre, así que a la hora de cobrar ya había dejado en las cartas el suelo de todo el mes y andaba pidiendo cinco duros para ir tirando hasta los bonos. Podías solicitar dos o tres bonos al mes pero no desde el primer día, tenías que llevar unos jornales ganados. Bueno, el caso es que aquello no se arreglo hasta que intervino la policía secreta y desarmo todo el tinglado. Además resulto que el más vicioso era el propio cabo de la colonia y lo echaron para la madera. Luego pusieron a Alejandro Teyero que se había quedado sin manos y sin un ojo al explotarle un cartucho el día de Santa Barbará en el 53.

Estando en la colonia los accidentes se vivían con gran intensidad. A lo mejor te tocaba ver la cama vacía justo a tu lado. Pero recuerdo sobre todo a Parra que se mato en 1963 y tenía un muchacho que andaba muy mal y después el pobre chaval se arrojo al tren  en el Berron. La viuda, Augustina, vive en El Serrallo. Yo tenía que tirar desde la parte de arriba del plano para recuperar vagones del vacío, al pide del codillo inferior había un nicho para resguardarse hasta que terminase de bajar el tercio (tres vagones). El medio salida, yo tire y al poco vi que la bobina giraba suelta, así que pensé “se ha escapao el tercio”. Al rato me avisaron de que se había agarrado a Parra. Es que se trabajaba muy acelerado.

Luego me pusieron de maquinista del plano inclinado y de maquinista del pozo balanza cuando me examinaron los de Jefatura de Minas. La maquina tenía 120 caballos y 6 atmosferas de presión de aire, estaba en el 4º corte y movía vagones y  personal (12,15 o 18 personas, 20 si los  ponías muy apretaditos) de 6º a 7º planta que eran casi 60 metros de altura. Cuando terminaba, yo subía por una chimenea hasta 5º planta y desde esta salía andando hasta la caña del pozo donde cogía ya la jaula para ver de nuevo la luz del sol
En los dos últimos años para la jubilación estuve parrillando junto con un compañero silicoso y poco antes de marchar me pusieron a pintar viguetas en el exterior cuando se estaba reprofundizando el pozo para la 10º planta.

-          ¿Recuerdas alguna anécdota curiosa?
He vivido muchas. Te tengo que contar la fiesta más simpática que puede que haya conocido esta tierra. Estoy casi seguro que nunca se repetirá así que pasen dos mil años de historia:
Allá por el año 1962 un grupo de mineros procedentes del sur creamos la Peña Diego Puerta en Casa Sanzo, lo que hoy es Casa Suárez, y un domingo de agosto organizamos en Sotrondio, en el Campo Flechas, donde hoy están las escuelas, una becerrada con novillos de Don Pedro Caminero. Trajimos tres sobraños que nos costaron a 12.000 pesetas cada uno. La plaza estaba abarrotada, no cabía ni una mosca y en las entradas fueron a 5 duros para los adultos y a 15 pesetas para los muchachos, pero aun así quedamos empeñados en 9.000 pesetas por culpa de que los de Blimea abrieron un huevo arrancando los bastidores que habíamos traído del pozo San Mamés. Se coló mucha gente. Pero eso fue lo de menos. Mira aquí tienes un cartel de la corrida y una entrada, fíjate, la número 1.202, ¡si te digo yo que aquello estaba abarrotado!. Las autoridades municipales revisaron la seguridad y dieron alta el festejo. Hubo banda de música y todo. Antonio Vasco, que era de Jaén, hizo de banderillero, el novillo le zarandeo  y le piso en el suelo fisurandole unas costillas. El pobre me decía respirando con dificultad “me cago en la puta. Antonio, toda la vida sin coger una baja en la mina y ahora me va a hacer falta por esta novilla”. Otro de los toreros era Carlos el Cordobés que trabajaba en el pozo Villar y apodábamos “el  limpia”, estaba medio cegarato el pobre y al torear perdió las gafas. La novilla le pasaba a dos metros y al entrar a matar clavaba el estoque en el suelo y la gente gritaba “Limpia, coño, tu vete al bulto”. Tuvo que saltar Manolo el carnicero a darle el golpe de gracia a la res. El cartel era de renombre  internacional: Pepín Rosales, Pepín de Landa y Paco de la Rosa. Ay madre mía lo que se rio toda la plaza aquella tarde. Recuerdo a la señora Velasco partida de risa y a muchas cogiéndose la barrida de dolores.
Otro día, Enrique “Cachondeo” y yo, desafiamos a una partida de bolos a Jamart, maquinista , y a “Patina”, el vigilante de la lampistería, que le llamábamos así porque había perdido una pierna en un accidente y tenía una pata de palo. Eran afamados jugadores, tiraban con un efecto terrible, que ni siquiera sabíamos contar. No ganamos ni una bola pero como lo pasamos con las bromas constantes de  “Cachondeo” que era un entibador que había venido de Jaén y siempre estaba haciendo chistes y de buen humos. Al final nos comimos todos juntos unas sardinas fritas regadas con un buen vino. Fue una tarde de amistad maravillosa por lo que merece la pena pasar una vida.
Cuando me jubile sentí una gran alegría. Cogí un huerto y sembré de todo un poco. Pero ahora ya no puedo. Tengo un problema del corazón y aquí me tienes con el bastoncito subiendo y  bajando esas escaleras parando por los descansillos. Con decirte que el otro día me encontré cinco duros en una cabina y para agacharme a recogerlos lo hice con una maniobra que parecía que estaba rindiendo honores…

-          Antonio, ¿se arrepiente usted de la mina?
Nunca. Fue muy duro pero éramos felices y nos sentíamos algo importantes. Decías “soy minero” y era un título. Pero a mí me hubiera gustado ser poeta. Hombre, yo no tengo estudios pero tengo un libro en casa que pone “Las mil mejores poesías de la literatura española” y alguna no las trae, de cómo la de Gabriel y Galán “un duro al año”, poesía social que antes no se podía recitar aunque dicen que se recito en el teatro Virginia aquí en Sotrondio hacia los años cuarenta. Cuando me dieron la medalla de Santa Barbará había uno que cantaba por Pedrito Fernández otros por El Tordin o El Presi y yo quise recitar algo pero me echo para atrás mi mujer. Pero hoy no me quedo con las ganas. Escucha:

Madre, ¿qué pasa en el pozo?
Mira que aglomeración.
Dicen que han muerto mineros
Por culpa de una explosión.
Mira, sale una camilla,
Otra , ¡otra! ¡y otras dos!
Son cinco mineros, madre,
Que desdicha y que dolor.
Madre, yo seré siempre minero
Como mi padre lo fue.
No quiero ser abogado
Ni registrador ni juez.
Yo seré siempre minero
Y a la mina bajare
Y donde pico mi madre
Allí mismo picare,
Para arrancar a la Tierra
En sus entrañas la hiel.
Hijo, ser minero es cosa triste
Y la mina traicionera es,
Siempre ronda la muerte
Y no quiero que tú mueras.
Madre, yo seré siempre minero
Como el auto de mis días
¿No ves que llevo por dentro
Un sentimiento muy grande?
Madre, yo seré minero

Como mi padre lo fue. 

Entrevista sacada del libro "Dejaron Huella".

domingo, 10 de abril de 2016

El chocolate en Asturias

De origen azteca, el chocolate llegó a España en el siglo XVI y se extendió gracias a las órdenes religiosas. Era un alimento de lujo para clérigos y clases sociales altas. En 1752 había en Asturias 29 chocolateros: 23 en Oviedo, 4 en Avilés, 1 en Llanes y otro en Gijón. Su consumo se generaliza en la segunda mitad del siglo XIX gracias al aumento de la producción del cacao, la mecanización y la publicidad.
El chocolate se elaboraba artesanalmente “a brazo” o “a la piedra”. En 1853 comienza en Asturias su fabricación industrial en “La Perla Americana”, de Oviedo. A principios del siglo XX había 70 fábricas y en los años treinta, su época de esplendor, llegan a 100. Este número se mantiene hasta la década de los sesenta en la que se inicia el declive de la industria chocolatera asturiana, quedando en la actualidad solamente una fábrica en Meres (Siero). Hoy, son los museos y los coleccionistas los que conservan la historia del chocolate en Asturias.

Comercialización
Desde el siglo XVII hasta el XIX, el chocolate se consume básicamente como bebida caliente. A mediados del siglo XIX se solidifica ofreciendo una forma nueva: la tableta o libra dividida en onzas. Posteriormente aparecen nuevas formulas como el chocolate con leche, la crema de cacao o el cacao en polvo.
Las empresas chocolateras asturianas eran, por lo general, de carácter familiar y vendían sus productos en el ámbito local y regional. Influyeron en la vida social y económica de Asturias y contribuyeron a la expansión de la industria litográfica (fabricantes de envueltas y envases) y de las

empresas publicitarias. Las fábricas de chocolate optaron por personalizar la presentación de sus productos, de manera que fuera más fácil su identificación y se distinguieran de la competencia.

El diseño de las envueltas era muy artístico con el fin de hacer atractivos sus productos, incluyendo toda clase de reconocimientos (premios de exposiciones, proveedores de la Casa Real, etc.) y escogiendo imágenes que llamasen la atención del cliente

Publicidad
De ser un alimento caro y exclusivo, el chocolate pasó a ser un alimento popular. Hasta su mecanización no necesitaba reclamos publicitarios ya que se destinaba a un mercado muy local. Con posterioridad, la industria chocolatera utilizara todo tipo de publicidad (carteles, cromos, anuncios de prensa y radio…), contando para ello con el apoyo de famosos dibujantes, y con una pujante industria litográfica nacida al amparo de la revolución industrial, con dos centros a la cabeza: Gijón y Luarca.
Además de la publicidad habitual en revistas, carteles, postales o cromos, las fábricas de chocolate emplearon un gran número de objetos publicitarios de uso cotidiano como abanicos, dedales, espejos, calendarios o bandejas.  A través de toda esta publicidad se puede conocer la historia de las costumbres sociales y de las artes gráficas en Asturias.

Coleccionismo
El chocolate adoptó como principal estrategia publicitaria el coleccionismo de cromos, que se puso
de moda a finales del siglo XIX, cuando empezó la época de los grandes almacenes, la publicidad y el consumismo.
Estas cromolitografías comenzaron a distribuirse para llamar la atención de cliente y estimular su fidelidad hacia  un producto. Iban dirigidas fundamentalmente al público infantil, que recibía ese regalo al comprar una marca determinada. Este tipo de estrategia obligaba a las familias a consumir una misma marca hasta completar el álbum.

Los cromos destacaban tanto por el entretenimiento como por su valor didáctico. Sus contenidos estaban relacionados con los gustos de la infancia y la juventud: la naturaleza, los avances de la ciencia, la historia, la geografía, la literatura, el deporte o los propios personajes creados por las marcas como Pinín o Pin el Suave. Tras esta aparente intención pedagógica se escondían hábiles campañas de publicidad. Cromo a cromo se desarrollaría el coleccionismo y con él la competencia entre fabricantes. 

Fuente: Museo del Pueblo de Asturias, Gijón.