domingo, 29 de mayo de 2016

Teatro-Circo Obdulia (Cine Los Campos Elíseos) de Gijón

El 9 de febrero de 2013 se cumplen 50 años desde el que el Cine Campos Elíseos cerrase sus puertas definitivamente. Año y medio después sería demolido para dar paso a un gran edificio de viviendas. Pero este cine dejó su impronta en la historia gijonesa, pues fueron muchísimos los ciudadanos que lo pudieron disfrutar y llegó a transmitir su nombre a la zona de La Arena en la que se ubicó. La antaño conocida como área de La Florida, quedará bautizada para siempre como Los Campos gracias a él. Incluso, un colegio lleva su nombre.
Todo comenzó en 1873, cuando el Ayuntamiento presidido por Eladio Carreño Valdés otorgó una concesión por 99 años a Antonio San Pedro, Florencio Valdés y Ángel Rendueles para la realización de espectáculos. Era un terreno de 500.000 pies cuadrados de extensión y las obras se presupuestaban en 500.000 pesetas.
Uno de los artífices del proyecto arquitectónico fue Juan Díaz, que rechazó percibir compensación económica alguna por el trabajo. Los propietarios decidieron llamar al edificio con el nombre de la hija de Díaz. Nacía el Teatro-Circo Obdulia. Su inauguración tuvo lugar el 13 de agosto de 1876, con un espectáculo ecuestre, y al junio siguiente, con el inicio de las representaciones teatrales, acudieron personalidades como la Infanta Isabel.
Al inicio de la década de 1930, se hizo cargo del local el empresario Isaac Fraga Penedo, quien potenció las instalaciones ya como Cine Campos Elíseos. Y es que la relación del local, que era capaz de albergar a 3.500 personas, con el mundo del celuloide comenzó muy pronto. Concebido como circo y teatro, en 1899 albergaba una de las cuatro exposiciones regionales que acogió y ya se proyectó la primera película, realizada por el gijonés Arturo Truán y Vaamonde. En 1925 se proyectó también el largometraje 'Asturias' y en los años 1930, con la implantación de las películas sonoras, pasaría a denominarse de forma definitiva Cine Campos Elíseos.
Pero por su tablas pasaron mucho más que películas, obras de teatro o atracciones circenses. El congreso de la CNT de 1937, el homenaje a Melquiades Álvarez y numerosos mítines y actos políticos congregaron a cientos de gijoneses que tenían al cine como uno de sus puntos de encuentro más importantes.
Arquitectónicamente, se trataba de una estructura circular que determinaba también el trazado anular del escenario y las localidades del público. Contaba con 680 butacas, 45 palcos y 1.200 asientos de galería y paseo, llamados coloquialmente 'el gallineru', que no estaban numerados, por lo que era preciso llegar con tiempo para encontrar un sitio que permitiera eludir las columnas.
En 1963 el Ayuntamiento decretó el cierre del cine, cuando tenía una plantilla de más de 30 personas, a las que hubo que indemnizar con 15.000 pesetas. En el cierre pudo influir que en la parte posterior hubiera un cuartel de la Guardia Civil, en el que había un importante polvorín. Algunas de las figuras que adornaban el inmueble aún se pueden ver en Las Mestas y en el parque de Isabel la Católica.

Breve historia de la Plazuela de San Miguel (Gijón)

Tras las décadas de destrucción consciente y masiva de la trama urbana histórica de Gijón, una zona de la villa se salvó, en parte, del desatino desarrollista alocado y especulativo. Esa zona de la vieja ciudad está ceñida a la plaza dedicada a uno de los prohombres gijoneses: el general Evaristo Fernández de San Miguel y Valledor (Gijón, 1785-Madrid, 1862), militar reformista, político, masón, filántropo, historiador, fundador de cuatro periódicos y para la reina Isabel II una persona entrañable, ya que no en vano salvó a la monarquía borbónica de perecer durante la primera parte del convulso siglo XIX español. Un personaje que, según el periodista valdesano Honorio Feito Rodríguez, quien en 1995 escribió la primera biografía de San Miguel, fue «hasta el siglo XIX el político más importante, después de Jovellanos, que dio Asturias».

Pero volvamos al urbanismo de la vieja Plazuela, ahora que el quiosco levantado a mediados de los años cuarenta cambió de usos, cuestiones judiciales al margen, y la prensa dejó paso a los vermús. A mediados del siglo XIX, cuando la villa despertó a la industrialización y se consideró que las fortificaciones levantadas entre las playas de San Lorenzo y de Pando ya eran un estorbo, comenzó a fraguarse la idea de extender la trama urbana hacia el Este, terrenos que acabaron por convertirse en el llamado ensanche del Arenal.


«Ya el alcalde corregidor, don Andrés de Capua, inició en 1850 un gran proyecto de ensanche de la villa y urbanización de la barriada; pero el plan quedó paralizado. Quien vino a sacarlo de su estancamiento fue el Marqués de Casa Valdés», cuenta el periodista Joaquín Alonso Bonet en uno de los capítulos de su libro «Biografía de la villa y puerto de Gijón (primera parte)», editado en 1970.


El citado marqués (Félix Valdés de los Ríos), que da nombre desde 1875 a la calle que articula junto con la de Uría la comunicación del ensanche del Arenal, se comprometió con el Ayuntamiento, naturalmente para buscar beneficios económicos, «a limpiar la antigua dársena (del puerto viejo) y rellenar, con los materiales extraídos, la gran marisma que circunda la playa de San Lorenzo», relata Bonet en «Pequeñas historias de Gijón. Del archivo de un periodista» (1969).


Pero sería el gijonés Celestino Junquera, enriquecido en la entonces Cuba española, quien diera el impulso urbanístico definitivo al Arenal. Volvemos al anteriormente citado libro de Bonet: «Adquirió las huertas llamadas del Balagón, que desembocan en la calle de Uría, y, a vueltas con estas propiedades, llegó a concebir la idea de una gran plaza que fuese centro de uno de los más populosos núcleos de la urbe gijonesa (...) Algo semejante, claro que guardando las distancias, a la Puerta del Sol madrileña. Y levantó dos edificios, a uno y otro lado de la citada calle, dando a las fachadas cierta curvatura que pudiera servir de norma para nuevas construcciones, propias de una plaza elíptica. De este modo se inició la que había de ser plaza de don Evaristo San Miguel».


El plano definitivo del ensanche, que data del año 1867 e incluye la plaza elíptica, se debe a los arquitectos Lucas María Palacios y Juan Díaz, así como al ingeniero militar Francisco García de los Ríos. Pocos años antes, Lucas María Palacios y Luis de Céspedes habían sido los autores del proyecto de la Casa Consistorial de la plaza Mayor, tras modificar el original de Andrés Coello. La plaza elíptica se construyó a tenor de lo planeado, pero hubo que esperar varios años para solventar el problema de las fortificaciones que cerraban la villa, hasta 1876, cuando el Senado aprobó el proyecto de ley que autorizaba la demolición de la cerca en forma de estrella.


Con el correr de los años, el domingo 17 de diciembre de 1922, se inauguró el busto del general San Miguel en la plaza que ya llevaba su nombre. «El pedestal es sencillo y severo, y dentro de las escasas dimensiones del busto se le ha dado la mayor majestad posible, apareciendo el general San Miguel sobre el mármol en forma que, sin ser imponente, resulta suficiente para que pueda destacarse dentro de la plaza» (diario «La Prensa», 19 de diciembre de 1922).



En cuanto al quiosco ahora remodelado para usos hosteleros, figura en el «Catálogo urbanístico de Gijón» como un proyecto del arquitecto Manuel García Rodríguez de «hacia 1946» y de «influencia racionalista». García Rodríguez y Joaquín Ortiz diseñaron, en 1935, el edificio racionalista que preside la Plazuela con fachadas a las calles de Capua y de Menéndez Valdés, cuyas obras acabaron en 1946.

lunes, 23 de mayo de 2016

Escuela de niñas de la Sociedad Hullera Española de Caborana (Aller)

La Escuela de niñas de la Sociedad Hullera Española de Caborana, con estilo regionalista, se inauguró en 1922. Estaba regentado por las Dominicas de la Anunciata.
Escuela graduada de niñas con parvulario y vivienda para las religiosas docentes. Edificio de planta en E desarrollado en tres alturas y bajocubierta, excepto el cuerpo central torreado que se desarrolla en cuatro, cubriéndose todo a cuatro aguas. Fachada principal organizada en cinco calles con la central y las de los extremos adelantadas. Cuerpo central torreado con pórticos en la planta baja y el primer piso que se prolongaban hacia los cuerpos laterales (hoy cerrados con tres vanos). Sobre éstos se abre una ventana triple adintelada con el vano central destacado, abriéndose otros tres vanos en el piso superior, el cual recorre una línea de imposta a partir de la cual se muestra el aparejo en ladrillo. Sobre los pórticos laterales se abre una galería acristalada en el tercer piso. Los cuerpos de los extremos cuentan con vano triple adintelado con remate en cornisilla en la planta y el primer piso, con antepechos cajeados en el caso de estos últimos, recibiendo el segundo piso el mismo tratamiento que el piso superior del cuerpo torreado, abriéndose, asimismo, tres vanos simples adintelados. En la planta baja se ubicaba el vestíbulo de acceso con las escaleras, la capilla, el parvulario y la escuela del hogar, localizándose las aulas en el primer piso, junto con el taller de costura. La segunda planta se reservaba a vivienda de las monjas.
Actualmente funciona como centro integrante del C. R. A. Maestro José Antonio Robles, con tres aulas de infantil y tres de primaria por ciclos.

Texto de Pozu Espinos

Grupo Escolar Aniceto Sela (Mieres)

El Grupo Escolar Aniceto Sela de Mieres data de 1914-1925 y es de estilo eclectico. Se atribuye a Julio Galán Carvajal. Creado por el consistorio mierense como Escuela Nacional con la colaboración del Estado en 1912. Julio Galán Carvajal (1875-1939) se encarga del proyecto (1914), siguiendo el modelo del Ministerio de Instrucción Pública para escuelas graduadas pero adaptándolo a los requerimentos espefícicos del centro y a su estilo personal. En 1917 se hace cargo de las obras el contratista ovetense Vicente Menéndez Fernández, rescindiéndose el contrato al año siguiente por la subida de los precios. En 1919 se hace cargo la propia administración local con sus operarios. Ese mismo año de 1921 se da por terminada la infraestructura procediendo a la dotación interior. En 1925 se rematan las obras. Sigue funcionando como C. P. Aniceto Sela.
Escuelas graduadas de niños y niñas. Originalmente, edificio con planta en U y patio posterior descubierto, en donde el pabellón central tiene dos alturas y los pabellones laterales, de igual anchura que el central pero de menor longitud, tres que se cubren, cada uno, con cuatro aguas y caballete paralelo a fachada de estilo cercano al neomudejarismo. Las alas laterales eran en origen recintos techados de una sola altura y cubierta en terraza que dotaban al centro de un espacio cubierto que protegía la zona de recreo de las inclemencias del tiempo. La obra se realizó principalmente en ladrillo y mampostería, aunque se introdujo el hormigón armado (que se ocultó) en el suelo del piso bajo y en la antigua azotea de los brazos de la U. Actualmente hay otros dos bloques en ángulo recto, adosados en la zona trasera hacia la calle Martínez de Vega, realizados en hormigón con revestimiento de ladrillo de tres pisos que se corresponden con un interés funcional y no estético ya que no siguen el estilo cuidado del resto de la obra, en donde destaca la conjunción del enlucido de los muros con el ladrillo y la piedra de los elementos decorativos: franjas horizontales que van recorriendo los frentes, los recercos de los grandes ventanales, que en planta son adintelados y en el primer piso de arco rebajado, cornisa sogueada... Destaca el tratamiento privilegiado de la fachada del pabellón central con remate decorativo en el centro y los extremos que recuerdan al mundo secesionista por las peinetas, escudos y triglifos. Los niños ocuparían la parte izquierda y las niñas la derecha, en dos aulas por piso y por sexo. Contaba con guardarropas, retretes, urinarios y lavabos distribuidos a lo largo del edificio, además de biblioteca y museo escolar en la parte alta. Disponía de patio de recreo al aire libre segregado por valla y limitado por setos de arbustos y patio cubierto en las alas del edificio.
Posteriormente a su construcción se llevaron a cabo distintas reformas como cerramiento trasero con vallas entre 1930-1931, reparación de los daños sufridos durante la Revolución de Octubre entre 1934-1935 y los acaecidos durante la Guerra Civil se realizaron en 1942 bajo la dirección de Francisco José González López-Villamil. Capítulo aparte son las importantes reformas llevadas a cabo por Luis Cuesta que supusieron la ampliación del inmueble con la construcción de dos plantas sobre los primitivos pabellones laterales de una altura. Finalmente 1970 hubo un nuevo crecimiento con la adición de dos bloques en la zona trasera que no siguen premisas estéticas y que desentonan en el conjunto.

Texto de: Pozu Espinos

Teatro Virginia de Sotrondio (San Martín del Rey Aurelio)

El Teatro Virginia se encuentra en Sotrondio (San Martín del Rey Aurelio). Data de 1943, con estilo historicista atribuído a Manuel y Juan Manuel del Busto. Levantado por encargo de los hermanos Leandro y Elviro Sopeña para teatro, cine y sala de fiestas, lleva aproximadamente 30 años en desuso. Recibe el nombre de Teatro Virginia en honor a la madre de los promotores.
 Edificio destinado originalmente a teatro y cinematógrafo, de implantación urbana, cuidado diseño y considerables dimensiones, fue proyectado con un aforo de 356 butacas de patio y 257 localidades en anfiteatro; la sala de fiestas adjunta disponía de servicio de bar. Centrando el análisis en el volumen y configuración de fachada, que es lo que resta del planteamiento original, advertimos que es una pieza exenta, de gran altura, a la que corresponde un volumen de paralelepípedo irregular, correspondiendo en alzado con una gran nave cubierta a dos aguas, y otra de inferior altura a su costado, con otras dos aguas del cuerpo terrero. Teniendo los costados casi ciegos, algo necesario para el fin de ocio del interior, excepto la composición del lienzo más próximo y visible al frente, lo fundamental es su composición de fachada que se define como un reclamo cara al público/viandante, con un pórtico bajo sobre pilares pareados, en solución arquitrabada, para organizar taquillas y accesos con tejadillo independiente, y sobre éste el hastial con gran arcada en asa de cesta, enmarcado por sendos balcones volados (carentes hoy de barandilla) y orlados por recercos de gusto barroco, rematados en frontón quebrado y espejo, resueltos como volúmenes torreados esos esquinales. Alero sobre ménsulas talladas, pináculos y bolas: cartela central con el lettering original.
Su interior ha sufrido diversas transformaciones para adaptarlo al uso actual como cocheras. Instalación de las inapropiadas puestas en carpintería de aluminio. El edificio se encuentra en la actualidad afecto a las determinaciones de un Plan Especial en redacción.

Texto de: Roberto Álvarez Espinedo

Salón - teatro Clarín (Soto del Barco)

El Salon-Teatro Clarin de Soto del Barco se encuentra en la Plaza de Herminio de la Noval. Es de 1920 y tiene estilo ecléctico. Las fuentes refieren que fue edificado con capital indiano, sirviendo fundamentalmente en la temporada veraniega como cine, teatro y también baile, según el modelo de la época diríamos de "salón" o "pabellón de variedades".
Característico ejemplo de pabellón, dispuesto en la plaza-parque de la localidad y en los aledaños del el edificio consistorial, y con su fachada principal en un lado corto que se vuelca sobre la plaza para ganar así presencia urbana. Adopta planta rectangular desarrollada en una única altura, notable, y su volumen simple de pastilla hoy se ve alterado por la adición de nuevos cuerpos en la trasera. El costado libre ya no posee interés (se liberó en la reciente reforma, al derribar el cuerpo anexo que servía de cantina el salón-teatro), pero sí la composición del referido frente. Se conforma en tres calles, definidas por tres puertas: una amplia en el centro, dos de inferior luz en los costados, rematadas éstas en arco rebajado y la central con perfil mixtilíneo; las jambas se presentan trabajando el mortero del recerco a modo de sillares bien labrados, y disponiendo molduras con motivos de círculos y semicírculos. Una línea de imposta con aspas en relieve sirve de base para el poderoso peto, compuesto a base de pilastras sobre una suerte de plintos cajeados y con motivo de aspa, que rematan en otros más cortos, enlazados por volutas de perfil mixtilíneo. En el paño central, se dispone la leyenda "SALÓN-TEATRO/CLARÍN/Soto del Barco", flanqueado por sendas liras en bajorrelieve muy del gusto modernista primisecular. En el frontón superior, la fecha de su construcción "AÑO/1920". Así queda oculta la cubierta, a dos aguadas. El interior, totalmente renovado, sólo permite apreciar una disposición sencilla, con un breve vestíbulo separado del patio de butacas por un muro cóncavo, calado por dos puertas y un solado en cierta pendiente, que vuelca sobre la caja escénica, con materiales y dotación modernos, que se sirve por la trasera.
Cerró hacia 1974. A principios de la década de 2000 lo compra el ayuntamiento y lo rehabilita en 2002, reinaugurándose en mayo de 2005. Es entonces cuando se derriba el antiguo bar, entre el salón y el ayuntamiento, generando una especie de plaza, y se adosan en la trasera la nueva biblioteca y una cafetería. El mínimo anfiteatro desaparece con la rehabilitación, cuyo proyecto corrió a cargo de Alfredo García Menéndez, arquitecto municipal de Soto del Barco.

Texto de: María Fernanda Fernández Gutiérrez

FETUMI - Fería de Turismo Minero (San Martín del Rey Aurelio)


sábado, 14 de mayo de 2016

Mercáu astur de Porrúa (Llanes)

El histórico Mercau astur de Porrúa se celebra el cuarto fin de semana de agosto donde se reúnen un centenar de artesanos para mostrarnos los oficios más antiguos. Alpargatería, herreros, cunqueiros,orfebrería…y sin olvidar la parte gastronómica con productos del campo. El teatro y el baile también son los protagonistas de este mercado, acompañado de divertidos pasacalles con personajes mitológicos.  
El lugar de celebración de este mercado que cuenta con dos décadas de historia, se sitúa en la plaza de El Parque.  Este mercado es una perfecta opción para el encuentro y diversión de personas de todas las edades. 

jueves, 12 de mayo de 2016

Cristasa (Gijón)


Por encargo del Ayto de Gijón se realiza el proyecto de rehabilitación y adecuación como hotel industrial de una parte del conjunto de inmuebles de Cristasa, situados en La Calzada. La edificación ocupa la totalidad de la manzana delimitada por las calles Avenida de La Argentina, Alejandro Farnesio, Gran Capitán y Juan de Austria. Del conjunto de edificios que conforman el inmueble solo se plantea la rehabilitación y adecuación de la nave principal y de la nave secundaria que acomete longitudinalmente a la principal. El resto será demolido y se convertirá en zona verde. Según la Memoria del proyecto no existen datos fidedignos acerca de la construcción de la nave principal, pero estas mismas fuentes han podido constatar que en 1910 estaba ocupada por la Sociedad “J. Ramírez y Compañía” destinada a la fabricación de vidrio hueco. Parece ser que durante los años de la guerra civil, dicha nave se acondicionó como hospital militar, aunque no existe documentación al respecto. El 23 de Junio de 1947 se instaló en dicha nave la Sociedad Anónima Cristasa, constituida en Madrid, cuyo objetivo era la fabricación de vidrio y cristal en las variedades de plano, hueco, doblado y prensado. Las ventajas locacionales del edificio fueron el motivo de elección para su compra por parte de la Sociedad, en concreto la proximidad a materias primas y productos auxiliares y la cercanía del puerto. En Marzo de 1952 los inmuebles de Cristasa pasan a ser propiedad de D. Nicanor Noval Hevia, natural de Gijón, Armador de Buques y propietario de diversos negocios de carbón y maderas. En el momento de acometerse el Plan de rehabilitación el conjunto está deteriorado, si bien está ocupado en algunas de sus dependencias por una docena de empresas principalmente del ramo del metal. La rehabilitación fue realizada por el equipo de arquitectos formado por Javier Uría de la Fuente, Indalecio Prendes y Fernando Meneses. 

Fuente: Gijon.es

Edificio del antiguo compleo industrial Gijón Fabril

 Edificio de planta rectangular y cubierta a cuatro aguas, con dos pisos de altura y buhardilla con vanos en mansarda. La fábrica original era una estructura de mampostería y ladrillo con elementos de fundición. Ha sido restaurado recientemente. Está distribuido en tres volúmenes, siendo el central un amplio hueco de acceso cubierto, originalmente realizado a través de un tejado con luceras sustentado por medio de vigas metálicas, mientras que los dos volúmenes laterales que lo flanquean están planteados como espacios tradicionales para oficinas, estando los paños murarios distribuidos en dos pisos, visible a partir de la distribución de los amplios vanos, y mucho más acusados por línea de imposta en la fachada central. Originalmente estaba destinado a oficinas y viviendas del personal directivo de un complejo industrial denominado Gijón Fabril, que se construyó en el lugar a principios del siglo XX. Estaba dedicado a la fabricación de vidrio hueco y fue también fábrica de harinas. 

Fuente: Gijon.es

Faro de Cabo Torres (Gijón)



El Faro de Torres, de cuarto orden y cuya construcción data de 1923, está ubicado en un saliente del tramo final del Cabo Torres, del que recibe su nombre, entre las puntas Grande y Pequeña. Se compone de edificio y torre. El primero, de planta rectangular con dos pisos de altura habilitado como viviendas, con garaje y almacén, éste último espacio destinado originalmente a carbonera. Adosada al mismo, una torre de sección troncopiramidal y planta octogonal, orientada al NNE, que remata en linterna cilíndrica con ocho cristales. Un sistema de rotación con pesos, hace girar la luz blanca intermitente, con grupos de dos destellos y con alcance de 36 millas en días claros y 16 en brumosos. Fue electrificado en 1936, instalándose además una sirena para nieblas, que posteriormente fue sustituida por otra más moderna. Se ha restaurado en el 2005 como sala de exposiciones y biblioteca arqueológica.

Fuente: Gijon.es

Estación de ferrocarril de Sotiello (Gijón)

Edificio principal de la estación en la localidad de Sotiello, de la línea Sama-Gijón del Ferrocarril de Langreo, calificada de tercer orden. Se trata de un edificio de planta rectangular con cubierta a cuatro aguas y dos pisos, y disposición regular y simétrica de vanos, adintelados en el piso superior y rematados en arco de medio punto en el inferior. Presenta una tipología de estación siguiendo modelos ingleses, de construcción en lateral y paralelo al trazado ferroviario. La planta superior tenía la función de vivienda del jefe de estación, mientras que la inferior estaba destinada al servicio de ferrocarril, por lo que se distribuía el espacio en sala de pasajeros y mercancías, despacho y oficinas, cocina y dormitorio para el caminero y guarda del paso a nivel. Forma parte de un amplio conjunto de edificios y anejos, almacenes, casetas de enclavamiento, cocheras, que completan una estación del ferrocarril minero en esta localidad, que es la más importante del ramal Sotiello-Musel. Data de 1907.

Fuente: Gijón.es

lunes, 9 de mayo de 2016

Los antecedentes de la fiesta del Martes de Campo de Oviedo

El origen franco de la Balesquida

En estos días se celebra en Oviedo la Balesquida, uno de los festejos más tradicionales y antiguos de la capital asturiana. Seguramente, muchos ovetenses sabrán que el nombre y el origen de esta fiesta se remonta varios siglos atrás, y que se debe a una dama llamada Velasquita Giráldez, que el 5 de febrero de 1232 instituyó y dotó generosamente a la «cofradía de los alfayates o xastres y de otros vecinos y [hombres] buenos de la ciudad de Oviedo»; congregación que con el tiempo pasó a ser denominada de la Balesquida, al trastocarse el nombre de Velasquita, fundadora de la cofradía. Con este artículo, trataremos de dar a conocer a los ovetenses algunas noticias de esa señora de nombre tan singular.

Por los documentos conservados, se sabe que Velasquita Giráldez era hija de Giraldo Pérez y que tenía dos hermanos, Pedro y María Giráldez. Debió de morir el mismo año en el que otorgó su testamento, en 1232, y fue enterrada en la iglesia de San Tirso de Oviedo, en la que en una pilastra del lado del Evangelio consta la siguiente inscripción, escrita con caracteres más modernos que los de la fecha que incluye: «Dª Balesquida Giráldez fundadora del hospital y cofradía de su nombre yace al pie de esta columna. Murió año de 1232». Velasquita debió de permanecer soltera, ya que el citado testamento de 1232 es en realidad una de las llamadas donaciones «pro anima», ya que se ofrece por la «redención de mi ánima [de Velasquita] y de mis padres y de todos mis bienhechores», no habiendo mención ni a marido ni a hijos.

Pertenecía Velasquita Giráldez al grupo de francos instalados en Oviedo desde tiempo atrás o descendiente de éstos. Así lo parece indicar su apellido y el nombre de su padre, Giraldo, de indudable origen francés, ya que Gerard, o Girard, es nombre y apellido muy extendido en el país vecino, formado por los términos germánicos «ger», que significa «lanza», y «hard», duro o fuerte. El patronímico de Velasquita, «Giráldez», denota ya una hispanización al utilizar la terminación «ez» junto al nombre del padre para formar su apellido, como era habitual en nuestras tierras.

Los francos habían comenzado a instalarse en Oviedo al tiempo que las peregrinaciones a Santiago y a San Salvador de Oviedo cobraban auge, en el último cuarto del siglo XI. Algunos debieron ser peregrinos que no retornaron a su tierra, mientras que otros fueron inmigrantes que aprovecharon la demanda de servicios mercantiles y artesanales generada en los núcleos urbanos que se fueron desarrollando a la vera del camino o animados por el flujo de peregrinos. Ya en 1075 el rey Alfonso VI, acompañado de un amplio séquito, había visitado la Cámara Santa ovetense y las reliquias en ella conservadas, por la fama que éstas tenían ya en medios cristianos. Algún tiempo después, con posterioridad a 1085, fecha del fuero de Sahagún, cuyo modelo sigue, Alfonso VI concedió a Oviedo y a Avilés su primer fuero. La confirmación que de ese primer fuero ovetense hizo su nieto Alfonso VII, en 1145, ha llegado hasta nosotros en una versión romanceada de 1295, escrita al ser ratificado el texto foral por Fernando IV. Una de las disposiciones del fuero establece: «Los merinos que el Rey pusiere sean vecinos de la villa, uno franco y otro castellano [?]. Y lo mismo los sayones».

Esta disposición foral revela la gran importancia que el grupo de pobladores francos tenía en el Oviedo de esos siglos altomedievales. La dualidad de magistraturas de francos y locales figuraba ya en el texto del primer fuero de Alfonso VI, como lo testimonia un documento de venta fechado en junio de 1115, en Oviedo, suscrito por un «Robert, iudice de illos francos», es decir, un Robert o Roberto, juez de los francos, y «Monio Sarasin», al que simplemente se califica de «juez», y que sería el nombrado por la población autóctona. Robert es un nombre germánico muy frecuente en la Francia de la época.

Aparte de ese «Robert, iudice», ya citado, la documentación nos ha dejado los nombres de otros francos que desempeñaron magistraturas municipales, como «Beltram de Tarascon» (población de la Provenza francesa), que era merino en 1185, o «Petrus Geraldiz, iudice», en 1231, e incluso Pedro Bretón, juez en 1261.

Muchos de los personajes cuyos nombres o apellidos son franceses, como Gerard, Geraldiz, Guillielmus, Guillem, Jofré, Galter, Guionet, Yvo, Almerinus y otros varios más, y que aparecen en la documentación conservada, serían originarios de varias regiones francesas y otros ya descendientes de los primeros francos establecidos tanto en Oviedo como en Avilés. La integración y fusión de estos francos con la población local debió de ser muy temprana y muy estrecha, de manera que cuando en junio de 1262 se redactaron unas ordenanzas para la elección cada año de jueces, alcaldes y jurados por el concejo de Oviedo, ya no se hace mención al grupo franco. Para entonces, en cambio, habían adquirido un gran protagonismo los «mesteres» o agrupaciones de los distintos oficios artesanales, que en número de doce elegían a 24 hombres buenos para participar en la elección, que se celebraba en Santa María del Campo, una capilla situada en el luego denominado Campo de San Francisco, por la instalación en sus términos de los monjes de la orden franciscana.

La mayoría de los onomásticos empleados por esa población de origen franco corresponden, según el prestigioso lingüista Rafael Lapesa, a la amplia zona conocida como Occitania, que ocupaba la mitad sur de la actual Francia y que hablaba el occitano o lengua de «oc», y a la Gascuña, región vecina a la anterior, en el ángulo suroccidental. También hubo presencia de otros inmigrantes de otras regiones, como Bretaña, Normandía, Lorena?

Ese dominio de los elementos occitanos, explica la presencia de términos lingüísticos provenzales en los textos romanceados de los fueros de Avilés y Oviedo. Afirma Rafael Lapesa que no se sabe «si la redacción sancionada en 1145 [para el fuero de Oviedo] y 1155 [para el de Avilés] por Alfonso VII estaba en latín y fue objeto de romanceamiento posterior, o si la cancillería del monarca se limitó a autorizar unas ordenanzas previamente compuestas en lengua vulgar. Pero ese romanceamiento o esa versión primitiva debieron ser hechos por un francés del Mediodía, y su lenguaje hubo de ser la mezcla de provenzal y asturiano en que los "francos" se entendían con la gente del país».

Los elementos de origen franco debieron integrarse sin gran dificultad con la población nativa, lo que se constata por los matrimonios en los que uno de los cónyuges tiene onomástica francesa y el otro local, o la adopción por parte de los francos de nombres hispanos, como es el caso de Velasquita Giráldez, cuyo nombre es de ese origen y su apellido francés. No obstante, el mantenimiento de relaciones comerciales con algunos lugares franceses, como el puerto de La Rochelle, en la costa atlántica, contribuyó a la continuidad de francos en la capital asturiana y en Avilés. El 19 de febrero de 1274 se fecha un documento de venta de una casa situada en la ovetense «calella de Socastiello», que lindaba con la casa de «María Guillérmiz morador enna Rochela». Esa «caleya» de Socastiello se situaba donde hoy se encuentra la calle San Juan, y era ésa una zona ocupada con preferencia por artesanos y comerciantes de origen franco. Buena parte de los personajes con onomástica franca que se conocen a través de la documentación antigua de Oviedo aparecen instalados a lo largo de las actuales calles de Cimadevilla y la Rúa, que aparece denominada en aquellos tiempos como «Rúa Francisca», precisamente por ello, y en la zona en torno al castillo construido por Alfonso III, que ocupaba el solar donde hoy se alza un edificio de Telefónica. Formaban esas calles un importante eje comercial en el Oviedo de entonces y en esa misma zona levantó nuestra Velasquita Giráldez un hospital, desaparecido, mientras se conserva la capilla de la Balesquida, construida a su lado. Es un dato más esta ubicación de la pertenencia de nuestra Velasquita Giráldez al núcleo de pobladores de origen franco, que constituía un poderoso e influyente grupo entre la burguesía del Oviedo medieval.

domingo, 8 de mayo de 2016

En el tiempo del estraperlo

La palabra estraperlo se define en el diccionario de la Real Academia Española como «comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa» y, aunque seguramente ya está en desuso entre los más jóvenes, hubo una época en la que figuraba entre las más empleadas por la ciudadanía de este país. Se trata de un término que no tiene su raíz en una lengua clásica, como la mayoría de las nuestras, sino que se formó uniendo las primeras sílabas de los apellidos de tres estafadores, el matrimonio Strauss- Lowann y su socio Perel, quienes sobornaron en 1934 a algunos altos cargos del Partido Radical, entre ellos Aurelio Lerroux, sobrino de don Alejandro, para instalar dos ruletas fraudulentas en el Casino de San Sebastián y en un hotel de Mallorca.

Por un desacuerdo entre los malandrines, el propio Strauss acabó denunciando la farsa ante don Niceto Alcalá Zamora, el honrado presidente de la República, y el escándalo fue tal que no solo provocó la dimisión de todos los implicados sino que desde entonces se pasó a denominar estraperlo a otras actividades ilegales y especialmente al comercio clandestino de materias de primera necesidad que floreció en los años de hambre que siguieron a nuestra guerra incivil.

Los mayores aún recuerdan claramente la larga etapa de racionamiento impuesta por el régimen franquista, que se prolongó hasta 1952 y en la que convivían en paralelo dos economías: la oficial y la subterránea. El 14 de mayo de 1939 se empezaron a usar en España unas cartillas que proporcionaba la llamada Comisaría de Abastos y en las que se determinaba la cantidad de productos básicos de los que podía disponer cada familia. Con ellas se regulaban alimentos como las legumbres, azúcar, tocino, café, sucedáneo de chocolate, membrillo y sobre todo pan negro, a razón de 150 o 200 gramos por cartilla, ya que en Asturias el pan blanco solo se conseguía para las ocasiones, como la carne, la leche o los huevos.

El tabaco negro, se consideraba entonces como un artículo imprescindible, hasta el punto de que no era raro que se hiciesen colectas benéficas para repartirlo después ¡entre los enfermos de los hospitales! Todos los varones debían fumar para demostrar su hombría; sin embargo, entre las mujeres dependía de su clase social: para las ricas era un hábito elegante, en las de clase media estaba mal visto y no solía mostrarse en público y con respecto a las pobres, a nadie le importaba lo que pudiesen hacer.

Era tal la demanda que hubo un momento en el que, sumando los cupones auténticos con los falsificados, el número de fumadores españoles superaba al de los habitantes del país y eso que quienes preferían los puros o el tabaco rubio -a los que se suponía más poder adquisitivo y de paso más querencia al Régimen-, tenían libertad de compraventa. Un recurso casero consistía en secar hojas de higuera para fumarlas después y otro más cochino era la recogida de colillas para tratarlas y devolverlas al mercado en forma de cigarrillos liados -recuerden ustedes La Colmena, de Cela, o Tiempo de Silencio, del malogrado Luís Martín Santos, donde creo recordar que también aparece una escena similar-.

Cualquier forma de ayudar a la economía era buena, y así la imaginación se ponía en funcionamiento para elaborar artesanalmente productos que luego se vendían saltándose los impuestos. Con el café se experimentaba este arte de la simulación con sucedáneos de calidad ínfima, aunque casi siempre se hacía para el consumo propio y en cuanto al jabón, que también se racionaba, la formula consistía en mezclar resina con sebo, pero había que saber hacerlo y esta habilidad se pagaba, de modo que su venta también estaba perseguida.

Pero la estrella era el aceite, fundamental en todas las cocinas. El que proporcionaba el Gobierno era una mezcla que hoy no superaría ningún control sanitario, aunque entonces no se miraban estas cosas?Mi abuelo era relojero y bromista, aunque no sé si los amigos que le sobrevivieron le recordaban más por una cosa o por la otra. Supongo que ustedes conocen que las maquinarias de cuerda deben limpiarse y engrasarse cada cierto tiempo; es una de las labores del taller de relojería que se hace de forma manual y empleando una cantidad tan pequeña de aceite que para la operación antiguamente se empleaba un pelo sujeto a un palillo.

Se lo cuento porque Julián Burgos -que así se llamaba, como puede comprobarse en las esferas de los relojes que muchos mierenses guardan como recuerdo de otras épocas-, contó una tarde en el café que estaba a la espera de recibir un bidón con el preciado líquido que le enviaban desde Abastos para poder desarrollar su trabajo y que lógicamente le iba a sobrar; mi abuelo completó el bulo con el dato de la hora exacta en la iba a llegar el tren que traía el envío y, para resumir, les diré que la broma acabó con un numeroso grupo de ciudadanos en la estación del Norte, lata en mano por si caía algo; la intervención de la fuerza pública y la consiguiente entrevista de la autoridad competente con mi abuelo que fue severamente amonestado?tanto por ellos como por mi abuela.

Y es que había una relación directa entre los trenes y el estraperlo, principalmente en el caso de las cuencas mineras con el que hacía el trayecto Madrid-Gijón, porque era el de más vagones y siempre venía atestado de pasajeros, con lo que era más fácil disimular la carga que se había adquirido en tierras leonesas y la Guardia Civil no solía revisar los paquetes a no ser que estuviese buscando mercancías relacionadas con el orden público.

Otra cosa era evitar el control de los fiscaleros o consumeros que esperaban en los andenes para cobrar impuestos o requisar directamente todo lo que se traía de tapadillo desde la Meseta. Así que antes de llegar a las estaciones no era raro contemplar en algunos puntos el lanzamiento de paquetes que eran esperados desde las orillas de la vía, aunque lo que sí resultaba más extraño era la coincidencia de varias embarazadas en el mismo viaje, o lo frioleros que eran algunos, que no dejaban el abrigo ni en los días más cálidos de agosto.

Quienes se dedicaban a este estraperlo de supervivencia, trayendo comestibles solo para que los suyos pudiesen comer o dedicando una pequeña parte a la venta para ganar unos reales, eran a menudo viudas del bando perdedor, mujeres de presos o gentes sin trabajo a las que no les que quedaba otra salida, pero además existía otra clase de estraperlo a gran escala en la que se movían grandes cantidades de carbón o chatarra con la complicidad de los de arriba y así -todos lo sabemos- se hicieron algunas honorables fortunas en las Cuencas.

Esto puede y debe ser criticado, pero responde a la cultura de la picaresca que se estableció aquí en todas las capas sociales, a veces por necesidad y otras por avaricia, pero lo que tiene difícil justificación es el trapicheo con un producto que podía cambiar el destino de una persona en pocas horas evitando su muerte. Me refiero a la penicilina, que llegaba desde el extranjero a los aeropuertos de las capitales, se pasaba por las fronteras de los Pirineos o desembarcaba en los puertos marítimos, entre ellos el de El Musel; tenía la peculiaridad de que era necesario conservarla refrigerada y por ello casi siempre había que buscarla en los bares que tenían nevera, un electrodoméstico que entonces era desconocido en la mayoría de los hogares.

Entre los peligros que tiene Internet está la desinformación y allí puede encontrarse una historia imposible, que algunos dan por buena, en la que el Alexander Fleming, considerado como el benefactor de la Humanidad, no sale bien parado. Se cuenta que fue en la mítica coctelería que Perico Chicote regentaba en la Gran Vía madrileña y donde atesoraba la mayor colección de botellas que en aquellos años había en todo el mundo y allí don Alejandro se encaprichó de una que supuestamente había llevado de ida y vuelta hasta la Luna el astronauta Neil Armstrong.

-Yo se la regalo-exclamó Perico Chicote.

-Y yo le entrego a usted la exclusiva sobre la venta de la penicilina para todo Madrid- contestó el doctor Fleming.

Aceptando la tontería de que existiese la botella viajera, más difícil es saber como pudo conocer Fleming, quien falleció en 1955, que Armstrong había pisado nuestro satélite en 1969 y aunque es verdad que la penicilina del estraperlo se conseguía entonces en la Gran Vía y seguramente en Chicote, la única relación del preciado antibiótico con lo astronómico es el precio que alcanzaba en el mercado negro.

Los años del hambre tienen tanto que contar que debemos dejar para otro día las anécdotas de aquellas mercancías que no estaban racionadas pero que sufrían obligadas mutaciones, como las chaquetas, cuya interior se daba la vuelta cuando la cara exterior ya estaba ajada, o los pantalones que subían y bajaban sus dobladillos según iban cambiando de generación?En fin, disfrutemos de lo que tenemos.

Texto de Ernesto Burgos para La Nueva España

sábado, 7 de mayo de 2016

El «calentón» de Figaredo (Mieres)

Minas de Figaredo, S. A. fue una empresa fundamental para la economía de la cuenca del Caudal durante la mayor parte del siglo XX. Se constituyó en 1932 a partir de la sociedad unipersonal Inocencio Fernández Martínez y de la comunidad de beneficios de su viuda e hijos (ya les he contado en otra ocasión que la familia cambió el apellido Fernández, tan corriente que hasta yo mismo lo llevo, por el de la localidad en la que residían y que les daba más alcurnia).

Los pozos de los Figaredo gozaron de la mejor fama entre todos los asturianos, pero, al llegar los años 70, entraron en crisis como el resto del sector hullero. En 1973 ya se vivió la primera regulación de empleo, aunque sirvió para muy poco, ya que, en vez de arreglarse, la cosa fue a peor y las protestas de los trabajadores empezaron a subir de tono. En la campaña para las elecciones generales legislativas del 15 de junio de 1977, los mineros llegaron a boicotear en Mieres algunos mítines de la UCD y el 6 de abril de 1978 una manifestación reunió en las calles de la villa a miles de personas exigiendo una solución estatal para la supervivencia de la explotación, que iba a cerrar aquel ejercicio con un descenso de producción que se quedaba en 182.955 toneladas, 95.045 menos que el año anterior.

Las causas de aquella situación de desastre eran varias, entre ellas, según afirmaba la dirección, el elevado absentismo de la plantilla, pero, aunque no hubiese sido así, existía una condición que hacía imposible la rentabilidad por mucho carbón que se sacase: el precio de venta del mineral fijado por la Administración, que entonces era tan bajo que ni siquiera alcanzaba para amortizar el coste de la extracción.

De esta forma, en noviembre de aquel año, la explotación vivía en una situación de conflicto extremo originada por el retraso de dos meses en el pago de los salarios y acentuada además por la negativa del economato de la empresa a adelantar los alimentos de primera necesidad y otras mercancías básicas si no se abonaban previamente.

El día 2 de aquel mes se intentó romper el círculo vicioso convocando una reunión del comité de empresa y a ella acudió también el ingeniero técnico José María Figaredo Sela, uno de los propietarios de la explotación; se habló largo rato sin llegar a ningún acuerdo hasta que las propuestas fueron radicalizándose y los trabajadores empezaron a proponer medidas de presión, entre ellas un encierro en el pozo. Llegado este punto y entendiendo que el problema era de todos, se solicitó la colaboración del técnico, que dio una negativa por respuesta e incluso, como declaró ante el juez uno de los implicados cuando se juzgaron los hechos que ahora les contaré, provocó un momento de tensión al reírse de la invitación y «entonces se le contestó que allí no se estaba para bromas».

Lo que sucedió a continuación fue que, cuando la mesa ya se había cerrado, cuatro mineros tomaron la improvisada decisión de seguir a José María Figaredo para forzarle a bajar con ellos al interior del pozo, pero su hermano, director administrativo de la explotación, lo impidió dando la orden de cerrar la corriente de la jaula tras observar desde la ventana de su despacho cómo lo iban llevando hasta allí cogido por el brazo. Ante aquel inconveniente, el grupo tuvo que cambiar de idea y el ingeniero fue subido a pesar de sus protestas a lo alto del castillete.

La noticia del secuestro se extendió rápidamente desde el valle de Turón por toda Asturias. Si me permiten una referencia personal, pero que sirve de ejemplo a lo que les digo, yo estudiaba entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo y, como la mayoría de quienes compartíamos vivencias en aquel recinto, militaba en uno de aquellos grupúsculos políticos que se organizaban entre sus venerables paredes. Como nos apuntábamos a todo, aquel día llenamos dos coches y nos plantamos en Figaredo para esperar acontecimientos al pie del pozo mezclados con los cientos de curiosos que se iban acercando poco a poco hasta el lugar. Allí pudimos ver después de varias horas de incertidumbre a los de arriba discutiendo su postura con los alarmados representantes de Comisiones Obreras (CC OO), sindicato al que pertenecían los cuatro y que temían que la cosa se les fuese de las manos, hasta que recapacitaron y decidieron abandonar su actitud para presentarse voluntariamente en el Juzgado de Mieres y declarar sobre lo sucedido.

El día 8 y cuando se encontraban en la prisión provincial de Oviedo acusados de la detención ilegal del copropietario de Minas de Figaredo, éste dirigió un escrito al comité de empresa comunicando su despido inminente: «La dirección de la empresa se propone sancionar con el despido a Avelino García, Laudelino Andrade, Luis Argüelles y Florentino Matías Crespo, como autores de falta muy grave de indisciplina y malos tratos contra el ingeniero de esta sociedad, José María Figaredo Sela, a quien tuvieron secuestrado durante diez horas en el castillete del pozo San Inocencio, el pasado día 2».

Hubo que esperar al miércoles 6 de junio de 1979 para que las aguas volviesen a su cauce en la Audiencia Territorial de Oviedo, cuando se inició un juicio en el que todos se manifestaron conciliadores. Allí estaban unos 200 compañeros para apoyar a los acusados, que defendía el abogado José Ramón Herrero Merediz, y oponerse a la sentencia de despido aceptada por la Magistratura de Trabajo de Mieres. La petición inicial del fiscal iba desde la pena de cuatro años, 20.000 pesetas de multa y 40.000 como indemnización al secuestrado para Matías Crespo, considerado el responsable principal de los hechos, hasta los 9 meses e iguales cantidades de dinero para Luis Argüelles, que había sido el de menor implicación.


A lo largo de la sesión, los acusados fueron abundando en sus intervenciones en la idea de que lo sucedido aquel día había sido espontáneo, sin premeditación y debido a la tensión que se vivía en aquellos momentos en la empresa y que únicamente se buscaba llamar la atención para buscar la salvación económica de 1.600 familias y el propio Matías Crespo manifestó que si en aquella acción alguien había tomado del brazo al ingeniero había sido sólo para darle ánimos.

Por su parte, la declaración de Avelino García resumió perfectamente lo que todos querían expresar, cuando afirmó que «en aquel momento, yo no sabía ni cómo me llamaba y sólo pretendía lograr la solución inmediata en el problema de los pagos y en el resto de los problemas que nos afectaban».

Así lo entendió también el fiscal al considerar que los implicados «actuaron bajo los efectos de una gran ofuscación no llegando a comprender el verdadero alcance de su acción», lo que, con palabras más cultas, quería decir que todo había sido producto de un «calentón». En consecuencia, acabó rebajando la petición de penas, solicitando la absolución de Luis Argüelles Martínez, al considerar que era inocente de los hechos que se juzgaban, y pidiendo sólo 8 meses de prisión menor y 20.000 pesetas de multa para los demás. Por su parte, el mismo José María Figaredo también quitó fuego al asunto manifestando que él no había solicitado ninguna indemnización y que si se le otorgaba renunciaría a ella.

Y hasta aquí este episodio puntual que pasó a formar parte de la historia del movimiento obrero asturiano. Desde aquel momento, los acontecimientos se desarrollaron con rapidez: el 7 de diciembre de 1978 Minas de Figaredo, S. A. solicitó una regulación total de empleo; al poco tiempo la familia vendió su propiedad al Estado por un precio simbólico reservándose únicamente el control del Parque de Carbones de Tenerife, una sociedad auxiliar de las minas, y así el Consejo de Ministros decidió la incorporación de la empresa al Instituto Nacional de Industria en 1980, pero, aunque el coste de arranque en la explotación era entonces notablemente inferior al de las minas de Hunosa, ésta ya tenía encima suficientes pérdidas como para admitir una carga más.

De modo que hubo que esperar, gestionando la mina mediante contratos-programa hasta que en 1998 se consiguió la ansiada integración tras la firma de un acuerdo en un chalé de los Peñascales, en Madrid, entre el Ministerio de Industria y los sindicatos donde se fechaba el cierre para el 31 de diciembre de 2005.

Todavía se consiguió ir dando largas hasta que, finalmente, a la una y media de la tarde del 29 de junio de 2007, subió a la superficie la jaula de Figaredo llevando a seis trabajadores que despedían, seguramente sin saberlo, dos siglos de minería en el valle de Turón. La capa 27 había dado la última vagoneta de carbón del pozo y el silencio empezó a reinar en sus galerías desiertas. Sólo quedó allí un pequeño retén de mantenimiento mientras el resto de la plantilla se trasladaba a otras explotaciones.

En aquel momento, todos nos dábamos cuenta de que la vida iba a cambiar para los habitantes de la zona, pero no nos podíamos imaginar hasta qué punto.

Fuente: La Nueva España

Restaurante Casa Jamallo (Quirós)

Casa Jamallo se encuentra en Quirós. Es un restaurante de cocina tradicional de tipo montañés, es decir, que abundan potes y carnes de caza. El menú por semana es de 9 euros (con café incluido) y las raciones son abundantes. Utilizan materia prima de calidad y los postres son caseros, cosa que se agradece. Recomendamos el postre de "tarta garruxa", tarta típica quirosana. Algo que me gusta mucho es que tienen pan de escanda, ya que no hay nada mejor que un pan asturiano para acompañar un buen pote. Fue elegido mejor chigre del 2015. Os dejamos la descripción que ponen en su web: 

"La familia Jamallo nos viene ofreciendo una cocina tradicional asturiana fundamentada en los productos de la tierra desde hace 50 años. Enclavado en Quirós, en el incomparable marco natural de la montaña central asturiana, a solo 45 km de Oviedo, capital del Principado de Asturias. En el restaurante Casa Jamallo podemos disfrutar de la esquisitez de sus productos de caza (Jabalí, Corzo, Venado) y de la carne roxa asturiana. Esta cocina basada en la carne se complementa con los productos cultivados en las huertas propiedad de la familia, donde destacan la calidad de las fabas. 
 Su emplazamiento privilegiado permite al visitante distintas posibilidades, desde recorrer en bicicleta la Senda del Oso, hacer escalada en la Escuela del Llano o bien subir a los magníficos puertos de Agüeria con sus altas cumbres de Peña Rueda y el Macizo de Ubiña."

Web: enlace
Facebook: enlace

CASA JAMALLO:
Ctra General Barzana, 62
33117 Barzana, Quirós.

Tlfn: 985 768 133 - 985 76 81 02.

Postre asturiano: tarta garrucha de Quirós

La tarta garrucha es típica del concejo de Quirós (que la sirven muy buena en Casa Jamallo por cierto) y es difícil de encontrar fuera de esta zona.  Es una receta muy antigua que se elaboraba en ocasiones especiales, pero sobre todo en época otoñal. Los ingredientes principales son castañas y manzanas. Os dejamos la receta de La cucharina mágica y una de sus fotos para endulzaros un poco el día. 

jueves, 5 de mayo de 2016

Palacio de los Flórez Estrada (Somiedo)

El linaje de los Flórez estuvo unido a la vida económica y política del concejo desde hace muchos años, aunque su incidencia no fuese tan significativa como el de los Caunedo, Omaña o Alba. Será desde finales del siglo XVIII cuando el nombre de la familia alcance mayor relevancia: Flórez Estrada (padre) se va a significar por su actitud progresista frente a los efectos residuales del régimen señorial que seguían atenazando el desarrollo económico del concejo (mayorazgos, diezmos...). Don Álvaro Flórez Estrada, hijo del anterior, economista, diputado por Asturias y ministro de Estado (1820-1823) encarnara la figura de político liberal, cuyo quehacer sobrepasa el estrecho margen del concejo que le vio nacer para brillar con luz propia en la turbulenta España de la Restauración.
En el marco incomparable del valle de la Pola, a la orilla del río Somiedo y casi escondido bajo la sombra de árboles centenarios, se encuentra el solar de los Flórez Estrada. En el palacio se aprecian actualmente diversos añadidos que enmarcaran, en parte, lo que debió ser la primitiva construcción. Esta tendría su origen en una torre central de estructura cubica con tres plantas en alzado con tres planas, cuyas trazas al exterior se corresponden con edificaciones asturianas similares propias de los siglos XVI y XVII, a la que se añade un cuerpo rectangular ligeramente más bajo hacia el lado oeste y formando un ángulo recto con la propia torre. Posteriormente, en este caso el tipo de fábrica parece corresponder ya al siglo XIX, se completaría la construcción con otro cuerpo de dos plantas en cuyo extremo se incluye la actual capilla. Todo ello en sentido longitudinal a partir del lado este de la antigua torre.
De todo el conjunto se privilegia la fachada orientada hacia el sur, donde se coloca una escalera de planta elíptica y tramos en disminución de la torre. Una airosa balaustrada de piedra recorre los espacios situados entre los tres pilares que sostienen la galería de madera rompiendo en parte la severidad pétrea del conjunto. Un pequeño balcón, orientado hacia el este en el tramo que sobresale haciendo ángulo, repite el motivo de la balaustrada de la terraza, y sobre el vano que lo comunica con el interior muestra el escudo con las armas de los Flórez. Completa el conjunto de la fachada la capilla adosada al lado este, abierta hacia el sur mediante un pequeño pórtico con cubierta apoyada sobre columnas de madera dentro de la más pura tradición asturiana. Una gran puerta, rematada con arco de medio punto, comunicaba con el interior de planta rectangular.

El material utilizado en la fábrica es sillarejo y mampostería en los muros, revocado en la fachada principal, mientras que se reserva el sillar para los esquinales y marcos de los vanos. Es este un aspecto constructivo que se repite en la mayor parte de las edificaciones del concejo. El conjunto del palacio, aunque no pueda adscribirse a un estilo arquitectónico definido claramente, mantiene una cierta coherencia, predominado la tradición constructiva asturiana, con aspectos decorativos muy matizados. 

Actualmente, se usa como hotel.

Bibliografia: Arte en los concejos de Belmonte, Salas, Somiedo y Yernes y Tameza 

lunes, 2 de mayo de 2016

El traslado del ayuntamiento de Collanzo a Cabañaquinta (Aller)

El traslado del Ayuntamiento y capitalidad del concejo desde la Pola de Collanzo a Cabañaquinta, va ligado a un hecho político. La Revolución septembrina de 1868, de la que fue cabeza el Marqués de Castillejos, General Prim y Prats, intimo amigo de Xuanón de Cabañaquinta. Pero en este hecho del cambio de capitalidad del Concejo y traslado del Ayuntamiento, no ha tenido intervención alguna Xuanón, a pesar de la dicha amistad que le unía con su tocayo el Marqués de Castillejos. No tuvo intervención, porque era muy cauto en materia política y se sabe que no comulgaba con las ideas del partido liberal del que era cabeza el general Prim y quien sabía perfectamente de su amigo Xuanón que era carlista. Lo consignamos por ser un hecho trascendental en la historia de Aller de esa época. Tuvo un papel segundón el también carlista y amigo de Xuanón, Don Norberto Solís Pumarada, de Bello, y entonces alcalde de Aller, hasta que la junta revolucionaria de Aller, lo destituyó y nombró Presidente o Jefe de la misma al liberal Don Juan Gregorio García Lobo, después al constituirse los ayuntamientos liberales, fue alcalde de Aller. 
 Don Juan Gregorio García Lobo, conocido en su época por el asturiano nombre de “Tiu Xuanín”, nació en Bello, concejo de Aller, el día 8 de febrero de 1824 y fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Eulalia de Bello el día 11 de febrero de 1824, cuyo bautismo se encuentra inscrito en el libro de bautizados que da principio en 24 de noviembre de 1809 y termina en 1859, folio 59. 
 En el se hace costar que fue bautizado “Sub conditione”, pues ya se le había administrado este sacramento de necesidad por el feligrés Manuel Pérez. Era hijo de José García y de María Lobo; nieto por línea paterna de José García y Jacinta Suárez. El padre era natural de Bello, la madre de Boo; el abuelo y la abuela paternos de Bello; el abuelo materno de Boo y la abuela materna de Soto. Fueron sus padrinos Juan Pérez, de Bello y Rosenda García. No dice nada su inscripción de bautismo, pero el padrino, Juan Pérez, pudo ser el esposo de Rosenda García, seguramente por el apellido, pariente del inscrito, aunque los Pérez son de antiguo de Pelúgano y Bello. Era párroco de Bello, el reverendo Don Carlos del Fueyo Castañón. 
 Don Juan García y Lobo, casó con Doña Matilde Velasco de Laburu, hermana de Brígida Velasco de Laburu, esposa de Xuanón de Cabañaquinta así que ambos eran concuñados, por estar casados con dos hermanas hijas de Don José María Velasco Céspedes, natural de la villa de Mieres, de profesión veredero de tabacos, y de Doña María de la Cruz – Antonia de Laburu, natural de la villa de Bilbao, en las, por entonces denominadas, provincias vascongadas. Juan Prim y Prats, Marqués de Castillejos, a bordo de la fragata de guerra « Zaragoza», en la bahía de Cádiz, el día 18 de septiembre de 1868, dio un manifiesto a sus compatriotas y correligionarios incitando a las armas a todos los españoles. 
En 19 de septiembre reunidos en Cádiz, con el brigadier Topete y el general Nouvillas, publicaron un boletín extraordinario en el que manifestaban al país cuales eran sus intentos y los móviles de su conducta. Cádiz, con la armada anclada en su puerto y toda la provincia declararon que negaban su obediencia al Gobierno de Madrid e incitaban a todos los españoles a acudir a las armas. 
La revolución consumada de Cádiz constituyó una Junta Provisional presidida por Don Juan Bautista Topete; en Sevilla, formose otra Junta Revolucionaria y publico su correspondiente manifiesto. A Sevilla sigue Córdoba, y así, casi toda Andalucía se levanta a favor de los revolucionarios de Cádiz y Sevilla y de sus ideas liberales. La revolución que ya se consideraba como un hecho en toda la península pues se levanta El Ferrol y varias provincias del norte. Hombres notables de los partidos liberales organizan en Madrid una Junta provisionalisiona mientras llega la definitiva elaborada por sufragio universal que determinó confiar el Gobierno Provl de la nación a los generales Serrano y Prim. Mientras esto, en los pueblos, también se constituían Juntas revolucionarias. En Aller, la Junta Revolucionaria en lugar de constituirse en la capital, la Pola de Collanzo, se constituyó en Cabañaquinta. 
La presidió Don Juan García Lobo y formaban como vocales y secretario otros liberales de Cabañaquinta. Xuanón, no podía pertenecer a esta Junta porque no era liberal. Tal Junta, tomó el acuerdo de dirigirse al alcalde de Aller, pero el alcalde vivía en Bello, en La Casona, era a la sazón Don Norberto Solís Pumarada, carlista, como Xuanón; seguramente tenía buen conocimiento de la revolución. La Junta Revolucionaria de Cabañaquinta, salió una noche del mes de septiembre de 1868, en caballos portando escopetas, algunas de avancarga, se dirigieron a Bello, a casa del Alcalde, a la que accedieron desde la calle denominada El Calellón, muy cerca de la iglesia, una vez allí , con la culata de las armas picaron a la puerta de La Casona hasta que Don Norberto Solís Pumarada salió a la solana que da al Calellón: -“Qué queréis a estas horas”. Contestando los integrantes de la Junta Revolucionaria, -“Queremos que entregue la llave del Palacio Municipal”. Don Norberto, que conocía bien a los componentes y sabía su ideal político, estaría sin duda nervioso, conociéndolos de antemano y oyéndoles llegar bajo los gritos de “¡Viva la libertad!”,...”¡Abajo los Borbones!”, los golpes en la puerta principal, sita debajo de la solana, de los culatazos de las armas optó por tirarles desde ella, al callejón, la pesada llave de hierro del Palacio Municipal de Collanzo. 
 De esta forma las gentes armadas de la Junta Revolucionaria de Aller, se dirigieron hacia Collanzo, La Pola de Collanzo, como entonces se llamaba la capital administrativa de Aller, donde abrieron la puerta de las Consistoriales y procedieron a su saqueo, rompiendo los retratos de Isabel de Borbón y destruyendo los emblemas de la monarquía, cogieron la vara de tallar los quintos y los libros de actas para salir a uña de sus corceles hacia Cabañaquinta, dejando a Collanzo desolado y alarmado. Llegados a Levinco, se bajaron de sus caballos y allí, debajo de un hórreo existente al lado del Camino Real, la Junta deliberó donde instalarían el nuevo Ayuntamiento liberal. Aprobaron la propuesta de su Presidente Don Juan García Lobo, de instalar el Ayuntamiento en Cabañaquinta, en una casa de su propiedad que a la sazón se encontraba vacía, en lo que hoy es calle del Marqués de San Feliz, número 5, de planta baja y piso alto. En el bajo, el depósito municipal con una ventanina a la calle principal con reja de hierro y en el primer piso o planta alta, las oficinas y el salón de juntas. A toda esta política de hechos consumados liberales estaba ajeno Xuanón, carlista él, y amigo de los Borbones. 
Posteriormente a los hechos relatados, así lo vino a demostrar permaneciendo en actitud pasiva a pesar de la amistad personal que le unía con el General Prim, marque de los Castillejos. Mientras tanto, en Madrid la junta suprema Revolucionaria confiaba la formación de un gobierno provisional que se encargase de la administración del país hasta la reunión de las Cortes Constituyentes. En tal Gobierno Provisional el ministro de la Guerra fue el general Prim. La Junta Revolucionaria ofreció su apoyo con más o menos satisfacción y premura como hicieron en todas las demás provincias españolas. Así el 9 de octubre de 1868 ya estaba instalado el Gobierno Provisional concluyendo la primera parte de aquella “Gloriosa Revolución”. El 13 de octubre del mismo año se publicó una circular por el Ministerio de la Gobernación para que las Juntas procediesen a la elección de Ayuntamientos, y el 21 de octubre quedaron constituidos en todos los municipios quedando legitimados para ejercer sus funciones. Aller no podía ser una excepción y de esta forma quedó constituido el Ayuntamiento liberal de Aller, bajo la presidencia del Alcalde Don Juan García Lobo, el mismo que había sido jefe de la Junta Revolucionaria de Aller.
 Como concejales debemos deducir más que seguro que fueron el resto de los componentes de tal Junta. Del edificio número 5 de la calle del Marqués de San Feliz, todavía hoy se conserva una pared, que era medianera con la casa número 7 de la misma calle. Y como resto de aquel Ayuntamiento, se conserva un gran banco como de unas ocho o nueve plazas y reposabrazos para asiento de los concejales y un gran sillón a juego con el banco y cuyo respaldo sobresalía respecto a este, para asiento del alcalde. Prestando servicio en el ya desaparecido Juzgado de Distrito de Aller, en Cabañaquinta, y son muebles de muy sólida construcción en nogal, seguramente de los últimos años del Siglo XIX. La casa número 5 de la calle Marqués de San Feliz fue destruida por el Ayuntamiento de Aller, ya de su propiedad, por amenaza de ruina a partir de 1947 quedando vestigios hasta mediados de los cincuenta y hoy de el solar de lo que fue el ayuntamiento sirvió de ampliación a la plaza que se junta a la llamada del Dr. Castañón. 
 Los vecinos de Collanzo, con el traslado del Ayuntamiento en plena Revolución, se aquietaron y jamás formularon oposición, a pesar de que, en lo que fue la Pola de Collanzo, habría también liberales, que con razón podrían haber protestado. Ya hemos visto como la revolución de septiembre de 1868 trajo a Cabañaquinta la capitalidad del Concejo, que estaba en la Pola de Collanzo , desde puede que antes del siglo XV ó XVI, ya que en virtud de una pragmática de los Reyes Católicos inserta en la Novísima Recopilación (libro VII), dice Benjamín García Álvarez, citado por María Eugenia Díaz, que en 1501, y en virtud de una pragmática de los Reyes Católicos, se debió formar el actual Ayuntamiento, pues en la citada se dice que “cada tres o cuatro poblaciones, o cinco si la situación a sí lo pide, formarán un concejo y en un paraje oportuno, que sea centro de los lugares de un concejo, se construirá una Casa de Concejo, lugar que radicó en Collanzo, punto inicial de este Ayuntamiento. 
 Nosotros, no opinamos así, pues hay otras pragmáticas anteriores recogidas en el Libro séptimo de la Novísima Recopilación, en 1480, Ley 105 y de 1500 entre otras, sobre construcción de Casas Públicas Capitulares en los pueblos para juntarse sus concejos. Y en 10 de junio de 1551 ya nos habla una Provisión Real de Carlos V para examinar el camino de las Hoces de Río-Aller, Puerto de San Isidro , por parte del maestro de cantería llamado Rogil, dada en la villa de Valladolid, camino de dos leguas de largo muy pasajero por donde van y vienen por vituallas y mantenimiento de carne y de pescados frescos y otras cosas a las ferias y mercados de Villalón, Rioseco, Villamañán y León, y se llevan de estos pan y vino y paños y otras cosas y además de esto es camino francés por donde pasan muchos peregrinos y romeros para Santiago y San Salvador de Oviedo. Petición que hizo Lorenzo Canseco, Alcalde del Concejo de Aller, que es el primer Alcalde conocido de Aller (1551), cuando la capitalidad estaba en Collanzo. Pero antes, tal capitalidad tuvo que estar en la Pola del Pino o Polavieja, como también se llamaba en el siglo XVIII, pues era una de las pueblas de Asturias, en tiempos de Alfonso X el Sabio, aunque no haya llegado a nosotros su fuero, y hasta el siglo XV ó XVI la capitalidad estuvo en lo que hoy es Pola del Pino, pues en siglos anteriores al XV, la parte centro y baja con el Valle de Río Negro, debió de ser muy poca cosa en pueblos, y los mayores se encontraban en la parte alta del Concejo, Pola del Pino, El Pino, Felechosa, Llanos, Santibáñez de la Fuente, Cuérigo, Llamas, Conforcos y Casomera, pues en aquella época, y hasta bien entrado el S.XVIII RíoAller eran solo unas caserías. No es pues Collanzo el puesto inicial del Concejo de Aller. Es sin duda alguna Pola del Pino, o como se la llamaba en el S. XVIII Polavieja. Es pues una de las tantas pueblas asturianas y leonesas, como Pola de Lena, Pola de Laviana, Pola de Siero, Pola de Somiedo, Pola de Gordón, Polavieja (Navia), La Polina (Sobrescobio), Poladura (Colunga). 

Texto de Miguel A. Glz-Posada

El contubernio judeo-masónico en Turón

Quienes crecimos bajo el franquismo nos acostumbramos a escuchar muchas veces que la culpa de los males del país se debía a un contubernio judeo-masónico-comunista. Aunque la mayor parte de la población española desconocía entonces lo que era un contubernio y en su vida había hablado con un masón ni mucho menos con un judío. Por el contrario, al menos en la Montaña Central, sí había comunistas, pero cuando les preguntabas por sus exóticos compañeros de viaje, ellos tampoco sabían nada.
El diccionario de la Real Academia define contubernio de tres maneras: “Habitación con otra persona, Cohabitación ilícita y alianza o liga vituperable”. Parece que los políticos del Régimen se referían a la última acepción, suponiendo que la palabra “vituperable” pueda interpretarse como algo deshonroso. Ahora bien, lo difícil es encontrar el punto de unión entre los tres colectivos: los masones, los judíos y los comunistas y demostrar que estén actuando conjuntamente.
El caso es que hubo quienes defendieron –y aún hay quienes defienden–esta teoría basándose en las raíces hebreas de Marx o Trotsky y olvidan cosas tan elementales como que fue este último quien presentó la propuesta que fue aprobada en el IV Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en noviembre de 1922, afirmando la incompatibilidad para formar parte del Partido Comunista en cualquier país del mundo si se era masón. O dejan de lado los hechos de que en la Unión Soviética se prohibieron las sinagogas y en las logias siempre se ha trabajado contra las teorías autoritarias que no respetan la libertad.
Todo esto viene a cuento por un reciente artículo titulado “Octubre 1934. La “prueba” de la existencia del complot judeo-masónico-comunista” en la revista “Cultura Masónica”. En su argumentación el autor se dedica a analizar un caso muy concreto vinculado al juicio por el asesinato de los frailes de Turón que luego fue aprovechado por la propaganda oficial para apoyar la teoría del contubernio, aunque su protagonista fue masón, pero no judío y tampoco comunista. Pero como siempre, vamos por partes.
Antes de nada, debemos saber que quien firma este trabajo es un experto sobre el asunto: se trata de Yván Pozuelo Andrés, miembro del Centro de Estudios de la Masonería Española y editor de la “Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamérica y Caribeña”; licenciado por la Universidad parisina de la Sorbona y doctor en historia por la de Oviedo, con una tesis sobre la masonería en Asturias entre 1931 y 1939, y que completa su currículo con numerosas publicaciones sobre este tema.
Yván Pozuelo centra su investigación en la detención y juicio posterior de Leoncio Villanueva Viejo, quien formaba parte del Comité Revolucionario de Turón cuando se produjeron los fusilamientos de octubre de 1934: en la noche del día 8 de dos oficiales de carabineros y nueve religiosos, ocho de ellos hermanos de la Doctrina Cristiana, docentes en el colegio que la orden de La Salle tenia en la localidad y un padre pasionista del Convento de Mieres, que había subido hasta allí para decir misa, y seis días más tarde, del ingeniero director de la Sociedad Hullera Rafael del Riego, el jefe de los guardias jurados de la empresa Cándido del Agua y el corresponsal del diario derechista “Región” César Gómez.
Ya les he contado en otras ocasiones quien fue Leoncio Villanueva y también como se desarrolló aquel juicio, pero quiero recordarles algunos datos, así que empecemos por refrescar en nuestra memoria al personaje.
Leoncio fue uno de los fundadores del Triángulo “Costa” que trabajó en Turón antes de la Guerra Civil. Nació en el pueblo de Linares el 1 de septiembre de 1890 y en su juventud trabajó como marinero hasta que alrededor de 1923 volvió al valle para fijar definitivamente su residencia; allí instaló un pequeño comercio de ferretería, que era a la vez la dirección postal del Triángulo. En su juventud fue militante socialista, llegando a presidir la Agrupación del PSOE en Turón en los años 20, para pasar después al Partido Republicano Radical Socialista y bajo estas siglas, cuando se proclamó la II República se le nombró concejal en una corporación donde estaban otros tres masones, Fernando González, Joaquín Fernández Riesgo y Cándido Barbón.
Su actividad municipal fue bastante intensa y formó parte de las comisiones de Instrucción Pública y de Régimen Interior y Mercados, aunque en marzo de 1932 pidió una licencia de cuatro meses a la Corporación para asuntos propios y a su vuelta ya estuvo menos activo en la presentación de propuestas y mociones al pleno del Ayuntamiento. Después fue destituido por haber participado en los hechos revolucionarios de 1934.
En cuanto a su vida masónica, Leoncio llegó al Triángulo turonés desde la Logia “Jovellanos” de Gijón con el grado 2º, aunque es posible que en algún momento también hubiese estado vinculado a la “Argüelles” de Oviedo. Inicialmente tuvo los cargos de Tesorero y Limosnero y luego fue su presidente, dándole su propio nombre simbólico “Costa” a todo el grupo. Luego llegó al menos al grado 4º (Maestro Secreto), que seguramente era el que tenía cuando se desarrollaron los acontecimientos de Octubre.
Ahora vayamos al juicio, que se inició en Oviedo el 17 de junio de 1935 para dirimir las responsabilidades de los 65 detenidos por los fusilamientos, en medio de una gran expectación y ante un Tribunal militar formado por el teniente coronel Leandro Tamargo y cuatro capitanes; actuando como ponente el teniente auditor Félix Fernández Tejedor y como fiscal Joaquín Portillo. Mientras que en la defensa había nueve abogados y otros cuatro capitanes.
En la sala estaban presentes varios periodistas extranjeros, debido a la relevancia que el caso había alcanzado en otros países donde se estaba desarrollando una campaña a favor de la puesta en libertad de los detenidos.
Una de las razones, según Yván Pozuelo, se debió a que un mes antes la Gran Logia Regional del Noroeste a la que pertenecían los hermanos asturianos había solicitado por carta al Gran Consejo Federal Simbólico la autorización para requerir directamente ayudas de las potencias masónicas extranjeras con el objetivo de lograr más medios de presión contra la amenaza de pena capital que pesaba sobre la cabeza de Leoncio. El permiso se obtuvo, pero con la recomendación de que la Orden no figurase como organizadora de la campaña y quienes mediasen fuesen Ligas de Derechos del Hombre, entidades pro Paz y otras asociaciones similares en las que los masones tuviesen alguna incidencia.
En el proceso, los principals acusados fueron Silverio Castañón, socialista y Jefe del Comité de Turón; Amador Fernández Llaneza; Ceferino Álvarez Rey y José García Álvarez, pero el resto de los inculpados tuvo que pasar también por el estrado.
Pronto quedó claro que la decision del primer fusilamiento se había tomado en una reunión del Comité revolucionario con la única oposición del dirigente de las Juventudes Socialistas Fermín López y del mismo Leoncio Villanueva e incluso el ingeniero Luís Bertier exculpó personalmente al concejal manifestando haberle visto discutir con otros miembros del Comité para salvar la vida de un guardia civil y del capellán de la empresa, con quien solía jugar la partida cada día; también Enrique Menéndez Pelayo, que estuvo en aquella celda, aseguró haber oído lo mismo y el resto de los llamados a declarar se limitaron a confirmar nombres y datos que ya se habían escuchado.
Cuando le tocó el turno al propio Leoncio, tomó la palabra para proclamar su inocencia en la ejecución de los frailes, pero quiso cerrarla proclamando su identidad masónica con el deseo dirigido al tribunal de que el Gran Arquitecto del Universo los iluminase a la hora de tomar una decisión. A la prensa católica no le importó que no fuese comunista, la revolución sí lo había sido y él era la prueba de que masones y marxistas caminaban juntos. Su caso sirvió desde entonces como prueba de la existencia del famoso contubernio.
Finalmente, el 23 de junio, el juez absolvió a 18 acusados y dictó 4 condenas a muerte, 7 penas de 12 años y 36 de reclusión perpetua, una de ellas destinada a Leoncio Villanueva.
En febrero de 1936 todos fueron amnistiados con el triunfo electoral del Frente Popular y sabemos que ya en 1937, cuando la guerra se perdió en Asturias, Leoncio tomó el camino del exilio americano. Allí se pierde su pista.
Texto de Ernesto Burgos, historiador.