sábado, 26 de diciembre de 2015

Iglesia de Santa Eulalia de Ujo

La Iglesia de Santa Eulalia de Ujo (Santolaya) se encuentra en la localidad de Ujo, en el concejo de Mieres. Esta iglesia de estilo románico, titularidad eclesiástica y declarada BIC el 23 de julio de 1923 se encuentra visitable.
Esta iglesia tiene una historia muy curiosa y es que en el siglo XII había una iglesia románica con una única nave y orientada de este a oeste. Pero en el siglo XVIII con el desarrollo del ferrocarril, surgió la necesidad de cambiar la iglesia de sitio ya que el trazado de las vías ferroviarias tenía que pasar por encima de la iglesia, por lo que esta fue demolida. Más tarde, se construyo una nueva con orientación norte-sur que es la que podemos encontrar a día de hoy junto a la estación ferroviaria.
De la antigua iglesia se aprovecharon tres elementos: el ábside que ahora esta como capilla lateral, la portada con las esculturas originales y la decoración del arco que se coloco en el actual ábside.  La web del ayto de Mieres tiene un comentario artístico de esta iglesia que podéis leer pinchando aquí.

Os dejo un artículo sobre Ujo y su iglesia muy bueno de un historiador que me gusta mucho, Ernesto Burgos.

"En el siglo XII Ujo era uno de esos poblachones que se repartían por Asturias. Lo habitaban siervos, que aunque pagaban sus impuestos se diferenciaban en poco de los esclavos, ya que podían ser
ábside original
vendidos o donados junto a las heredades que trabajaban; también colonos, con la misma vida miserable, pero mayor libertad, y campesinos que cultivaban para otros por contratos estipulados.
Sobre ellos dominaba la Iglesia ejerciendo el poder económico y social; determinando desde el calendario a cualquier aspecto de la vida cotidiana y las relaciones personales, ceñidas a las creencias que guardaban el orden con un pensamiento sencillo: el mundo estaba lleno de maldad porque así lo disponía la bondad divina y el mayor pecado -el pecado original- era intentar comprender esta contradicción.
Para los vecinos de un lugar la mayor honra estaba en levantar la casa de Dios y a esta labor dedicaban sus brazos y sus pobres caudales, cuando los había. El proceso seguía siempre las mismas pautas: una vez decidido el lugar se hacía venir a un arquitecto que elaboraba los planos y presentaba un presupuesto aproximado, luego se contrataban peones, albañiles, carpinteros, pintores, herreros, tejeros y el resto de los oficios que trabajaban respetando siempre una rígida estructura gremial que todavía se mantiene en la Masonería: maestros, oficiales y aprendices. Cada cual conocía sus obligaciones y cobraba en función de su grado y de la obra hecha.

Este esquema se repitió en Ujo, la localidad con más historia de toda la Montaña Central. Se debe a su situación, en la confluencia de los ríos Aller y Lena, que a la vez fue desde siempre el punto donde convergían las antiguas vías de paso que recorrían el territorio que hoy ocupan estos dos concejos. Aquí se encontró el mejor conjunto de inscripciones romanas de nuestra región, prueba de la importancia que debió tener este asentamiento para los conquistadores del siglo I y desde entonces, y hasta que la minería empezó a agonizar, de una manera u otra nunca perdió el papel de puerta de Asturias, como se ha repetido mil veces.
Cuando cayó el Imperio, Ujo lo hizo con él. La civilización se oscureció, la vida se llenó de temor y viajar se hizo difícil por toda Europa e imposible en los pasos de la cordillera Cantábrica por culpa de los salteadores que saqueaban a quienes intentaban este tránsito. Y así se entró en un periodo roto por una luz inesperada: el descubrimiento milagroso de la tumba del apóstol Santiago, la mejor invención que ha tenido nunca el ingenio español.
A finales del siglo IX miles de cristianos de otros países empezaron a recorrer esta ruta iniciática. Oviedo para visitar las reliquias que se guardaban en la Cámara Santa. Con ellos, Ujo volvió a recobrar la importancia perdida y se hizo indispensable la construcción de un templo donde los peregrinos pudiesen hacer la parada que demandaban sus almas, tan maltrechas como los cuerpos que las albergaban.
Decoración del arco en el interior. 
Desde León, la mayoría seguían su ruta por El Bierzo, pero los más devotos se desviaban hasta
Sabemos que entonces ya existía una iglesia dedicada a santa Eulalia -o Santolaya si lo prefieren-, una de las mártires más queridas por los primeros cristianos desde que fue sacrificada a finales del siglo III cuando ella sólo contaba doce años: "Al único Dios del cielo adoro; a Él solamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más", les dijo a sus verdugos antes que la machacaran a golpes con varillas de hierro y colocaran sobre sus heridas antorchas que prendieron en su pelo haciendo que muriese quemada.
Lo que no conocemos es la antigüedad de este edificio, aunque ya existía en el 860 cuando el rey Ordoño I la donó al obispo Fruminio de la catedral de León, y con ella su cementerio, del que aún se conserva una lápida expuesta en el interior de la parroquia actual y que ustedes no deben dejar de ver. Está dedicada a un niño llamado Velasco y fechada en el 871 o el 921, según las diferentes interpretaciones de dos respetables expertos, separados eternamente por cuatro décadas de discrepancia.

Pero esta iglesia era demasiado modesta y se quedó pequeña para acoger a los peregrinos con la dignidad debida; entonces se hizo otra según el estilo románico que imperaba en la Europa occidental.
El historiador mierense Maximino Pando Macías, autor del libro "El románico en Llena y Mieres" es partidario de datar este momento en 1207 porque un documento cita en ese año un templo que según su opinión puede ser este. Para basar su tesis afirma entre otras razones que "aquí se situaba un templo relacionado con edificios de Villaviciosa, ubicados en territorio de este cenobio? No sería raro que Valdediós construyera un templo en Ujo como lo hizo en varias de sus tierras, puesto que era un territorio estratégico y en él tenían presencia importantes dominios eclesiásticos".
Nosotros, sin atrevernos a apoyar esta fecha concreta, tampoco podemos contradecirla ya que todos sus elementos arquitectónicos y decorativos apuntan a la misma época, pero teniendo siempre en cuenta la circunstancia de que estas obras tardaban en concluirse muchos años e incluso podían ocupar a varias generaciones de trabajadores.
Santa Eulalia de Ujo es monumento histórico nacional desde 1923 con una pequeña trampa, ya que la declaración llegó después de que la Sociedad Hullera Española hubiese derribado la mayor parte de su construcción porque estorbaba al trazado de la vía férrea que necesitaba la empresa. La operación se produjo en medio de la polémica, con los vecinos y las autoridades divididas ante la posibilidad de arrasarlo todo, como ocurrió años más tarde con San Xuan de Mieres para levantar en su lugar un nuevo templo, moderno y con mayor capacidad, pero finalmente la venerable construcción románica sobrevivió con graves mutilaciones, que aún así justifican su categoría monumental.
De aquel desastre solo se salvó en su posición original el ábside; también pudieron conservarse en otras partes de la obra el arco de triunfo, recrecido para que se adecuase a la mayor altura del nuevo templo; los canecillos, que como seguramente recuerdan son piezas decoradas con diferentes motivos que se colocaban en la parte superior del muro para servir de base al alero del tejado; la pila bautismal; el altar y la portada, aunque desgraciadamente se situó mirando al norte, donde recibe de frente los malos aires que la están echando a perder, en combinación con los balonazos de la mocedad que a veces la utiliza de portería, como un martirio para don Luis, el sufrido cura párroco, quien cuida de estas piedras como si fuesen el más necesitado de sus feligreses.

Seguramente la mayor parte de los peones empleados en Santa Eulalia de Ujo eran de la zona y de aquí obtuvieron también la piedra del edificio; no así los maestros, que estaban obligados a tener unos conocimientos especializados y una técnica depurada. Desconocemos sus nombres, como casi siempre en el arte románico, porque hasta nosotros no ha llegado ningún contrato con sus firmas, pero hay una prueba de que se trataba de expertos que también trabajaron en otros lugares de Asturias: las marcas de cantero.
Se llaman de esta forma, o más académicamente signos lapidarios, los pequeños grabados aislados que aparecen sobre algunas piedras repartidas por los muros sin un orden aparente. Su estudio siempre ha sido muy difícil cuando se ha hecho siempre se limita a elaborar el listado de las que se encuentran en un edificio o una zona determinada para poder comparar luego con otras, pero a la hora de sacar conclusiones que las expliquen, las teorías difieren.
Cuando se trata de símbolos astrológicos, químicos, numéricos o cristianos pueden interpretarse incluso como una forma de conjuro contra las fuerzas del mal y hasta hay quien ve en ellas un lenguaje mágico y esotérico heredado de los caldeos; también de manera más racional se habla de marcas que señalaban la ubicación exacta que debía ocupar cada bloque a partir de un dibujo que manejaban los constructores. Otros autores las ven como signos que señalaban ante la comunidad la contribución de algún particular que había pagado ese sillar concreto.
En Santa Eulalia de Ujo no hay trazos extraños; solo se encuentran letras mayúsculas: N, M, C, A y D, que además se repiten en otros templos asturianos, lo que hace pensar en contraseñas para determinar la tarea realizada por canteros concretos que cobraban el precio estipulado por pieza concluida o -según mi opinión- en el visto bueno que daban los maestros a cada lote que salía de su taller poniendo su inicial como contraseña a una de las piedras antes de su traslado.
A falta de conclusiones definitivas, yo defiendo esta última posibilidad. Acérquense ustedes hasta Ujo a ver qué piensan, les aseguro que de cualquier manera la visita merece la pena."

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