Hubo un tiempo en el que Asturias fue independiente y tuvo su capital en Gijón. Sucedió entre el verano y el otoño de 1937, en plena guerra civil española y con Asturias convertida en una ínsula republicana en el Norte del país. En respuesta al aislamiento, cuando ya habían caído Santander y Bilbao en manos nacionales, se proclamó el Consejo Soberano de Asturias y León. El próximo sábado se cumplen 75 años de aquel día.
«El Consejo Interprovincial de Asturias y León (...) cree llegado el momento de asumir la plena responsabilidad del mando soberano en el territorio de su autoridad», quedó escrito en el decreto aprobado en Gijón «a veinticuatro horas del día veinticuatro» (entró en vigor el 25), en el que se dice en las primeras líneas el porqué de las cosas: «Quien repase en su memoria hechos históricos hallará confirmación de que una ciudad sitiada asumió siempre la integridad de su responsabilidad».
Eso ocurría en Asturias. La situación era dramática. No había, tal y como detalla el documento, división entre lo civil y lo militar, porque todo en Asturias y las áreas leonesas de Pajares y la comarca de Babia eran únicamente frente. Pero, pese a esas circunstancias de incomunicación con el mando republicano y la imposibilidad de recibir refuerzos, no gustó en exceso al Gobierno de Azaña esa declaración de independencia que convertía en Soberano al que hasta entonces había sido Consejo Interprovincial de Asturias y León. Fueron éstos los órganos creados por el Gobierno republicano para administrar los territorios tras el levantamiento de Franco en 1936.
Al frente del asturiano -con y sin soberanía-, Belarmino Tomás (1892-1950), socialista de Sama por el que tampoco sentía especial simpatía Manuel Azaña y al que llamó a consultas a Valencia -no acudió- tras la proclamación de la 'independencia'. Muy vinculado a la figura de Manuel Llaneza -trabajaron juntos en el pozo Fondón-y a la lucha sindical, se implicó en la Revolución de Octubre del 34 y acabó siendo encarcelado. Luego, ya en 1936, se convirtió en diputado electo del Frente Popular. Fallecido en México en el exilio, Tomás fue el líder de un Consejo Soberano que tuvo los días contados, pero que incluso llegó a acuñar sus propios sellos y papel moneda. De hecho, fue él precisamente quien bautizó como 'belarminos' a los billetes que se emitieron en la época -no solo durante la época del Consejo Soberano sino también cuando era territorial-.
Fueron meses fatigosos, de batallas muy duras para tratar de mantener el Frente Norte en manos republicanas, pero acabaron siendo, dos meses después de la proclamación del Consejo Soberano, batallas perdidas.
El 20 de octubre de 1937, el ejército nacional toma Gijón y el Consejo se ahoga en las aguas del puerto de El Musel. Ese mismo día se celebró la última reunión del Consejo Soberano, encabezada por el coronel Prada, en una situación tremendamente comprometida: «Nos ha derrotado la aviación y pretender resistir es inútil. No cabe más que el repliegue si se quiere salvar parte del Ejército», quedó escrito que dijo el mando militar, que con anterioridad había anunciado que en Gijón aguardaban los barcos que podrían realizar la evacuación. Se trata de embarcaciones capaces de trasladar entre 50.000 y 60.000 personas. Esa reunión se producía a mediodía. Y a primera hora de la tarde comenzó una evacuación polémica que dejó en tierra a muchos afines a la República que acabarían convirtiéndose en represaliados justo al día siguiente, el 21 de octubre, cuando el ejercito nacional asumió el mando de Gijón.
Fuente: el Comercio
No hay comentarios:
Publicar un comentario