De origen azteca, el chocolate llegó a España en el siglo
XVI y se extendió gracias a las órdenes religiosas. Era un alimento de lujo
para clérigos y clases sociales altas. En 1752 había en Asturias 29
chocolateros: 23 en Oviedo, 4 en Avilés, 1 en Llanes y otro en Gijón. Su
consumo se generaliza en la segunda mitad del siglo XIX gracias al aumento de
la producción del cacao, la mecanización y la publicidad.
El chocolate se elaboraba artesanalmente “a brazo” o “a la
piedra”. En 1853 comienza en Asturias su fabricación industrial en “La Perla
Americana”, de Oviedo. A principios del siglo XX había 70 fábricas y en los
años treinta, su época de esplendor, llegan a 100. Este número se mantiene
hasta la década de los sesenta en la que se inicia el declive de la industria
chocolatera asturiana, quedando en la actualidad solamente una fábrica en Meres
(Siero). Hoy, son los museos y los coleccionistas los que conservan la historia
del chocolate en Asturias.
Comercialización
Desde el siglo XVII hasta el XIX, el chocolate se consume básicamente
como bebida caliente. A mediados del siglo XIX se solidifica ofreciendo una
forma nueva: la tableta o libra dividida en onzas. Posteriormente aparecen
nuevas formulas como el chocolate con leche, la crema de cacao o el cacao en
polvo.
Las empresas chocolateras asturianas eran, por lo general,
de carácter familiar y vendían sus productos en el ámbito local y regional.
Influyeron en la vida social y económica de Asturias y contribuyeron a la expansión
de la industria litográfica (fabricantes de envueltas y envases) y de las
El diseño de las envueltas era muy artístico con el fin de
hacer atractivos sus productos, incluyendo toda clase de reconocimientos
(premios de exposiciones, proveedores de la Casa Real, etc.) y escogiendo imágenes
que llamasen la atención del cliente
Publicidad
De ser un alimento caro y exclusivo, el chocolate pasó a ser
un alimento popular. Hasta su mecanización no necesitaba reclamos publicitarios
ya que se destinaba a un mercado muy local. Con posterioridad, la industria
chocolatera utilizara todo tipo de publicidad (carteles, cromos, anuncios de
prensa y radio…), contando para ello con el apoyo de famosos dibujantes, y con
una pujante industria litográfica nacida al amparo de la revolución industrial,
con dos centros a la cabeza: Gijón y Luarca.
Además de la publicidad habitual en revistas, carteles,
postales o cromos, las fábricas de chocolate emplearon un gran número de
objetos publicitarios de uso cotidiano como abanicos, dedales, espejos,
calendarios o bandejas. A través de toda
esta publicidad se puede conocer la historia de las costumbres sociales y de
las artes gráficas en Asturias.
Coleccionismo
El chocolate adoptó como principal estrategia publicitaria
el coleccionismo de cromos, que se puso
de moda a finales del siglo XIX, cuando
empezó la época de los grandes almacenes, la publicidad y el consumismo.
Estas cromolitografías comenzaron a distribuirse para llamar
la atención de cliente y estimular su fidelidad hacia un producto. Iban dirigidas fundamentalmente
al público infantil, que recibía ese regalo al comprar una marca determinada.
Este tipo de estrategia obligaba a las familias a consumir una misma marca
hasta completar el álbum.
Los cromos destacaban tanto por el entretenimiento como por
su valor didáctico. Sus contenidos estaban relacionados con los gustos de la
infancia y la juventud: la naturaleza, los avances de la ciencia, la historia,
la geografía, la literatura, el deporte o los propios personajes creados por
las marcas como Pinín o Pin el Suave. Tras esta aparente intención pedagógica se
escondían hábiles campañas de publicidad. Cromo a cromo se desarrollaría el
coleccionismo y con él la competencia entre fabricantes.
Fuente: Museo del Pueblo de Asturias, Gijón.
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