Concepción Rodríguez Valencia: "¿Por qué podía entrar mi hermano y yo no?"
La asturiana ha escrito su nombre en la historia de la minería al ser la primera mujer que logró ser minera de interior por una sentencia del Tribunal Constitucional, al que pidió ámparo después de una larga batalla judicial que duró 8 años
- ¿Y porqué no minera?; se preguntó esta entonces joven langreana para responderse analizando la realidad de las cuencas mineras asturianas en aquellos años 70 y 80. "La situación de la mujer era complicada. Se vivía de la mina y no había más salidas, ni grandes almacenes, ni otras industrias, ni nada, pues existía aquella especie de endogamia y si ibas a pedir trabajo a la siderurgia y eras hija de minero ya no te cogían, allí entraban los hijos de trabajadores y en la mina también, pero sólo los hijos, no las hijas, por más que la Constitución ya proclamaba la igualdad de la mujer. Yo no podía entender, ni quería resignarme, que mi hermano sí pudiera entrar y yo no".
Así explica Conchi Rodríguez Valencia cómo en 1985 quiso entrar en Hunosa, cuando salieron 948 plazas para esta empresa minera estatal. "La convocatoria no excluía a las mujeres y yo cumplía todas las condiciones y me presenté".
- Pero decían entonces que querían ser directamente picadoras por el hecho de ser mujeres.
- Se dijeron y escribieron muchas tonterías, ni te cuento las cartas al director que mandé. Nosotras queríamos entrar como cualquiera, a la categoría por la que empiezan todos los mineros, de ayudante minero.
- ¿Y no pudo ser?
- No, nueve mujeres teníamos todas las condiciones que exigían, pasamos los exámenes de la empresa y del Instituto de Silicosis pero... ninguna estábamos en la lista de admitidas, ninguna mujer.
Salieron 948 plazas y 9 mujeres cumplíamos todos los requisitos y pasamos las pruebas, pero no nos llamaron Y ahí empezó una larga batalla con Hunosa. Larga y dura. "La mina es muy machista, al menos lo era entonces, los propios sindicatos se borraron, decían que lo que ocurría era fruto de una ley para proteger a los niños y a las mujeres...".
También encontró algunos apoyos. Concepción Rodríguez recuerda alguno de ellos, fundamentales para seguir peleando por lo que entendía que era justo. "Sobre todo se solidarizaron aquellas las mujeres progresistas de la época, las primeras diputadas del PSOE, como Carlota Bustelo, que fue la primera directora del Instituto de la Mujer; Paz Fernández Felgueroso, que después fue alcaldesa de Gijón u otra asturiana, Matilde Fernández, además de Luzdivina García Arias".
Y también de un personaje fundamental en esta historia, la abogada Lucía Ruano, especializada y curtida en batallas legales por la defensa de los derechos de la mujer. "Ya había llevado otros casos parecidos, por ejemplo, fue pionera en la participación de las mujeres en el Cuerpo de Farmacéuticos del Ejército o en otras sentencias parecidas a las mías con empresas como la leonesa Antibióticos, en la época en la que estaba en manos de Mario Conde, o posteriormente con el propio Banesto".
Escribí a todo el mundo y sólo me contestó el Defensor del Pueblo, los peores fueron los sindicatos Y con ella fue hasta el final, hasta el Tribunal Constitucional, en un proceso muy largo. "La sentencia definitiva, del Constitucional, llegó ocho años después de iniciarse el proceso". En medio quedan otras sentencias que no le fueron favorables, como la de 21 de octubre de 1987 cuando la Magistratura de Trabajo número 2 de Oviedo denegó la demanda por estimar que "la prohibición de trabajar en el interior de la mina no vulnera el principio constitucional de igualdad y está amparada en normas internacionales". La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid confirmó el fallo, "ya que es una medida de protección del sexo femenino", razonó.
Y además de los palos ‘judiciales’ recibió otros muchos que le dolieron tanto o más. "Escribí a todo el mundo, al ministro de Industria, a diputados, a sindicatos y sólo me contestó el Defensor del Pueblo, los demás no se dieron ni por enterados". Siendo muy crítica, sobre todo, con los sindicatos: "Me dio mucha pena, porque los conocía, soy de la cuenca, y se que tenían mucho poder, que si hubieran movido un dedo habría sido efectivo".
Fueron ocho años muy duros, aguantando mentiras, pintándome como que quería dar pena También se queja del trato informativo, de las medias verdades, de las presiones de la empresa... "Cuando salió la sentencia me llamaron de El País y querían una foto mía, me mosqueé con ellos y les dije: primero publicar las cartas al director que tenéis ahí guardadas, es que lo había pasado muy mal, no soportaba que se me sacara diciendo que tenía al marido pensionista y cobraba muy poco, y el rapaz... como dando pena, yo no quería dar pena, quería aquello a lo que tenía derecho".
Y en esos ocho años la vida seguía, tenía que vivir, necesitaba trabajar. "Nunca se me cayeron los anillos por trabajar, con 17 años ya era secretaria, en aquellos años del cine de destape que tanto daño hizo, que parecía que las mujeres estábamos para que nos metieran mano, ¡claro que sufrí acoso! Si es hoy están presos la mitad, pero era otra época. También fui cocinera, de todo". Y cuando llegó la sentencia se repitió mucho que "ya estaba cansada de esperar" y Conchi Rodríguez lo explica: "No es eso, pero había sacado una plaza de administrativo en la misma empresa, era mejor trabajo y ganaba más, no iba a hacer el tonto, pero la satisfacción de que el Constitucional me diera la razón fue muy grande".
Y otra aún mayor, abrir la puerta a que otras mujeres se pudieran beneficiar de su lucha. "Entre ellas la presidenta de Hunosa, y ahora es una de las pocas empresas que no aplica la Ley de Igualdad".
Y jamás bajó esta minera los brazos, un día antes de prejubilarse denunció a la empresa, Hunosa, por discriminación salarial, "aunque después lo dejé por una situación personal que no tiene nada que ver".
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