sábado, 19 de marzo de 2016

La Falange en Aller



Aunque muchos preferirían olvidarlo, el hecho es que el concejo de Aller, en plena cuenca minera, fue una de las zonas de Asturias más receptivas al ideario falangista, seguramente porque aquí, bastante antes de que los fascismos se extendiesen por Europa, desde los púlpitos de la Sociedad Hullera Española ya se venían defendiendo las bondades de la sociedad tutelada frente al desastre moral y económico que según ellos podía traer el socialismo.
El caso es que cuando la primera Falange y las JONS todavía caminaban separadas, en Aller ya había grupos activos e incluso dos de los primeros caídos que figuraron en el panteón azul eran de allí: José Montes Campal y Álvaro Germán Gutiérrez, jóvenes mineros abatidos en octubre de 1934 cuando defendían ante los revolucionarios el local del Sindicato Católico de Moreda, y que un año más tarde recibieron a título póstumo la Palma de Plata de su partido.
Así, no puede extrañar que tras el alzamiento militar de 1936 un nutrido grupo de alleranos decidiese abandonar la Asturias republicana cruzando la cordillera para pasarse a las filas de los rebeldes franquistas. Algunos no lo consiguieron y cayeron bajo las balas o el frío de los puertos, pero los que llegaron hasta León aceptaron la consigna de Alfonso de Lillo, el jefe local de las JONS que había alcanzado más prestigio en aquellos años, y se agruparon en la llamada Centuria allerana, para volver a Asturias e incorporarse a la lucha en los frentes del centro de la región.
Entre mayo y agosto de 1937 los falangistas lograron organizar cuatro Banderas en Asturias. El total de sus efectivos se repartió de esta forma: la 1ª Bandera tuvo 917 integrantes; la 3ª Bandera, 1.660; la 4ª Bandera 892 y la 2ª, que hemos dejado intencionadamente para el final porque en fue la que acogió al completo a la Centuria allerana, pasaron a lo largo de la guerra 3.439 hombres.
Como vemos, la 2ª Bandera fue con mucho la más numerosa, pero también la que sufrió más bajas: nada menos que 839 muertos y 1.483 heridos. La explicación se deduce al analizar su dilatado historial de combates, aunque hubo dos lugares en los que su actuación fue más destacada y por ello mayor la sangría en sus filas más elevada. El primero estuvo en la lucha que se produjo en torno a Oviedo, la ciudad que se había sublevado a favor del ejército rebelde y que las milicias republicanas intentaron inútilmente reducir.
Una curiosidad que les gustará conocer es que en aquel momento uno de los voluntarios que compartían trinchera en la misma Bandera que la Centuria allerana era el joven falangista Sabino Fernández Campo, que con solo 17 años iniciaba entonces su brillante carrera militar, abandonando a la fuerza sus estudios de segundo curso de Derecho en la Universidad de Oviedo. Quien habría de ser mucho más tarde Jefe de la Casa Real española, solo abandonó temporalmente la primera línea de fuego para asistir a los cursos de Alférez Provisional en Riffien y en cuanto logró su estrella no tardó en incorporarse para continuar combatiendo en Teruel, Castellón, la batalla del Ebro, Cataluña y Toledo, pero esa no es la historia de hoy?
El 17 de octubre de 1937, cuando el Consejo Soberano de Asturias ya había decidido evacuar Asturias, la 2ª Bandera de Falange inició sus movimientos para sumarse a otros frentes fuera de la región. Después de recorrer diferentes localidades se les acuarteló en Gijón hasta que el mando pudo destinar un tren de mercancías para transportarlos con armas y enseres hasta Alfaro, en La Rioja; desde allí se les ordenó recorrer andando los 14 km que separan esta localidad de Cintruénigo, ya en la merindad de Tudela a 99 km de Pamplona, donde esperaron haciendo instrucción y ejercicios militares la orden para incorporarse otra vez a la lucha.
No pasó mucho tiempo antes de que la 2ª Bandera tuviese que volver al ferrocarril, esta vez con destino a la estación más cercana del pequeño pueblo soriano de Retortillo. Su objetivo era aguardar allí para sumarse a una ofensiva por Guadalajara que nunca llegó a realizarse porque las noticias que llegaron desde Teruel obligaron a cambiar los planes sobre la marcha.
Hacia Aragón marchó la aviación franquista, antitanques, antiaéreos, soldados de infantería, artillería, tercio, regulares?y con ellos los falangistas asturianos que fueron llevados a toda prisa en camiones abiertos ante las noticias que hablaban de una seria ofensiva republicana. El día 12 de diciembre, la Centuria allerana estaba ya en las proximidades de la capital, entre Concud y Caudé y desde este punto, aunque ya había anochecido y desconocían el terreno se les ordenó trasladarse sin pérdida de tiempo para fortificar la posición de El Pico del Zorro. Las consecuencias se reflejaron en las 149 bajas, entre heridos y fallecidos, que sufrieron y en la inutilidad del trabajo realizado en la oscuridad de diciembre, que según cuenta en sus memorias el ex-combatiente Armando Grande Roca, supuso que el parapeto se orientase en dirección contraria, de modo que sus defensores quedaron expuestos a los disparos del enemigo.
Pero a la dureza de la lucha se añadió el rigor de uno de los inviernos más duros que se recuerdan en España, con temperaturas de 17º bajo cero, que obligaron a evacuar a los hospitales de Zaragoza a muchos combatientes con congelaciones severas.
Mientras tanto, en el otro lado, la 11ª División, compuesta por las brigadas mixtas 1ª, 9º, y 100º, también pagó su tributo. Ellos se habían encargado el 15 de diciembre de romper las líneas al norte de la ciudad y defender la posición estratégica de La Muela en una acción de vanguardia que les costó un gran número de bajas y un desgaste que llevó unos días más tarde a su jefe, el comunista Enrique Lister, a pedir al general Saravia el relevo de su unidad de la primera línea de frente, acción que se autorizó en la noche del 31 de diciembre cuando los milicianos, muchos de ellos con fuertes congelaciones, tuvieron que ser reemplazados en sus puestos.
Aún así, el tiempo se alió con la República y la gran tormenta de nieve con frío polar detuvo la ofensiva del llamado Ejército nacional permitiendo al general Rojo entrar en Teruel el día 8 de enero. No puedo detenerme a relatar más pormenores de esta batalla, pero sí deben saber que las tornas no tardaron en dar la vuelta y entre el 9 y 17 Franco echó el resto con la mayor ofensiva que se había visto hasta aquel momento en la Guerra de España y en la que empleó más de 500 piezas de artillería. Entonces la 2ª Bandera de Asturias avanzó junto a los Regulares por la gran llanura de Caudé para reforzar las posiciones de la Legión, entre montones de piezas de artillería de diferentes calibres, abandonadas en los enfrentamientos y los falangistas alleranos pudieron asistir al punto y final de la batalla de Teruel cuando se colocó la bandera bicolor sobre la torre de su catedral.
Después de aquello, en el Ejercito republicano Valentín González «El Campesino» y Enrique Lister se acusaron mutuamente de la derrota; el primero criticando la retirada de la 11ª División porque había dejado a la suya - la 46ª- con el culo al aire y cercado en la ciudad y el segundo, junto al jefe del V Cuerpo de Ejército, el general Juan Modesto, culpando a «El Campesino» por haber huido de Teruel dejando abandonados a sus hombres.
La 2ª Bandera de Falange de Asturias, y dentro de ella la Centuria allerana, dejaron Aragón convertidos en uno de los Batallones de mayor prestigio de las tropas sublevadas y enseguida se les llamó nuevos frentes. Luego, ya conocen ustedes la historia; la victoria acabó inclinándose definitivamente del lado franquista. Los nombres de sus caídos se colgaron en los muros de las iglesias del concejo y entre los que volvieron hubo quienes se olvidaron para siempre de la violencia para reintegrarse a sus antiguos quehaceres, pero otros ya se habían acostumbrado demasiado al olor de la pólvora y de la sangre. Esta última primavera, un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo presentó un trabajo -que aún sigue abierto- con la identificación de 267 fosas comunes relacionadas con la Guerra Civil en Asturias. Desgraciadamente, Aller, con 21 enterramientos, es el concejo que encabeza esta lista siniestra

Texto de Ernesto Burgos para la Nueva España 

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