jueves, 3 de marzo de 2016

Por qué se retrasó La Revolución de 1934 en Gijón

En la noche inicial del movimiento de octubre, una de las más serias preocupaciones de los miembros del Comité revolucionario que actuaban en Oviedo, era el desplazamiento de las armas guardadas en diversos depósitos, entre ellos el de Llanera, al cual hemos aludido al comienza de estas informaciones. En llanera ocultaba un crecido numero de fusiles, buena parte de los cuarteles estaban destinados a los sindicalistas de Gijón. Si bien se había convenido que cada fracción sindical preparase independientemente la acción en las localidades de uno u otro matiz, existía el nexo del Comité Provincial. En Gijón, cuya población obrera estaba controlada por la C.N.T en casi su totalidad, eran los dirigentes sindicalistas quienes habían llevado a su cargo esta empresa, excepción de algunos pueblecitos del litoral Candás, Villaviciosa, Ribadesella habían sido elementos de la U.G.T y del Partido Socialista: pero todos se hallan al habla y el Comité sabia que los gijoneses disponían de pocas armas. El caso de Gijón no era el de las villas mineras, donde la dinamita abunda y la población trabajadora esta en mayoría con relación a los medios que pueden oponérsele, esto lo comprendía perfectamente el Comité, y así como no constituía para él motivo de intranquilidad la escasez de armas en otros muchos pueblos, le preocupara la ayuda a los combatientes gijoneses.

Cuatro o cinco horas de la noche del 4 al 5 se invirtieron en hallar una camioneta que transportarse desde Llanera los fusiles y la munición destinados a Gijón, en el extemporáneo brote de la lucha en la zona en que se había establecido el depósito dio lugar a que las armas cayesen en poder de las fuerzas del Gobierno. Esto tuvo repercusión en las jornadas revolucionarias de la villa de Jovellanos, porque obligo a los obreros a echarse a la calle con gran escasez de medios.

Uno de los hombres que compartieron la dirección del movimiento en la localidad, nos ha narrado minuciosamente lo que ocurrió en el pueblo de Gijón. Antes de comenzar a transcribir su relato, hemos querido consignar el dato ya apuntado de que los combatientes gijoneses les altero por completo la iniciativa del contratiempo de llanera dato confirmado por el mismo Comité Provincial, para justificar el retraso de horas que sufrió su  incorporación a la lucha. Este hecho fue la única causa de tal retraso, en torno al cual se apuntaron deducción tan varias como la intención de los especuladores que se dedicaron a la tarea de buscarle explicaciones.

En Gijón solo había poco más de un centenar de fusiles, tres mil cartuchos y  un par ametralladoras, que se tardo en utilizar por falta de municiones para ellas. El mayor inconveniente estaba en la escasez de cartucheras.
Entre el sindicalista se reclutaron hombres para formar grupos que  debían intervenir desde el comienzo de la revolución, y por su parte, los socialistas afiliados a los sindicatos obreros de la U.G.T hicieron lo propio, manteniendo unos y otros una relación estrecha, sin prejuicio de conservar cierta independencia.

En la noche del 4 al 5 – nos dijo nuestro informador, cuyo nombre nos parece oportuno ocultar como otros muchos-, después de haber recibido la advertencia de que iba a estallar el movimiento, adoptados nuestras medidas, ocultando en lugares adecuados las bombas que habíamos logrado reunir y los fusiones y munición. Se envió un emisario a Oviedo con el encargo de advertir que teníamos pocas armas y poca munición, y que esperamos a que llegasen las que se nos destinaban para salir a cumplir nuestro cometido. El emisario regreso  con la noticia de que las armas vendrían aquella misma madrugada. Nos quedaba otra tarea previa, y era la de establecer contacto con determinadas fuerzas del Gobierno que habían contraído el compromiso de sumársenos. Por medio de emisarios, hicimos llegar a estos aliados el recado de que la revolución iba a producirse aquella misma noche. Inútilmente esperaron la señal convenida de nuestros disparos avanzando  sobre la población y nosotros también esperamos en vano a que llegasen los fusiles y las municiones, que por fin no pudieron llegar. El día 5 nos limitamos a esperar, porque nos pareció más prudente eso que lanzar a la gente sin medios para atacar o defenderse.

En vista de que no llegaban las armas, establecimos un nuevo enlace con las fuerzas que iban a secundar el movimiento, y esta vez nos respondieron que por raciones especiales aconsejaban retardar la acción hasta el día siguiente, o sea el sábado 6. Como es natural, accedimos. Pero accedimos cuando ya habíamos distribuido setenta y dos fusiles y la munición, lo cual nos obligo a recogerlo para evitar que una imprudencia nos lo echase a perder. Las armas se habían repartido entre gente de toda confianza y las recuperamos, con excepción de las que llevaron algunos compañeros de Veriña (estación del ferrocarril del Norte inmediata a Gijón): esas no volvieron a nuestro poder, porque estimamos oportuno, ya que en Oviedo y en las mineras se estaba luchando, tener allí un puesto que impidiese, a ser posible, el paso de las fuerzas. A todo esto, como es natural, Gijón se había sumado a la huelga general revolucionaria.


Bibliografía: Los hombres de octubre de Ignacio Villa. 

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