En la noche inicial del movimiento de octubre, una de las más
serias preocupaciones de los miembros del Comité revolucionario que actuaban en
Oviedo, era el desplazamiento de las armas guardadas en diversos depósitos,
entre ellos el de Llanera, al cual hemos aludido al comienza de estas
informaciones. En llanera ocultaba un crecido numero de fusiles, buena parte de
los cuarteles estaban destinados a los sindicalistas de Gijón. Si bien se había
convenido que cada fracción sindical preparase independientemente la acción en
las localidades de uno u otro matiz, existía el nexo del Comité Provincial. En Gijón,
cuya población obrera estaba controlada por la C.N.T en casi su totalidad, eran
los dirigentes sindicalistas quienes habían llevado a su cargo esta empresa, excepción
de algunos pueblecitos del litoral Candás, Villaviciosa, Ribadesella habían sido
elementos de la U.G.T y del Partido Socialista: pero todos se hallan al habla y
el Comité sabia que los gijoneses disponían de pocas armas. El caso de Gijón no
era el de las villas mineras, donde la dinamita abunda y la población trabajadora
esta en mayoría con relación a los medios que pueden oponérsele, esto lo comprendía
perfectamente el Comité, y así como no constituía para él motivo de
intranquilidad la escasez de armas en otros muchos pueblos, le preocupara la
ayuda a los combatientes gijoneses.
Cuatro o cinco horas de la noche del 4 al 5 se invirtieron
en hallar una camioneta que transportarse desde Llanera los fusiles y la munición
destinados a Gijón, en el extemporáneo brote de la lucha en la zona en que se había
establecido el depósito dio lugar a que las armas cayesen en poder de las
fuerzas del Gobierno. Esto tuvo repercusión en las jornadas revolucionarias de
la villa de Jovellanos, porque obligo a los obreros a echarse a la calle con
gran escasez de medios.
Uno de los hombres que compartieron la dirección del
movimiento en la localidad, nos ha narrado minuciosamente lo que ocurrió en el
pueblo de Gijón. Antes de comenzar a transcribir su relato, hemos querido
consignar el dato ya apuntado de que los combatientes gijoneses les altero por
completo la iniciativa del contratiempo de llanera dato confirmado por el mismo
Comité Provincial, para justificar el retraso de horas que sufrió su incorporación a la lucha. Este hecho fue la única
causa de tal retraso, en torno al cual se apuntaron deducción tan varias como
la intención de los especuladores que se dedicaron a la tarea de buscarle
explicaciones.
En Gijón solo había poco más de un centenar de fusiles, tres
mil cartuchos y un par ametralladoras,
que se tardo en utilizar por falta de municiones para ellas. El mayor inconveniente
estaba en la escasez de cartucheras.
Entre el sindicalista se reclutaron hombres para formar
grupos que debían intervenir desde el
comienzo de la revolución, y por su parte, los socialistas afiliados a los
sindicatos obreros de la U.G.T hicieron lo propio, manteniendo unos y otros una
relación estrecha, sin prejuicio de conservar cierta independencia.
En la noche del 4 al 5 – nos dijo nuestro informador, cuyo
nombre nos parece oportuno ocultar como otros muchos-, después de haber
recibido la advertencia de que iba a estallar el movimiento, adoptados nuestras
medidas, ocultando en lugares adecuados las bombas que habíamos logrado reunir
y los fusiones y munición. Se envió un emisario a Oviedo con el encargo de
advertir que teníamos pocas armas y poca munición, y que esperamos a que
llegasen las que se nos destinaban para salir a cumplir nuestro cometido. El
emisario regreso con la noticia de que
las armas vendrían aquella misma madrugada. Nos quedaba otra tarea previa, y
era la de establecer contacto con determinadas fuerzas del Gobierno que habían contraído
el compromiso de sumársenos. Por medio de emisarios, hicimos llegar a estos
aliados el recado de que la revolución iba a producirse aquella misma noche. Inútilmente
esperaron la señal convenida de nuestros disparos avanzando sobre la población y nosotros también esperamos
en vano a que llegasen los fusiles y las municiones, que por fin no pudieron
llegar. El día 5 nos limitamos a esperar, porque nos pareció más prudente eso
que lanzar a la gente sin medios para atacar o defenderse.
En vista de que no llegaban las armas, establecimos un nuevo
enlace con las fuerzas que iban a secundar el movimiento, y esta vez nos
respondieron que por raciones especiales aconsejaban retardar la acción hasta
el día siguiente, o sea el sábado 6. Como es natural, accedimos. Pero accedimos
cuando ya habíamos distribuido setenta y dos fusiles y la munición, lo cual nos
obligo a recogerlo para evitar que una imprudencia nos lo echase a perder. Las
armas se habían repartido entre gente de toda confianza y las recuperamos, con excepción
de las que llevaron algunos compañeros de Veriña (estación del ferrocarril del
Norte inmediata a Gijón): esas no volvieron a nuestro poder, porque estimamos
oportuno, ya que en Oviedo y en las mineras se estaba luchando, tener allí un
puesto que impidiese, a ser posible, el paso de las fuerzas. A todo esto, como
es natural, Gijón se había sumado a la huelga general revolucionaria.
Bibliografía: Los hombres de octubre de Ignacio Villa.
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